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Odisea en el Ártico

Al fondo, el rompehielos 'Arctic Express'.Vídeo: Samuel Sánchez

Viajamos a bordo de un buque rompehielos por el Ártico ruso, una inmensa región de renovado peso económico, militar y geopolítico para el Kremlin. Un mundo donde conviven lo hermoso y lo turbio: paisajes oníricos, basura industrial, osos polares que luchan por sobrevivir y oligarcas que compiten por hacerse más ricos

EL ÁRTICO RUSO, ayer territorio de exploradores pioneros y mañana tal vez destino de turistas en masa, ha sido escenario de nuestra propia aventura par­ticular esta primavera. La hemos vivido en tres entornos distintos al norte del paralelo 66. Durante una semana, del 24 de marzo al 1 de abril, viajamos en el buque Nadezhda (esperanza), un carguero rompehielos de 169 metros de eslora propulsado por diésel que atravesando hielos cada vez más densos nos llevó por la Ruta Marítima del Norte (SMP, en sus siglas en ruso), desde Múrmansk, en la bahía de Kola, en la Rusia europea, a Dudinka, un puerto en el estuario del río Yeniséi, en Siberia. Después participamos en una fiesta dedicada a los pastores de renos en Dudinka y visitamos Norilsk, la ciudad fundada por los prisioneros que habitaron los campos estalinistas en los años treinta del pasado siglo. El periplo en buque, de 2.640 kilómetros, fue posible gracias a Norilsk Nickel (Nornickel), el gigantesco consorcio industrial y minero del que depende la Filial de Transporte de Múrmansk, propietaria del Nadezhda.

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Aventura en el Ártico

Rusia quiere potenciar la SMP a lo largo de su litoral ártico, que es hoy el camino más corto entre Europa y Asia (más de 14.500 kilómetros). El presidente Vladímir Putin aspira a controlar una autopista marítima que impulse el desarrollo de Siberia y eclipse la ruta de unos 23.000 kilómetros por el canal de Suez y el océano Índico. Las dificultades son muchas: en el Ártico, los focos económicos, yacimientos de hidrocarburos o minas, están dispersos en vastas extensiones con poca infraestructura, escasa población y un medio tan único como vulnerable. Para explotar las riquezas que el calentamiento global libera del hielo se requieren ingentes inversiones, y a los litigios entre los Estados ribereños (Rusia, EE UU, Canadá, Dinamarca y Noruega) se añaden las ambiciones de otros como China. Las tensiones latentes alimentan una militarización del Ártico, por donde pasa la trayectoria más corta de los misiles rusos y estadounidenses con capacidad para la destrucción mutua de los dos países.

Las distancias en el Ártico son enormes y las divisiones administrativas forman un sistema escalonado a modo de matrioshkas. El “municipio de tipo rural” de Karaul y otros tres conforman el distrito de Taimyr-Dolgán-Nenets, que tiene 879.900 kilómetros cuadrados y una población de algo más de 31.000 habitantes (en 1989 eran más de 55.000), de los cuales unos 2.000 son nómadas, según contaba en Dudinka Svetlana Gavrílova, jefa en funciones del distrito. Taimyr-Dolgán-Nenets, a su vez, forma parte del kray de Krasnoyarsk, una provincia de más de 2,3 millones de kilómetros cuadrados, más de cuatro veces España.

Samuel Sánchez

Durante una semana compartimos la vida de la tripulación del Nadezhda, que, al mando del capitán Serguéi Pozniakov, avanzó rompiendo el hielo con un sistema de hélice combinado con el peso del buque. El primer ayudante del capitán, Serguéi Makárov, nos instruyó para caso de naufragio; el mecánico jefe, Mijaíl Lapkin, nos paseó por las bodegas, mientras el electricista, Alexéi Sídorov, reparaba un frigorífico estropeado con piezas de un televisor viejo; el oficial jefe, Alexéi Beliakov, nos mostró fotos de sus viajes por el mundo, y con música del Danubio azul como fondo, el agobiado cocinero, Valentín, que preparaba cuatro comidas diarias, trató de transformar un plato de arroz centroasiático en una paella. Cada mañana, Andréi Butakov, el otro ayudante del capitán, leía el parte del tiempo y de las condiciones climáticas. Lo que para nosotros fue una aventura, era un itinerario rutinario para la tripulación del Nadezhda. Las temperaturas fueron benignas, entre cero y menos ocho grados Celsius durante el día, muy altas para marzo.

El objeto de mayor fascinación fueron los hielos. Aparecieron al tercer día de navegación, primero en forma de finas láminas, en lenguaje náutico llamadas nilas, y luego como panqueques, más gruesos. Siguieron los campos de hielo, los hielos fijos a la costa, los amontonamientos, los cordones y las crestas producidas por los choques entre campos helados. El testarudo Nadezhda se desplazó sin problemas hasta el mar de Kara. Allí los témpanos y bloques comenzaron a golpear secamente el casco de la embarcación, que se adaptaba a las circunstancias y, si no podía avanzar de proa, navegaba de popa tras efectuar bruscos virajes que agrietaban la banquisa. El buque era capaz de abrirse camino por una capa de hielo de 1,5 metros, pero en ocasiones se paraba. Las fotografías con el estado de la ruta llegaban solo dos veces al día y cuando el tiempo era caprichoso quedaban desfasadas. Entonces, el piloto de turno trataba de orientarse a ojo por el paisaje helado. Por la noche utilizaba los focos. Con la oscuridad, el hielo, sus peligrosas densidades y fantasmagóricas formas, parecía un ejército agazapado en un campo de armiño. Sin ayuda de rompehielos, el SMP solo sería navegable entre un mes y medio y dos meses al año. La parte oriental del SMP es mucho más dificultosa que la occidental, pues los hielos son más profundos y densos, y el clima, más extremo. De momento, no existen líneas marítimas que cubran regularmente el trayecto completo desde los puertos de Europa hasta los del Pacífico.

El corazón de Norilsk es Nornickel, la primera productora del mundo de paladio y de níquel refinado. Fue privatizada en la década de los noventa y hoy está controlada por una sociedad de accionistas en la que el paquete mayoritario (34%) corresponde a Interros, empresa del oligarca Vladímir Potanin, poseedor de una fortuna de 16.600 millones de euros (la sexta de Rusia según Forbes). La compañía tiene las minas y fábricas de procesamiento y enriquecimiento de minerales de Norilsk, además del puerto de Dudinka y de otras explotaciones mineras en la península de Kola. De este gigantesco consorcio depende el Nadezhda, que, al igual que otros cinco rompehielos, navega de una a otra península (Kola y Taymir) y entre distintos núcleos de la corporación. Hacia el este lleva maquinaria, vehículos y comestibles. De vuelta al oeste, minerales y metales.

Las grandes empresas gestionan sus helados latifundios en una colonización que entra en conflicto con el modo de vida de los pueblos autóctonos

En el territorio ártico han tomado posiciones las grandes empresas rusas de hidrocarburos, como las estatales Gazprom y Rosneft, monopolistas en la explotación de la plataforma continental, y compañías no estatales como Lukoil, cuyo dirigente Vagit Alekpérov es la segunda fortuna de Rusia (18.474 millones de euros, según Forbes), y Novatek, liderada por Leonid Michelsón, primera fortuna rusa (21.419 millones). Con licencias concedidas por Moscú, esos hacendados modernos gestionan sus latifundios helados en una colonización que interfiere en el medio y entra en conflicto con el modo de vida tradicional de los pueblos autóctonos. A Gazprom pertenece la única plataforma marina del Ártico ruso.

El mar surcado por el Nadezhda, limpio en superficie, no transmitía al viajero las preocupaciones expresadas por los expertos. En el Ártico ruso se vierten centenares de miles de toneladas de productos petrolíferos y por ello la concentración de sustancias contaminantes en muchas zonas de los mares de Barents, Blanco y Kara y también de Láptev duplican y triplican la norma permitida, según Borís Ívchenko, jefe del laboratorio de Estrategia de Desarrollo y Seguridad de la Zona Ártica de Rusia. Ívchenko afirmaba recientemente que en las costas del Ártico hay hasta 4 millones de toneladas de basura industrial o de construcción y entre 4 y 12 millones de toneladas de chatarra. En el 15% del ártico ruso, estima, se ha constatado un nivel crítico de contaminación. Además está la contaminación radiactiva, herencia de los reactores nucleares soviéticos hundidos en el mar de Kara y de Barents, y también las secuelas de las pruebas atómicas soviéticas en el polígono de Nóvaya Zemliá. Rusia ha contado con financiación internacional para almacenar la basura radiactiva y ha hecho esfuerzos por recoger la chatarra. Aun así, todavía se pesca, se navega y se busca petróleo en zonas árticas donde existen residuos nucleares, concluía Ívchenko.

El presente y el pasado militar de Rusia asomaron fugazmente durante el viaje. Múrmansk es sede de la Flota del Norte, y en la bahía de Kola navegamos frente a la ciudad cerrada y base naval de Severomorsk, y dejamos atrás la ensenada donde estaba siendo reparado el portaviones Almirante Kuznetsov, veterano de la operación militar rusa en Siria. A la entrada de Norilsk nos detuvimos en las ruinas de Alikel, una de las “ciudades fantasmas” de Siberia, planificada para el alojamiento de aviadores de escuadrillas trasladadas o disueltas al desintegrarse la URSS.

Por orden de Putin, se han desplegado nuevas unidades militares y se han recuperado bases abandonadas en la década de los noventa

En 2014 el presidente Putin ordenó crear un mando estratégico único para el Ártico, con responsabilidades que se extienden hasta el Polo Norte. Rusia ha desplegado nuevas unidades militares y ha recuperado infraestructuras y bases abandonadas en la década de los noventa. También ha creado unidades para la defensa aérea cósmica y dos brigadas árticas motorizadas. El Kremlin planea nuevos buques de guerra y submarinos de nueva generación, nuevos aeropuertos y nuevos misiles balísticos y de crucero, así como el restablecimiento de los vuelos transatlánticos y ensayos de nuevo equipo en Nóvaya Zemliá. El objetivo actual del Kremlin es “garantizar el desarrollo socioeconómico de Rusia en la zona del Ártico” que, según el jefe de la Armada, almirante Vladímir Korolev, proporciona al país el 11% de sus ingresos y el 22% de sus exportaciones.

Vista nocturna de la ciudad septentrional de Múrmansk, cuyo puerto permanece abierto todo el año y es el principal del Ártico ruso.
Vista nocturna de la ciudad septentrional de Múrmansk, cuyo puerto permanece abierto todo el año y es el principal del Ártico ruso.Samuel Sánchez

Un buque gasero camino de la desembocadura del Obi, en dirección al puerto de Sabetta, fue una de las pocas embarcaciones que se cruzaron en nuestra travesía. Desde Sabetta en dirección a Asia y a Europa se exporta gas licuado procedente de las instalaciones de Yamal LNG, un proyecto común de la rusa Novatek, la francesa Total, la china CNPC y el Fondo de la Ruta de la Seda. Sabetta es hoy el núcleo de mayor actividad del SMP, y desde que se inauguró en diciembre de 2017 hasta el pasado febrero había despachado 10 millones de toneladas de gas licuado con China como principal destino. Yamal LNG ha encargado 15 buques gaseros para transportar el combustible.

Rusia planea el transporte de 80 millones de toneladas por el SMP para 2024. En 2018 el transporte fue de unos 20 millones de toneladas, lo que es una cifra récord aunque baja comparada con Suez. Moscú, que hoy tiene 4 rompehielos nucleares y 3 en construcción, quiere ampliar su flota hasta 13 unidades (9 de ellas nucleares) para 2035. Rusia prevé utilizar centrales nucleares flotantes para el abastecimiento energético de nuevas explotaciones aisladas, lo que les asegurará grandes periodos de autonomía.

Miembros de una comunidad nativa en la fiesta de pastores de renos en Dudinka.
Miembros de una comunidad nativa en la fiesta de pastores de renos en Dudinka.Samuel Sánchez

En Múrmansk, Dudinka o Norilsk las constructoras anuncian facilidades para adquirir pisos en San Peters­burgo o en localidades más cálidas. Los promotores saben que, cuando se jubilen, muchos de quienes aquí trabajan trasladarán su residencia a latitudes más meridionales. Pese a los esfuerzos de las autoridades por mejorar la situación demográfica, el norte ruso pierde población. De 1990 a 2018 Múrmansk pasó de 442.000 a 295.574 habitantes, y Norilsk, de 272.396 a 181.656.

Ver osos cuando viajábamos en el Nadezhda fue todo un acontecimiento. Eran dos, aparentemente una osa y un osezno, que llegaban atraídos por las focas del sur de la isla de Siberikova. El oficial de turno anunció por los altavoces a los plantígrados, que tras correr junto al barco desaparecieron después en la nieve. El oso polar es una especie protegida que experimenta dificultades para alimentarse en el hielo menguante. Según distintas fuentes, se estima que en el Ártico ruso había hace un lustro entre 5.000 y 7.000 especímenes y se está a la espera de un recuento oficial.

La degradación del medio ambiente afecta también a los peces del Yeniséi, donde este año, a partir de abril, está prohibido pescar kóriushka (eperlano, un pez pequeño y plateado de agua dulce y salada), que es comida corriente en la alimentación local. La prohibición se suma a la veda de otras especies más selectas y ha irritado a las comunidades autóctonas, que tradicionalmente se sustentaban de la caza y de la pesca. Dos pescadores de la etnia de los nenets acusaban a Moscú de querer destruir su modo de vida y no ahorraban palabras en contra del presidente Putin y la Guardia Nacional, a cuyos miembros calificaban de “bandidos desenfrenados” por perseguir la pesca furtiva. “Nos hemos organizado para demostrar que existimos aún”, afirma la ecologista Valeria Bólgova, de la etnia nganasan. “Nos quitan los métodos de ganarnos la vida de nuestros antepasados”, dice esta mujer que desde una asociación de pueblos autóctonos organiza visitas turísticas por la región del Yeniséi. Valeria opina que las autoridades son injustas con los cazadores y pescadores locales. Alexandr, también de la etnia nenet, recibe del Estado 8.000 rublos (unos 110 euros) como ayuda para complementar sus ganancias como pastor de renos. “Es difícil vivir de esta profesión”, dice, y explica que por un kilo de carne de reno le pagan menos de tres euros en la ciudad.

El público de la fiesta de los pastores de renos de Dudinka, caminando  a lo largo de un río cubierto de nieve.
El público de la fiesta de los pastores de renos de Dudinka, caminando a lo largo de un río cubierto de nieve.Samuel Sánchez

Dudinka ha mejorado desde que esta periodista la visitó por primera vez en 1995. En la plaza, presidida por la estatua de Lenin, se ha construido un nuevo edificio que alberga el museo etnográfico local. Además del disecado Zhenia, un mamut adolescente descubierto en los hielos en 2012, hay enseres y ropa de las etnias de estas regiones, los atuendos del último hechicero nganasan y un mapa de Manganesía. Fue esta una ciudad ártica fundada a principios del XVII por exploradores y comerciantes de pieles, que se negaron a compartir con el zar los impuestos y tributos que cobraban a los indígenas. El zar respondió al desafío prohibiendo la navegación por la ruta del norte y Manganesía, tras cambiar de ubicación, acabó por desaparecer del mapa a mediados del siglo XVII. Dicen que uno de los soldados de aquel puesto de avanzada fundó después la ciudad de Dudinka.

Lenin preside aún la plaza de Dudinka: En el cine comparte cartelera Dumbo y un documental sobre un comando bélico ruso

La ciudad tiene un cine, el Artica, donde durante nuestra visita se proyectaba Dumbo, de Walt Disney, y La frontera de los Balcanes, un drama sobre un comando ruso de operaciones especiales enfrentado a la OTAN en Kósovo en 1999. En Dudinka hay un taller de periodismo cuyos alumnos están deseosos de practicar idiomas como voluntarios en la competición internacional ártica de curling, que se celebra a finales de mayo en la pista de hielo de la ciudad. Otro evento local es la fiesta de los pastores de reno. Los habitantes de estas regiones se atavían con trajes típicos y enjaezan sus renos para las carreras que se celebran sobre el Yeniséi.

Norilsk está a 90 kilómetros de Dudinka y es la mayor ciudad de más de 150.000 habitantes ubicada en el círculo polar ártico. El conglomerado de minas y plantas de Norilsk Nickel sigue hasta hoy articulando esta urbe que se fundó en 1935 como un campo de trabajos forzado (Norillag) en torno a las minas. Del gigantesco centro minero y metalúrgico, donde trabajan casi 80.000 personas (56.000 en Norilsk), sale casi todo lo que da forma al Ayuntamiento e instituciones de Norilsk, desde funcionarios hasta fondos para el desarrollo local, pasando por los proyectos deportivos, sociales y culturales. El historiador Stanislav Striuchkov nos lleva a las “puertas del infierno”, el monumento situado donde estuvieron las primeras barracas. Centenares de miles de presos de la época de Stalin pasaron por el campo, donde las condiciones no eran tan duras como en otros establecimientos del mismo género, según este experto, sobre todo porque los directivos de Norillag sabían que tenían que conservar viva la mano de obra. El aislamiento del entorno les impediría reemplazarla con celeridad.

Norilsk Nickel cerró en 2016 la más vieja y obsoleta de sus plantas de producción en la ciudad. El aire, que transformó la urbe en una de las más contaminadas de Rusia, ha mejorado, aunque aún queda bastante por hacer. La empresa está trabajando en nuevos métodos para mejorar la atmósfera. De taller en taller, entre fundiciones y procesos para obtener concentrados de mineral, encontramos operarios procedentes de diversas partes de Rusia y la ex URSS, como Azerbaiyán, Kazajistán y la región minera de Donbás. Norilsk necesita especialistas, pero no puede ofrecerles viviendas nuevas, ya que en este entorno de hielos permanentes la construcción es muy cara, por la dificultad para transportar materiales y por los métodos de edificación. El calentamiento global plantea serios problemas a los edificios construidos sobre pilares fijados en el permafrost —capa de suelo congelada—, que son la mayoría. Si la temperatura sube, estas estructuras, basadas en el hielo, pueden derrumbarse. Una medición de temperatura en el subsuelo de Norilsk mostró un incremento de 5,1 grados en los últimos 50 años, afirmaba Alegushat Gasan Kerímov en un debate sobre el Ártico en San Petersburgo. Para paliar la escasez de viviendas, la alcaldía de Norilsk repara los apartamentos de los que se van de la ciudad (con subvenciones para instalarse en otras localidades) y los entrega a los especialistas recién llegados.

La vista panorámica de Norilsk es desangelada, aunque sus edificios han sido pintados de colores en un intento de difundir optimismo

La vista panorámica de Norilsk, con sus chimeneas y sus tonos grisáceos y negruzcos, es desangelada, pero en las calles, que imitan las de San Petersburgo, los edificios han sido pintados de colores en un intento de infundir optimismo. En la ciudad hay recintos acogedores donde huir de la oscuridad del invierno, como un café de repostería francesa en el que recalan las damas ilustradas tras asistir a las actuaciones de reputados músicos o escritores en gira. Hay también una discoteca con pretensiones que se presenta como el lugar idóneo para “el público más exigente” y coros de aficionados que ensayan melodías patrióticas y populares rusas.

En Norilsk, entre las personas inquietas en el campo cultural está Natalia Fediánina, la directora del museo local y una de las inventoras de la Fiesta del Invierno para combatir los tópicos sobre esta estación del año. “Para los nómadas, que son los habitantes más arraigados de estas regiones, el invierno es una estación positiva”, dice Fediánina, que llegó desde la Rusia europea y que está trabajando en la concepción de un museo de arte del Ártico, a construir en un centro comercial clausurado. Fediánina mantiene una residencia que alberga temporalmente a artistas rusos y se las arregla para invitar a creadores internacionales, pese a que desde 2001 Norilsk (como Dudinka) exige a los extranjeros una autorización especial, que puede demorarse semanas y que contrasta con el régimen abierto vigente entre 1991 y 2001. Con todo, el empresariado local ofrece al turista internacional excursiones en buque por el Yeniséi o visitar la meseta de Putorana, un entorno de cascadas y cañones protegido por la Unesco.

Hubo un momento mágico al final del viaje. El Nadezhda navegaba ya por el golfo del Yeniséi cuando en la costa, a estribor, en dirección contraria, apareció una moto de nieve con remolque. Desde el vehículo nos saludaban agitando los brazos. La noche anterior habíamos recuperado el contacto con el mundo cuando las comunicaciones, interrumpidas al salir al mar de Barents, se restablecieron y los mensajes acumulados en los móviles durante siete días comenzaron a sonar violentamente como si avisaran de la expulsión del paraíso. Desde cubierta, los motoristas se veían diminutos y abrigados. En el costado del remolque, con grandes letras, figuraba la frase “Via est vita” (el camino es la vida). Esta inesperada divisa en latín sugería una globalización más benigna que los restos de plástico en los estómagos de las ballenas o la legislación antibulos, recién aprobada en Moscú y divulgada para la “ilustración jurídica” de los 4.000 residentes en el “municipio de tipo rural” de Karaul, la extensión de más de 101.000 kilómetros cuadrados por donde circulaban la moto y su remolque. Desde una página web local, la Fiscalía del Estado advertía que la creación de fake news podía castigarse con multas de hasta 1,5 millones de rublos, unos 20.000 euros.

Al planear sobre el Ártico, las autoridades rusas se debaten entre consideraciones económicas y sus ideas sobre la seguridad. La discusión sobre si el Ártico debe desarrollarse como asentamiento permanente o temporal está aún abierta. “Los verdaderos nómadas somos nosotros, los que hemos venido a esta ciudad, que es como un platillo volante en medio de la tundra”, afirma Fediánina. Nomadismo o arraigo, irse o quedarse es el dilema del Ártico en general. Y junto a ese “ser o no ser” está la divisa de viajeros y filósofos escrita en el remolque de una moto a las orillas del Yeniséi: “Via est vita.

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Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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