Lázaro Rosa-Violán: "La gente tiene tanta información que se ha puesto a mezclar estilos y le salen unos churros..."
El último proyecto del interiorista, el Bless Hotel Madrid, es madrileño sin complejos. Pide que si le copian, que lo hagan bien y que le den mil vueltas. "Eso quiero"
Cuenta el interiorista Lázaro Rosa-Violán que, cuando llegó a Madrid en los años ochenta, se encontró una ciudad muy divertida, pero desconcertante en términos decorativos. "Yo me había criado en Bilbao, y desde siempre era aficionado a todo esto, a ver casas bonitas, quizás porque allí estaba rodeado de un círculo que tenía casas increíbles y todo era mucho más refinado", recuerda. "Así que al llegar a Madrid la impresión fue muy fuerte. Me encontré con gente que se lo pasaba muy bien, que vivía muy bien, pero con unas casas muy rancias y con unos padres cuyas casas eran más rancias todavía".
Menciona los muebles castellanos, el hierro forjado, los recibidores con bancos forrados de eskai, los cuadros bucólicos puestos de cualquier forma y las puertas con cortinilla: todo un compendio del estilo madrileño clásico que ahora, pasado "un tiempo de duelo", reivindica sin complejos en BLESS Hotel Madrid, un nuevo establecimiento perteneciente a la cadena BLESS Collection Hotels que acaba de abrir sus puertas en pleno corazón del barrio de Salamanca, en el edificio que antiguamente ocupaba el Gran Hotel Velázquez, y que de ahora en adelante quiere erigirse en "el primer templo del lujo hedonista".
— ¿Este hotel es un homenaje a aquel Madrid que tanto le impactó?
— Creo que es algo necesario ahora que en Madrid hay un interés macrodecorativo y el interiorismo está en auge, quizás excesivo. Yo creo que la gente se ha vuelto loca. Así que he querido reflejar esta visión retro de la historia de Madrid en el interior del hotel, en las habitaciones. Si te fijas, hay cortinillas de casa de abuela, cuadros que no acaban de casar, cosas heredadas… Yo soy un súper defensor de Madrid. Por eso también hemos hecho algo muy avanzado que va más allá de los detalles románticos. Este es un hotel contemporáneo y no es una réplica de nada. Todas las referencias al pasado están estilizadas, pero creo que muchas personas las reconocerán.
— Usted ha sido uno de los primeros interioristas en volver a reivindicar el estilo castellano.
— Es que en España tenemos un estilo, el castellano, que nadie toca. Y eso que tuvo una época gloriosa desde los años treinta hasta los sesenta. En Estados Unidos lo llamaron estilo español, y fue una mezcla bastante agresiva entre el mueble castellano, lo andaluz, lo ibicenco y hasta las películas del Zorro. La gente, en decoración, no quiere purismo, sino connotaciones que evoquen algo.
— ¿Y por qué este estilo ha tardado tanto en regresar?
— Tuvo su tiempo de duelo lógico, porque se había abusado mucho. Todos aquellos hoteles de la Costa Brava, aquella forja mal utilizada… Yo lo reivindiqué cuando hice una tienda para Pull&Bear con gotelé y suelo de parqué pequeñito.. ¿Qué iba a hacer, un rollo japonés? Si los jóvenes no pueden ir a Japón... ¿Qué le puede parecer más cachondo a un estudiante que encontrar la ropa que le gusta en una tienda que se parezca a las casas que se alquila cuando va de vacaciones a Benidorm, Las Palmas, Lloret o Laredo? No tiene sentido hablarle de las Maldivas, porque no le ha dado tiempo a llegar.
— ¿Madrid ahora es una ciudad mejor decorada?
— Yo creo que hay un exceso de decoración por decoración. Y aquí es extremado, sobre todo en lo que yo llamo proyectos collage. La gente tiene tanta información que se vuelve loca y lo mezcla todo. Y para mezclar hay que tener mucha mano. Yo cuando amontono cosas tengo claro el público objetivo, el sitio donde estoy, lo que quiero contar. El problema de esto es que ahora hay tantos recursos que la gente se siente excitada. Ponen flores estilo gótico inglés, muebles de bambú, cosas que han visto en las revistas. Mezclan y les salen unos churros… Aquí, en este hotel, vamos a ser más precisos. Todo es mucho más sutil.
Una terraza que se llama Picos Pardos Sky Lounge
El nuevo hotel reserva el sosiego doméstico para las habitaciones. En las zonas comunes y de restauración, Rosa-Violán y su equipo han creado espacios llenos de estímulos visuales, intención lúdica y guiños a la historia del edificio. La escalera de mármol, la fachada y la cúpula ya estaban en el anterior diseño del edificio, y aquí han sido filtrados a través de una sensibilidad equilibrada que llega también al restaurante del hotel, ETXEKO, con el que Martín Berasategui desembarca en Madrid. El humor lo ponen los nombres de los espacios: el rooftop se llama Picos Pardos Sky Lounge y la bolera, Fetén Clandestine Bar. Son toques de orgullo castizo no del todo habituales en el mundo del interiorismo madrileño.
— ¿Cuál es el mayor error, en términos de decoración, que se ha cometido en Madrid?
— Por poner un ejemplo, los italianos, que son muy buenos diseñadores y muy malos interioristas (ojo, estoy generalizando), tienen algo muy bueno, que es que cuando estás en Italia siempre sabes que estás en Italia. En Venecia hay un solo hotel verdaderamente bonito, pero hay varios hoteles con mucho rollo, porque en ellos sabes que estás en Venecia. Y en Madrid a la gente le ha dado miedo ser madrileña. Tienes que atreverte a dar un sello, y eso a la gente le molesta. La gente aquí pide mesas grandes en los restaurantes, mínimo de 80 por 80, y luego se van a París y comen tres personas en mesas de 50 por 50 y están encantados. Aquí no puedes proponer esto. Aquí te piden luz, aunque estén felices en restaurantes neoyorquinos en los que casi necesitan el mechero para ver el vino que les están sirviendo. En Madrid echo en falta un poco más de coraje. Sobre todo porque es una ciudad abierta, con gente de muchos sitios. ¿Por qué la gente va a la Ardosa? Porque quieren respirar Madrid.
— Hay quien le etiqueta como ese hombre que diseña todos (o casi todos) los lugares de moda en España.
— No es verdad, porque aquí casi no hacemos nada. Cuando leo entrevistas donde dicen "Lázaro, el tío que lo hace todo", queda fatal, y además me pone en una situación de excusarme. Y no tengo por qué hacerlo, porque llego hasta donde llego. Además, es anticomercial. Ningún cliente quiere encargar algo a un tío que se lo hace a mucha gente. Y lo peor es que es falso, porque en España hago un 10%, si llega, de todo mi trabajo. Eso se debe a la falta de información.
— O a que la gente ve espacios que parecen suyos aunque no lo sean…
— El problema es que hay mucho lazaruelos. A veces me llama gente felicitándome por proyectos que no son míos. El otro día me pasó. Me llamó un conocido y me dijo que estaba en un restaurante mío, y yo no había estado ahí en mi vida.
— Bueno, es que su nombre se ha convertido en sustantivo.
— Sí, en restauración muchos cocineros hablan de "hacerse un Lázaro". A mí me gustaría que cuando describieran un lázaro describieran algo que funciona, que tiene coherencia y sentido. Eso es lo que quiero, porque tenemos la suerte de haber hecho cosas de mucho éxito. Pero "hacerse un lázaro" es cuando un cocinero dice "como no te puedo pagar, cojo cosas de varios sitios y lo pongo todo junto". Eso es falso. Primero, porque yo no cobro más que la mayoría de la gente de mi perfil. Nadie me puede decir que no me ha contratado porque no me puede pagar. Lo que pasa es que es muy fácil copiar.
— ¿Y qué le molesta más, que le copien bien o que le copien mal?
— Si me tienen que copiar, que me copien bien. Incluso que me den mil vueltas. Es lo que quiero.
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