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NAVEGAR AL DESVÍO
Columna
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Cosas que llaman la atención

Manuel Rivas

Resulta sorprendente la notable presencia de toreros en las listas electorales, así como la ausencia de cuidadoras o de bomberos

Me llama la atención que algunos partidos hayan destacado tanto la incorporación de toreros a sus listas. En otro tiempo ese papel lo solían representar los intelectuales. Había una cierta competencia por fichar lo que Valle-Inclán llamaba “cráneos privilegiados”. Daban prestigio, color a las listas. De alguna forma, se consideraba que encarnaban un linaje, el de quienes ostentaban “el lenguaje de la nación”. Entre las páginas mejor ilustradas de la Transición figura la imagen de Rafael Alberti tomando posesión de su escaño con su aureola de marinero rojo en tierra. Ahora sería una anomalía, un extraño lepidóptero. Ya estoy viendo al señor Ortega (Smith) ir a su captura con un cazamariposas. Los intelectuales se han caído del mapa o andan por alguna orilla buscando pecios como Ferlosio. Entre los fichajes, la más intelectual parece Cayetana Álvarez de Toledo, pero me pega que más bien la han elegido por marquesa y por torera para ir de lidia a Barcelona.

Es evidente que tanta tauromaquia política tiene un carácter simbólico. Una manera de acentuar el momento de España en clave de corrida. Estas elecciones no son como otras. Es la hora de la verdad. El momento taurino e histórico por excelencia. Las elecciones con un formato de la “fiesta nacional”. Una fiesta trágica, en la que el triunfo pasa por el sacrificio. Eso está en el lenguaje de la campaña. Se trata, ni más ni menos, de “salvar a España”. Por lo visto, no se trata de elegir gobernantes que gestionen problemas, sino entregarse a nuevos clérigos que nos libren del mal.

Me llama la atención que los más moderados de ese espectro taurino, que invocan el espíritu de Suárez, asuman esa visión escatológica de las próximas elecciones. El día de la Encrucijada. El día del Ángel o de la Bestia. Es asombroso el entusiasmo con que la gente tira piedras contra el propio tejado. Esa visión sí que significa destruir toda la laboriosa herencia de la Transición. Quienes la pusieron en un pedestal, la dinamitan. Fue como un paseíllo democrático con pasodoble. Porque ahora, dicen, llega la hora de la verdad.

Me llama la atención el detallado programa taurino, incluso con corridas prime time en TVE, pero más me llama la atención que no sepamos nada de lo que estos partidos van a hacer, o dejar de hacer, con el calentamiento global, con las energías renovables, con la agricultura ecológica, con la inversión en I+D, ese incordio que se ha ido cayendo de los discursos. ¿Cómo vas a hacer tremolar las banderas, enfervorizar las masas, invocando la fórmula I+D? Lo que necesitas es grandilocuencia, la aspirina Reconquista y el ibuprofeno Salvar España. Señalar un enemigo. Si hay que salvar a España, será por culpa de alguien. No nos engañemos. Cataluña también funciona como coartada. Cuando entras en la dialéctica amigo/enemigo, no se sabe dónde parar. Un día, las feministas. Otro, los ecologistas. Ya puestos, los socialistas. ¿Y qué decir de los “blanditos”? Serán de derechas, pero cobardes. ¡Hummm!

Me llama, sí, la atención la notable presencia de matadores, como me llama la atención la ausencia de cuidadoras o de bomberos. Se habla de la España vaciada, también hay un gran vaciado social en las listas. En la cháchara dominante, sostener el Estado del bienestar es una izquierdista causa perdida. La alternativa sería, pues, el Estado del malestar. Hablar de lucha de clases es también un tabú. Una idea arqueológica. Pero que recorre el mundo en una nueva versión. No como un fantasma revolucionario, sino al revés: la lucha de los ricos contra los pobres.

Me llama la atención que en 2019 haya candidatos a presidir el Gobierno español que quieran derogar la Ley de Memoria Histórica. ¿Por qué esa fobia? La memoria democrática es un bien común. Derogas una ley, pero esa medida humillante para las víctimas significa, en la práctica, imponer otra ley, la de la desmemoria, dictar la suspensión de las conciencias, la tarea estúpida de borrar ese disco duro que llamamos alma.

Me llama la atención, sobre todo, que no haya ni un rastro de humor en los rostros. Quiero decir: ni un rostro de humor en los rastros. Jacques Prèvert escribía en 1946: “No hay que dejar que los intelectuales jueguen con las cerillas”. Pues ahora hay quien quiere que sean toreros quienes jueguen con fuego. Lástima que no hayan llenado las listas con cuidadoras y bomberos. 

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