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Migraciones

Dos hermanos, dos orillas, dos visiones sobre emigración

Esta es la historia de dos hermanos de Senegal separados por 4.200 kilómetros. El mayor decidió migrar a España y el pequeño, quedarse en su país

Fotografía: Khadim Diop observa el atardecer en la playa de Gandiol, Senegal. Vïdeo realizado en Gandiol (Senegal) y Barcelona por Luis Manuel Rivas y Gianluca Battista.Vídeo: Luis Manuel Rivas
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Corría el año 2006 y España vivía la conocida crisis de los cayucos: miles de ellos llegaban a las costas de Canarias y la Península atestados de hombres de origen africano en busca de un porvenir en Europa. Uno de aquellos era un chico de 14 años que viajaba solo: Aboubacar Diop. "Salimos de Casamance, en el sur de Senegal, y después de nueve días en el mar llegamos a Tenerife el 29 de agosto de 2006. Estuve un mes en un centro con más de 200 niños y de ahí me trajeron a Barcelona", recuerda ahora.

A Aboubacar o Babs, como le llaman sus allegados, le fue bien: ingresó en un centro de menores, estudió y hoy es auxiliar de enfermería, alumno de Administración y Finanzas y ciudadano español de pleno derecho. Comparte piso con un compañero de trabajo y es económicamente independiente. No obstante, le ha dado tiempo a aprender que el de la inmigración clandestina no es un camino de rosas. Que migrar es un derecho, pero que hay que ejercerlo conociendo los riesgos a los que uno se expone.

Babs nació en Gandiol, un pueblito pesquero de la región de Saint Louis, donde la inmigración es el pan de cada día. Esta ciudad y este distrito están pegados al mar y desde aquí salieron los primeros cayucos que intentaban alcanzar las costas canarias a principios del siglo XXI: casi la mitad de los 30.000 migrantes que recibieron las islas Canarias provenían de Senegal.

Por experiencia propia, Babs desearía que los jóvenes se lo pensaran dos veces antes de tomar la patera, algo que él considera "un suicidio" tan vigente ahora como cuando él se aventuró a hacerlo: en 2018 más de 4.500 personas fallecieron o desaparecieron en las rutas migratorias de todo el mundo, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). De estas, casi la mitad intentaron cruzar el Mediterráneo. "Tengo amigos empeñados en venir, y si les digo que no lo hagan, soy el enemigo. ¿Qué puedo decir? En calidad de vida ganamos, pero en tranquilidad... —cavila— Vas a dejar a tu mujer y tu hijo para meterte aquí y sufrir 10 años más sin verlos. Con todo lo que he vivido, yo ahora valoro más estar con mi familia que andar por ahí. Esta mentalidad la llego a tener con 14 años y de mi país no me muevo", resalta.

A las cinco y media de la tarde se pone el sol en Gandiol. Sentado en la proa de una de esas inmensas naves de pesca de vivos colores, Khadim Diop observa cómo los últimos rayos de sol despiden el día y tiñen el cielo de miles de tonos naranjas, amarillos, violetas y rosados. Dice que le gusta pasar ratos allí, disfrutando de la luz y del silencio solo interrumpido por las bandadas de pelícanos. A sus 18 años, Khadim tiene claro su futuro: terminar bachillerato, estudiar relaciones internacionales y comerse el mundo. Todo desde Senegal. "Estoy bien en mi pueblo, emigrar no me llama la atención. Salir y dejar a tu familia detrás, sobre todo a tu madre, y estar muchos años sin verla... No es fácil", cavila. Sabe de qué habla. Porque Khadim es el hermano pequeño de Babs y vivió su marcha repentina cuando era un niño de cuatro años.

Con el tiempo, la historia de estos hermanos ha tenido un desenlace feliz porque Babs vive dignamente en Barcelona, pero es cierto que verse una vez al año nada más, entre otras cosas, no es plato de buen gusto. Se echan en falta. Así que el pequeño de los Diop lo tiene muy claro: "Quiero viajar para conocer mundo, pero después volveré. Cuando sea mayor quiero hacer algo aquí para que digan: esto lo ha hecho Khadim y lo ha dedicado al pueblo", resuelve con orgullo.

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