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Reportaje:

Prohibida la entrada a ciudadanos de la antigua URSS

Una región siberiana cierra su territorio a los extranjeros para evitar que lleguen trabajadores de las ex repúblicas soviéticas

Pilar Bonet

La libertad de desplazamiento de los extranjeros en Rusia, una de las grandes conquistas de la perestroika de Mijaíl Gorbachov a finales de los años ochenta y comienzos de los noventa, está en revisión en la Rusia de Vladímir Putin.

La involución se realiza con el apoyo popular y de los grandes monopolios, que imponen su voluntad en territorios y ciudades. La tendencia a cerrar zonas que han estado abiertas durante más de una década se ha afianzado con una disposición gubernamental que restringe el acceso de los extranjeros a una considerable parte de la Comarca Autónoma de los Nenets de Yamal. Esta zona, de rico subsuelo, es una importante base de operaciones de Gazprom, el monopolio del gas ruso.

'En Rusia se está construyendo un nuevo telón de acero'

En noviembre, Rusia cerró a los extranjeros la ciudad de Norilsk, importante centro minero en Siberia. La ciudad metalúrgica de Magnitogorsk (en los Urales) quiere seguir este ejemplo. Las restricciones impuestas en Norilsk y en Yamal pueden afectar a cualquier extranjero, pero su fin actual parece ser el de frenar la emigración desde las antiguas repúblicas soviéticas.

El territorio prohibido, según un decreto firmado por el jefe del Gobierno, Mijaíl Kasiánov, se extiende por la península de Yamal y en torno a la desembocadura del Obi, pero no a la navegación por este gran río siberiano.

Un portavoz de la administración comarcal, contactado telefónicamente, señaló que la disposición afecta a más de la mitad de la superficie de este territorio, de más de 750.000 kilómetros cuadrados. Las restricciones, según dijo, no van dirigidas contra los 'occidentales', sino contra los inmigrantes incontrolados 'procedentes de países de la Comunidad de Estados Independientes, como Kazajistán, Ucrania o Moldavia'.

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'Queremos controlar nuestro mercado de trabajo y que no venga gente que no necesitamos', explicó el portavoz. Según el vicegobernador local, Alexéi Artéyev, 'una región por cuyo territorio pasan decenas de oleoductos y gaseoductos debe controlar el flujo de los extranjeros que llegan a sus ciudades y pueblos'.

Artéyev afirmó que 'más de 800 extranjeros' procedentes de la Comunidad de Estados Independientes habían sido expulsados en una redada policial en la región. Los grandes yacimientos y centros mineros de Siberia han sido focos tradicionales de inmigración, por cuanto ofrecen oportunidades de ganar buenos sueldos.

Invocando problemas de drogas, criminalidad y la cercanía con la frontera norte de Rusia, la administración de la comarca llevaba cinco años intentando en vano que Moscú limitara el acceso a los forasteros.

En octubre pasado, el presidente Vladímir Putin se avino a introducir un régimen de acceso restringido, que no afecta a los ciudadanos rusos, tal como querían los dirigentes locales, según el diario Kommersant. Una invitación local y el visto bueno del Servicio Federal de Seguridad serán ahora requisitos para viajar a aquellas zonas siberianas.

Como parte de su nueva política migratoria, las autoridades rusas están cerrando las puertas a los ciudadanos de los países postsoviéticos. Un profesor de historia armenio residente en Norilsk denunciaba recientemente que el cierre de la ciudad se ha convertido en un instrumento para la arbitrariedad de la policía, 'a la que se le permite dar satisfacción a sus inclinaciones sádicas'.

Según el profesor, los responsables del Combinado de Níquel local dictan su voluntad a las autoridades locales y bloquean la inmigración de médicos a la región, donde florecen el sida y las enfermedades venéreas. El Combinado de Níquel es la gran empresa minera al servicio de la cual fue fundada la ciudad de Norilsk en los años treinta. 'En Rusia se está construyendo un nuevo telón de acero', manifestó Svetlana Gánnushkina, directora del centro Migración y Derecho, según la cual la nueva política migratoria del Gobierno va en contra de los intereses de Rusia como país con una grave crisis demográfica.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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