Un 23 de enero
Me entero de la autoproclamación de Guaidó en Venezuela.Pienso en mi madre, que se fue molestísima por “haber nacido en una dictadura y morir en otra”
La autoproclamación de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, me pilló en la Semana de la Alta Costura en París. Mundos no tan opuestos, sobre todo para mí que desde que soy niño he vivido entre el glamour y el tercer mundo. Algunos amigos y seguidores criticaron mi aparente falta de empatía a lo que acontecía en Venezuela. De poco sirve expresar que de un tiempo a esta parte prefiero tomarme con cautela todo aquello que sucede en mi convulsionado país de origen. Igual que lo hace la Comunidad Europea. Decidí reunirme con un amigo de infancia, que también ha desarrollado su talento y vida en Europa y nos sentamos con nuestros cónyuges a debatir sobre la situación venezolana en un bar de la rue de Buci. “Igual lo hicieron nuestros padres en los años sesenta”, comenta Elías mientras miro por el ventanal el bullicio de gente, señales de neón, coches y nieve revoloteando en una de las calles más distintivas del barrio latino. “Mucha gente se hizo millonaria con el petróleo de Venezuela. Yo no”, murmuró. “Me fui y España me dio casa, marido y trabajo”. “Si algo cambia en Venezuela, Boris, ¿volverías?”, preguntó la esposa de mi amigo. Los dos sabemos que no.
Esta semana ha coincidido con otro faux pas del Brexit y así como Londres se desluce, París luce de nuevo. La clave me la dio el espectáculo autobiográfico con el que Jean Paul Gaultier llena cada noche el Folies Bergère, combinando temas como el amor, las ganas de triunfar y modificar un mundo sumado a las ansias de cumplir tus sueños de adolescente con como hacer un music-hall. Ver el Folies Bergère lleno y vibrante de excitación es también una forma de revolución. Entre el público descubro a Louboutin, el célebre zapatero de las suelas rojas y comparto sus pasos hasta el baño de caballeros, que posee una semiluna de urinarios casi fluorescentes. ¡Es el Folies Bergère! Gracias a la semiluna, me coloco a espaldas de Louboutin y me alivio tranquilo, sin salpicar sus zapatos tornasolados.
Los desfiles de alta costura tienen mucho de alta organización, casi comparable al equilibrio que juegan las fuerzas armadas en una dictadura. Todo es milimétrico, el número de invitados, la rigurosa puntualidad, la hechura de los trajes. Los saludos son cortos y al bies, salvo Amanda Lear, la reina de la ambigüedad, que opina sobre los chalecos amarillos que desafían el gobierno de Macron y también sobre los chalecos de plumas rosadas que van de un lado a otro en la pasarela. La alta costura es también un laboratorio de ideas, la fusión de tendencias y tradición mientras los instagramers reclaman en la puerta del desfile “más democracia, nosotros también somos front row”.
Sobre mi asiento hay un cartón con mi nombre escrito en tinta negra y caligrafía manual. Allí me entero de la autoproclamación de Guaidó en Venezuela.Pienso en mi madre, que se fue molestísima por “haber nacido en una dictadura y morir en otra”. Pienso en mi padre, que vive en Caracas advirtiendo que no se irá de ella porque “quiero ver el final de la película”. Pienso en mi hermano, con su familia repartida en países diferentes, como otros miles de venezolanos. Mis amigos en el desfile advierten mis lágrimas. “No es por felicidad ni tristeza, sino por un cambio”, informo. Pero ellos entienden que me refiero a cambiar de ropa para la siguiente actividad.
Pero, no, siento que viene un cambio. Y lo siento en París, disfrutando el caos que se desata mientras Catherine Deneuve se desplaza para saludar al diseñador. Deneuve ha subastado su importante colección de trajes diseñados por Yves Saint Laurent, que narran la historia de una amistad que en algún momento pudo ser amor. Juntos, Saint Laurent y Deneuve convirtieron esa ambigüedad en poder. Y juntos representaron Francia, su hambre de talento, su esfuerzo, su savoire faire y su love affair con las revoluciones. Saint Laurent murió acompañado por sus fantasmas, Deneuve vive y reina en el cine francés. Cuando entró a la conferencia previa a la subasta, para comentar sus trajes delante de invitados como Sigourney Weaver, colocó su bolso en el suelo, indicando que empezaba y lo levantó más tarde para dar a entender que terminaba. Exactamente igual que Isabel de Inglaterra: comunican sus decisiones a través de los movimientos de su bolso. Algo que nunca cambia: anhelamos revoluciones y adoramos reinas.
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