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Tribuna
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Tiempo de descuento

Es necesario pasar la página de una austeridad que ha dañado la cohesión social y el crecimiento potencial de la economía

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, interviene en el debate en el Congreso sobre la senda de estabilidad presupuestaria del Gobierno.Vídeo: Eduardo Parra (Europa Press) / EPV

La aprobación este jueves del objetivo de estabilidad presupuestaria da el definitivo pistoletazo de salida al trámite para la discusión de los Presupuestos Generales del Estado.

Como es sabido, estos presupuestos llegan al Congreso respaldados por un acuerdo previo entre Unidos Podemos y el Gobierno con el que se empieza a dejar atrás la austeridad. Los principales pilares de ese acuerdo son ya públicos: el mantenimiento del poder adquisitivo de los pensionistas, una reducción de las tasas universitarias a los niveles previos a la crisis, la eliminación de los copagos y un aumento importante del presupuesto en dependencia.

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Asimismo, se incrementa la prestación por hijo a cargo, progresa la equiparación de los permisos de maternidad y paternidad, y se impulsa la educación entre los 0-3 años, tan necesaria para la igualdad de género. Estos avances serán financiados con una fiscalidad más justa —se eliminan algunos privilegios que favorecen a las rentas más altas—, y vienen además rubricados por una subida del SMI a 900 euros mensuales.

Pasar la página de una austeridad que ha dañado la cohesión social y el crecimiento potencial de la economía —dejando profundas cicatrices— es sin duda necesario. Pero la importancia de los Presupuestos que se van a discutir a partir de enero va mucho más allá.

Estamos en el tiempo de descuento de la legislatura actual. En el caso de que estos Presupuestos no se aprueben, las reformas anteriores no echarán a andar. Y estaremos además abocados a un adelanto electoral que bien podría ofrecer un resultado similar al que ha tenido lugar en Andalucía.

El problema de que un resultado análogo se produzca en el conjunto del país no es “que ganen las derechas”, algo evidentemente democrático y legítimo. El problema es que ganarían unas derechas hoy por hoy secuestradas por la extrema derecha, lo que conllevaría riesgos evidentes de involución democrática en nuestro país.

Precisamente por ello, quienes defendemos la idea de que el ciclo político que se abrió con el 15-M debe terminar alumbrando un proceso de profundización democrática —basado en el fortalecimiento de los derechos sociales y en la convivencia plurinacional— tenemos un reto enorme. O se consolida la mayoría política y social que se articuló en torno a la moción de censura, o se aborta el proceso de cambio.

Terminó la hora de pensar en el siguiente golpe de efecto, en el siguiente regate corto. La construcción de un país generoso, cuya patria sea garantizar que todos llegan a fin de mes, hablen la lengua que hablen, exige instalar la cultura del acuerdo y de la negociación.

El portavoz del PDeCAT en el Congreso, Carles Campuzano, recordaba recientemente que “no se puede gobernar España contra Cataluña”. Y es cierto, esa es una vía muerta por mucho pirómano que quiera convencernos de las virtudes purificadoras del fuego. Pero tampoco se puede gobernar una España plural sin Cataluña.

Construir un nuevo proyecto de país no solo requiere salir del bucle de la unilateralidad en Cataluña. Precisa también de un primer paso que sirva para cimentar futuros acuerdos. Por eso estos Presupuestos son mucho más que un movimiento para dejar atrás la austeridad. Son la condición de posibilidad para seguir dialogando mañana.

Si ERC y PDeCAT no permiten la aprobación de estos Presupuestos, no solo tendrán que explicar a los catalanes los motivos por los que una bandera impide mejorar sus condiciones de vida. Tendrán que explicarles también cómo su estrategia para sacar a Rajoy de la Moncloa no sirvió más que para preparar el retorno de Aznar, ahora en forma de coalición de las tres derechas.

Del mismo modo, Pedro Sánchez cometería un enorme error si pretende volver al antiguo PSOE. Competir con las derechas en elevar la temperatura del termómetro nacionalista solo servirá para reforzar el discurso de dichas derechas.

En este tiempo de descuento en el que nos encontramos debemos trabajar a fondo por la construcción de esa mayoría política que permitió la moción de censura. El filo en el que se va a mover la legislatura durante los próximos meses determinará si España cae del lado de un proyecto que actualmente no propone más alternativa que prolongar la austeridad y un nuevo 155 de carácter infinito, o del lado de un proyecto de profundización democrática que articule un nuevo contrato social y territorial. No tendremos segundas oportunidades. No valdrá después llorar lo que ahora no hemos sabido acordar.

Nacho Álvarez es secretario de Economía de Podemos y profesor en la Universidad Autónoma de Madrid.

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