Juan Guaidó, el delfín de Leopoldo López que tomó por sorpresa el mando de la oposición
El jefe de la Asamblea Nacional, de 35 años, se declara presidente encargado de Venezuela
Juan Guaidó ha pasado en menos de tres semanas de ser un desconocido para los que no siguen a diario el rompecabezas de la oposición venezolana a encarnar, para los críticos con el chavismo, las esperanzas de cambio frente al régimen. El nuevo presidente de la Asamblea Nacional, el Parlamento de mayoría opositora que en 2017 fue anulado por el chavismo y sigue funcionando despojado de sus funciones, se proclamó este miércoles como sustituto de Nicolás Maduro, cuyo segundo mandato considera ilegítimo. El principal promotor de las marchas que movilizaron a cientos de miles de manifestantes desafió al Gobierno y se postuló para pilotar un proceso de transición en Venezuela. Este joven político de 35 años salió aparentemente de la nada y hoy alienta las expectativas de millones de personas.
Pero, ¿quién es Juan Guaidó? Para tratar de entenderlo es útil repasar su última declaración de intenciones, difundida horas antes del comienzo de las protestas. “Recuerdo las palabras de mi hermano Leopoldo López, quien hoy se encuentra injustamente preso por levantar su voz contra el régimen, ese mismo que hoy usurpa el poder. Nuestra lucha continúa”. Esas palabras son las que el líder del partido Voluntad Popular, en arresto domiciliario desde 2017 tras pasar más de tres años en la cárcel de Ramo Verde, pronunció el 23 de enero de 2014: “Queremos hacer un llamado a los venezolanos (…) a que nos alcemos ante lo que significa un Gobierno que quiere impulsar la opresión de nuestro pueblo”.
Guaidó, diputado de esa formación por el Estado de Vargas (norte), representa hoy lo que la oposición venezolana se dejó por el camino en medio del hostigamiento del oficialismo: la unidad o, al menos, el intento de conciliar ese espectro de sensibilidades, tradiciones e incluso ideologías que conformaban la desaparecida Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
“Representa una gran sorpresa y, evidentemente, detrás de esa sorpresa hay un vínculo generacional importante que tiene que ver con unos estudiantes que se rebelaron en su momento contra la idea de una reelección indefinida”, apunta Michael Penfold, analista político y profesor de la Universidad de los Andes.
Guaidó estudió ingeniería en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas y, según su currículum, continuó su formación con dos posgrados en gerencia pública, uno de ellos por la Universidad George Washington. “No es casual que su posición haya logrado aglutinar factores muy diversos. Tiene esa destreza política. Lo que estamos viendo lo hacía dentro del partido, ha logrado combinar grupos que tenían estrategias muy diferentes. La gran pregunta es si esto es sostenible”, continúa Penfold.
En las últimas dos semanas, Guaidó ha arengado a decenas de miles de personas en asambleas vecinales llamadas cabildos abiertos para tomar el pulso del malestar ciudadano, más que evidente, pero que estaba soterrado desde la ola de protestas de 2017 que dejaron alrededor de 150 muertos.
Su discurso contra el régimen no tiene matices, pero tuvo un fondo calculadamente difuso en lo que respecta a los procedimientos con los que pretende poner en marcha un proceso de transición. Al menos hasta ayer. “Ha manejado una especie de ambigüedad deliberada cuando dice que a él le toca tomar las funciones del presidente porque Maduro es un usurpador. Pero también sabe que una juramentación sin tener la fuerza o la capacidad para convertir ese hecho simbólico en un hecho real de poder puede convertirlo primero en un nuevo preso político y [suponer] su fin, pero sobre todo puede ser una gran frustración”, considera Luis Vicente León, presidente la encuestadora Datanálisis.
Guaidó llegó a la presidencia de la Asamblea Nacional el pasado 5 de enero casi porque no había otras opciones viables. Tras la toma de posesión de Maduro dijo estar dispuesto a tomar las riendas del cambio, ya que según la interpretación de la oposición, este nuevo mandato, que se prolongará hasta 2025, es inconstitucional. Tres días después fue detenido por la policía política, el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), mientras se dirigía a un acto. Fue puesto en libertad al cabo de una hora y el Gobierno desautorizó lo ocurrido.
Oferta a los militares
Sobre todo desde ese momento, se disparó su proyección pública. En diciembre, recuerda León, la mayoría de los líderes opositores venezolanos no tenían más del 25% de aceptación popular. En un país donde cerca del 80% de los ciudadanos asegura querer un cambio, esos datos mostraban que tampoco la oposición lograba conectar con la gran mayoría de esa población.
¿Qué ha pasado? “La gran pregunta es cómo un país que estaba aletargado se ha movilizado tan rápidamente en un contexto donde el liderazgo opositor estaba muy debilitado. Hay un sustrato detrás del descontento que tiene que ver no solamente con la depresión económica e hiperinflación. El país empieza a buscar salida y encuentra en esta figura una respuesta diferente, abierta, distinta”, opina Penfold.
Hay otro elemento que, al margen del apoyo internacional que ya ha recibido, empezando por Estados Unidos, tiene que ver con el papel de las Fuerzas Armadas, que históricamente han resultado decisivas para determinar los equilibrios del poder en Venezuela.
La amnistía que el dirigente opositor ofreció a los militares que abandonen a Maduro puede tener efectos. “Básicamente, es una estrategia clásica de reducción de costo de salida tratando de promover la fractura dentro del sector militarista y chavista”, analiza León. “Una fractura que, por cierto, es vital para poder tomar el poder. Sin el sector militar en Venezuela es absolutamente imposible hacer eso. Por tanto, creo que Guaidó toma una posición inteligente”. Queda ahora por ver si su estrategia resultará sostenible en el tiempo.
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