La defensa de Madrid
Se perpetúan los estereotipos que en muchos lugares de España se tiene del nacionalismo español y de Madrid como centro neurálgico del conservadurismo y del fascismo
"Madrid será la tumba del fascismo”, leo el pasado 15 de enero en una pancarta durante la concentración de solidaridad con las feministas andaluzas en protesta al recién instaurado triunvirato de (ultra)derecha. Estamos en la Puerta del Sol, entre el edificio en el que se albergaba la Dirección General de Seguridad, actual sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, y el cartel luminoso de Tío Pepe. Pienso en las contradicciones de esta maravillosa ciudad. Por una parte, la larga historia de resistencia antifranquista, las primeras manifestaciones feministas a favor del aborto en la Transición, los indignados del 15-M, la multitudinaria concentración del 8-M de 2018, los locales anarquistas de Lavapiés. Por otra, Madrid también es ese edificio de la Presidencia donde no hay ni un solo recordatorio de la función siniestra que tuvo durante el franquismo; las misas en honor a Franco cada 20-N; Hogar Social; una mujer en el Rastro con una chupa en la que ha bordado el aguilucho franquista; la concentración del pasado domingo en Colón donde un señor defiende los toros (algo deben tener que ver con la unidad de España) y dice: “A los que no les guste, que se vayan a Francia”, y otro asegura que ha llegado el momento de la “mano dura” (así, en general). Los líderes políticos dejan pocas palabras y una foto de familia profética. Casado llama a “la reconquista del corazón de los españoles”; Rivera, el que no quería tocar a Vox ni con un palo, posa en la foto a dos pasos de un Abascal que pide la suspensión de la autonomía de Cataluña y que se detenga a Torra. En Twitter, su partido reprocha a Cs que lleve a la manifestación banderitas europeas. Acomplejados, les llaman. Qué más da, por España se aguanta lo que haga falta.
Los que se llenan la boca defendiendo la unidad de España parecen no entender (o sí, y les da igual) que su beligerancia contra la pluralidad y el sentimiento nacionalista periférico en cualquiera de sus manifestaciones (hasta las no rupturistas) hace que el hilo siempre frágil que une el centro con las periferias se erosione más. Perpetúan los estereotipos que en muchos lugares de España se tiene del nacionalismo español y de Madrid como centro neurálgico del conservadurismo y del fascismo. Por otra parte, muchas personas que no tienen identidades en conflicto con la española no comparten el ideario retrógrado, monológico, excluyente, insolidario, machista, oportunista, violento, xenófobo de los “salvadores” de España. España está dividida, pero atribuir esta división exclusivamente a los deseos independentistas es falsear la realidad. Está divida porque buena parte de su población (dentro y fuera de Madrid) no se siente representada en un proyecto que sigue defendiendo la sacrosanta unidad a través de la fuerza (recordemos que uno de esos tres partidos quiere “reformar” la Constitución). Por eso los manifestantes gritan en Colón “Viva la Policía Nacional” o “Viva la Guardia Civil”, porque cuentan con ellos para cumplir su función represora (a pesar de que su función es protegernos a todos). Su proyecto de unidad no es sólo territorial, es totalizante y regresivo: la cultura nacional: los toros; el idioma: el español; la mujer: a parir y garantizar el futuro de las pensiones, sus úteros al servicio del capital; los gais: de vuelta al armario, que el matrimonio es para varón y mujer (Rivera, no nos creemos tus banderitas multicolor); la justicia social: ¿y eso qué es?.
"Madrid será la tumba del fascismo". Ojalá.
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