Otra década perdida para Latinoamérica
Crecimiento mediocre, aumento del desempleo y la pobreza en los últimos años, estancamiento de la desigualdad. Las razones y las recetas para salir adelante
Latinoamérica está completando otra década perdida. Así se llamó aquella de los años ochenta, cuando se recuperó la democracia en muchos de sus países, pero explotó la crisis de la deuda. Ahora lleva desde 2011 sin alcanzar un solo año de crecimiento fuerte, superior al 4%, necesario en forma sostenida para que estos países de ingresos medios y bajos logren el desarrollo. Desde 2012 y hasta 2018 se han combinado años de expansión baja e incluso dos de contracción del PIB regional. El pronóstico para 2019 tampoco es mejor. Atrás quedó la primera década de este siglo XXI en la que las economías latinoamericanas, con sus notables diferencias entre sí, crecían rápido y reducían el desempleo, la pobreza y hasta la desigualdad, mientras otras regiones se expandían a costa de mayor inequidad. En los últimos años, en cambio, han vuelto a aumentar el paro (al 7,8% en 2018) y el porcentaje de pobres (al 30,7% en 2017) y se han estancado las mejoras en la distribución del ingreso. ¿Por qué la región sufre otra década perdida?
“Más allá de los efectos del ciclo económico sobre la dinámica de crecimiento, los países de América Latina y el Caribe arrastran importantes retos estructurales que limitan sus posibilidades de avanzar de manera persistente en sendas de crecimiento y desarrollo sostenibles e inclusivas”, responde la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la mexicana Alicia Bárcena. “Entre los factores estructurales cabe destacar la heterogeneidad productiva y la baja productividad asociada a ella. La alta prevalencia de un gran número de empresas moviéndose en el llamado sector informal se traduce en una estructura productiva con poco contenido tecnológico, lo que redunda en una composición exportadora de la región que en promedio muestra alta concentración, sobre todo en materias primas y bajo contenido tecnológicol”, advierte Bárcena, que también alerta sobre la brecha social que convierte a la región en la más desigual del mundo y que no sólo atañe a la distribución del ingreso sino también al déficit de sanidad, educación y previsión social.
Leonardo Gasparini es un académico argentino que analiza toda Latinoamérica desde el espacio de investigación que fundó y dirige en la Universidad de La Plata, el Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas). Señala que “el crecimiento mediocre” ha sido una constante en América Latina, por lo que estos últimos años no deben ser vistos como una excepción. Lo anormal fue “el período de extraordinario” crecimiento entre 2002 y 2008, y algunos años más otros después de la crisis financiera internacional de 2008 y 2009, añade. “Se conjugaron varios fenómenos: una fuerte subida del precio de las materias primas, expansión de la demanda mundial, crecientes remesas (de emigrantes) e inversión extranjera directa, todos fenómenos que se han desacelerado o incluso detenido en la actualidad. Sin ese impulso externo, las economías latinoamericanas no son lo suficientemente dinámicas como para crecer con fuerza por sí solas: el crecimiento mediocre resulta entonces natural”, lamenta Gasparini.
En los últimos años han vuelto a aumentar el paro (al 7,8% en 2018) y el porcentaje de pobres (al 30,7% en 2017)
Pero no sólo se trata del vaivén del PIB. Bárcena admite que los progresos sociales que surgieron a mediados de la primera década de los 2000 “se han debilitado recientemente”. “A ello contribuyó el debilitamiento en la generación de empleo en un contexto de bajo y hasta negativo crecimiento económico. Relacionado con ello están aumentos más limitados de los salarios. Además, en general, el marco macroeconómico ha incidido en una reducción del espacio fiscal para políticas sociales, y su impacto para continuar bajando los niveles de pobreza y la desigualdad se ha reducido”, describe la experta desde la sede de la Cepal, en Santiago, Chile.
El boliviano George Gray Molina fue economista jefe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Latinoamérica y ahora es consultor de la ONU en Nueva York para la región. Recuerda que de 2003 a 2013 “los análisis de reducción de la desigualdad y la pobreza en la región apuntan a tres factores comunes: primero, entre 50% y 60% de los logros, a aumentos en los ingresos laborales, particularmente en estratos de baja calificación laboral (construcción, transportes, servicios de alimentación); entre 20% y 30%, al efecto de transferencias sociales para poblaciones vulnerables (transferencias condicionadas, no condicionadas, pensiones no contributivas y seguros de desempleo); y el resto, a cambios demográficos favorables, es decir, la menor tasa de dependencia de la población (menos niños y más adultos) y mayor inserción laboral de jóvenes y mujeres”. ¿Qué ocurrió a partir de 2014? “Se ven los efectos de la contracción económica sobre el mercado laboral, con aumentos en las tasas de paro, pero de manera más importante la ralentización de las remuneraciones de trabajadores de baja calificación laboral”, responde Gray Molina. El consultor recuerda el impacto de la crisis de Brasil y rescata que muchos gobiernos, pese a sufrir caídas de la recaudación tributaria, han sostenido el peso del gasto y la inversión sociales.
Quizás por eso Gasparini aclara: “El ciclo de mejoras sociales en general no se ha revertido sino que se ha estancado. La pobreza, por ejemplo, viene cayendo en la mayoría de los países de la región, pero a una velocidad muy lenta, que claramente contrasta con la reducción fuerte de la década anterior. La desaceleración del crecimiento económico seguramente explica mucho de las escasas mejoras sociales de los últimos años. A esto se suma que los programas de transferencias monetarias masivos que se implementaron en la región, como el Progresa en México, el Bolsa Familia en Brasil, la asignación universal por hijo en Argentina, ya han llegado a un nivel de maduración en términos de cobertura y beneficios, a partir del cual es muy difícil expandirlos significativamente”.
El ciclo de mejoras sociales en general no se ha revertido sino que se ha estancado. La pobreza sigue cayendo, pero a una velocidad muy lenta Leonardo Gasparini, académico
¿Cómo puede la región recuperar el crecimiento fuerte e inclusivo? Bárcena ensaya una respuesta: “La capacidad de los países para acelerar el crecimiento económico depende en parte importante de impulsar un cambio estructural progresivo, esto es, provocar cambios en la estructura productiva que aumenten la participación de los sectores intensivos en conocimientos e innovación y que se asocien a sectores que impulsen la producción de bienes y servicios ambientales. Es necesario recuperar el crecimiento económico, pero éste debe fundarse en una senda baja en carbono que permita el desacople entre crecimiento y emisiones, ya que los patrones actuales de producción y consumo no son sostenibles".
Para reducir el deseempleo, la pobreza y la desigualdad, Bárcena sostiene que la primera condición es la “dinamización del crecimiento económico”. Pero también aconseja políticas laborales, como “mejorar la preparación de la fuerza de trabajo para aprovechar las oportunidades creadas por las nuevas tecnologías digitales y el fortalecimiento de las políticas de formalización laboral, conjuntamente con una efectiva inspección del trabajo”.
Pero en el corto plazo la única posibilidad de retomar la senda del crecimiento inclusivo depende de que la economía mundial se revitalice, según Gasparini. “De cualquier forma, los desafíos de América Latina están en el largo plazo y van más allá de rezar para que la economía mundial se encauce. La agenda para aumentar el empleo y reducir la pobreza es amplia: garantizar la estabilidad macroeconómica, aumentar la productividad, expandir la educación, proteger el empleo, reducir la informalidad, aumentar la progresividad fiscal, mejorar la eficiencia del gasto público, ampliar el crédito”, enumera el director del Cedlas de la Universidad de La Plata.
Gray Molina observa que “la apuesta por una mayor calificación educativa, mejores ingresos laborales y casi automático ascenso social, que marcó el periodo 2003-2013, no podrá ser replicada a futuro sino que se requiere de mucha mayor imaginación en la política industrial, laboral, social y de género para construir salidas progresistas y ambientalmente sostenibles en América Latina”. Por eso, señala que la región se encuentra "en medio del río del desarrollo sostenible", pero “harán falta nuevos caballos para llegar a buen destino”.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.