Derrotando a Steve Bannon
Cuántos impuestos se han de pagar para cuánto Estado de bienestar se pretende tener
La madre de todas las reformas es la fiscal: determinará los ingresos de que se dispondrá para hacer las demás reformas estructurales (no confundir con recortes): cuántos impuestos se quieren pagar (y su distribución entre las diferentes capas sociales) para cuánto Estado de bienestar se pretende tener (y de qué tipo: más educación o más pensiones, más sanidad pública o seguro de desempleo, etcétera). Los recursos siempre son escasos y escoger entre ellos supone una opción política que tendrá beneficios y costes entre los electores.
Después llegarán los siguientes cambios pendientes paralizados durante los últimos años, lo que ha llevado a algunas de las materias afectadas al estrangulamiento: pensiones (universales y dignas), educación (abandono escolar), energético (cambio climático), vivienda (evitar la burbuja y dar acceso a los jóvenes a los mercados de alquiler y compraventa), laboral (la precariedad como norma), tecnológica… Y en otro orden, la reforma territorial y la participación en el avance de una Europa que cuando se detiene, retrocede.
Se necesitará de un Gobierno fuerte y duradero. Las elecciones han mejorado las condiciones. Estamos mejor que ayer. No se trata de encontrar solo un acuerdo de investidura a corto plazo tomado con alfileres y con posibilidades de decaer una y otra vez, sino de un pacto de legislatura para cuatro años. Sin él será muy difícil reforma alguna y las que se hagan, se revertirán. Es casi imposible un Gobierno monocolor: 22 de los 28 países de la UE están gobernados por coaliciones. Si los militantes que estaban en la sede del PSOE la noche electoral son representativos de sus votantes, el sentido de ese Gobierno de coalición ya está decidido: “Sí se puede” y “No a Rivera”. Si Pedro Sánchez pretendiera torcer esa voluntad deberá utilizar toda su capacidad de liderazgo (convencer a los demás de sus propias ideas) y no defraudarlos. No está el patio para más decepciones. Habrá de consolidarse también —para evitar incoherencias— el proceso de socialdemocratización y de apoyo a la Constitución de Podemos, y si éste cabalga en todas las direcciones (en los artículos sociales y en los territoriales). No más deslealtades en ambos sentidos.
Establecida una coalición con voluntad política para abordar las reformas, en la modalidad que se decida (solo programa, o programa y participación en el Gobierno), hay que acudir a la experiencia de los países que han abordado esta situación. Por ejemplo, al pacto entre los socialdemócratas y democristianos en Alemania que mantiene a Angela Merkel en el poder. Seis ministros socialdemócratas en un Gobierno mayoritariamente democristiano, un programa minucioso y con memoria económica de lo que cuesta, y la aprobación del mismo en votación por las bases socialdemócratas tras 110 días de negociación. En el preámbulo del documento de 28 páginas de ambas formaciones se anuncia “un nuevo comienzo para Europa” como prioridad de “un nuevo tiempo político”. En tres semanas se votará el nuevo Parlamento Europeo, amenazado por la presencia de fuerzas eurófobas a las que España contribuirá ya con una cuota parte de su extrema derecha.
Los analistas coinciden en que no habrá Gobierno hasta que se celebren las municipales y autonómicas del 26. El consenso se detiene ahí: la mayoría de los politólogos opina que está activado el efecto Mateo (el evangelista que defendía que a quien más tiene más se le dará) y los socialistas acumularán más poder autonómico y local del que tienen, mientras una minoría defiende el efecto Lucas (al que más tiene se le quitará y se le dará al que menos tiene) y la resurrección de la derecha. Una derecha cuyos movimientos telúricos tardarán más. La debacle de un PP extremadamente ideologizado y sin vocación de mayoría cuestiona la posibilidad de que sea en el futuro la fuerza hegemónica en ese sector de la ciudadanía (al menos con sus actuales dirigentes), o si será sustituido por las huestes de Albert Rivera, que han olvidado ya aquel disfraz socialdemócrata de antaño.
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