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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

La desigualdad ahoga a Guatemala

Un nuevo informe revela las devastadoras cifras de desigualdad social existente en el país centroamericano, donde ser mujer rural e indígena se convierte en una condena

Una niña bebe agua de un pozo en la aldea San Andrés de Moyuta (Guatemala).
Una niña bebe agua de un pozo en la aldea San Andrés de Moyuta (Guatemala).Esteban Biba (EFE)

Hace cuatro años, decenas de miles de guatemaltecos de diferentes edades, condiciones sociales, ideologías y religiones llenaron las plazas en su 15M particular, impulsados por la indignación ante la corrupción y la situación social. Los cambios políticos ocurridos desde entonces no han conseguido cerrar todavía las enormes brechas sociales que se denunciaron.

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La sociedad guatemalteca sigue dividida entre unos pocos que tienen grandes privilegios y una gran mayoría de población excluida. Las mujeres rurales e indígenas se ven especialmente alejadas de cualquier atisbo de igualdad de oportunidades.

El ascensor de la movilidad social está roto. La acción del Estado no reduce la desigualdad, al contrario, el Estado, débil y capturado por las élites, contribuye a aumentarla.

Todo esto se pone de manifiesto en  Entre el suelo y el cielo, un informe que recoge un análisis multidimensional de la desigualdad en Guatemala. Este documento utiliza una metodología desarrollada por Oxfam junto a la London School of Economics, con la que ya se han estudiado las brechas sociales en España. Permite analizar las desigualdades en varios ámbitos de la vida: salud, educación, participación política, trabajo, condiciones de vida y seguridad.

En el caso del país centroamericano, los resultados del análisis son demoledores. En el cielo social se encuentra el 1% de los más ricos que se llevan los mismos ingresos que la mitad de la población, y las grandes empresas –solo 3% de las empresas formales– acumulan el 65% de los beneficios generados en el país.

La desigualdad extrema cuesta vidas y afecta la salud de las personas que se encuentran en el suelo social. Así, la mortalidad infantil es 3 veces mayor entre el 20 % más pobre y el más rico. Al mismo tiempo, debido a la insuficiencia alimentaria crónica que padecen, las niñas indígenas pueden medir hasta 14 centímetros menos que la media de su edad.

Debido a la insuficiencia alimentaria crónica que padecen, las niñas indígenas pueden medir hasta 14 centímetros menos que la media de su edad.

El principal motor del ascensor social, la educación, no funciona porque el acceso a la misma está reservado para aquellos que se encuentran en las capas superiores. Una persona pobre tiene 38 veces menos probabilidades de acceder a la universidad. La brecha se perpetúa: un estudiante cuya madre tiene un posgrado tiene una probabilidad quince veces mayor de aprobar matemáticas que si solo tiene una educación básica.

La inseguridad, una de las lacras del país, también es un espejo de desigualdad. Solo el cielo es seguro porque se protege solo a quien puede pagarlo. Hay diez veces más agentes de seguridad privada que policías.

Todo hace que el suelo sea pegajoso y cueste salir de él por méritos propios. Además, el Estado guatemalteco no hace lo suficiente para revertir esta situación. Dicho de otra forma, no tiene la potencia fiscal necesaria para poner en marcha el ascensor social. La recaudación de impuestos es de tan solo el 10% del PIB, la mitad de lo necesario para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Guatemala es un Estado con desnutrición fiscal crónica al contar con una de las recaudaciones más bajas del mundo. En España la recaudación es del 34,5% del PIB, una cifra baja comparada con otros países europeos ya que Francia recauda el 48,4% e Italia el 42,4%. Imaginen que en España solo hubiese –por no poder pagarlos– menos de un tercio de las escuelas, hospitales, pensiones y carreteras de las que ahora existen.

El ascensor podría funcionar. Hay propuestas sólidas para hacerlo que pasan, entre otras cosas, por mejorar los servicios públicos de educación y aumentar el presupuesto educativo hasta alcanzar el mismo nivel de inversión que el promedio de los países latinoamericanos. Hay que universalizar el sistema de salud e impulsar una política de ingreso mínimo que garantice la protección social. Asimismo, asegurar que el derecho a la alimentación de la población sea una prioridad en los presupuestos y las instituciones. Todo esto acompañado de una reforma tributaria progresiva y efectiva para que el Estado tenga los recursos que necesita.

La sociedad guatemalteca, junto a sus responsables políticos y económicos, necesita arrancar el ascensor de la movilidad social para que la distancia entre el suelo y el cielo sea cada vez menor. O como decían en aquel 2015 las personas que se manifestaban en las plazas: "¡Por un mejor país, con más equidad!".

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