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Columna
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La autonomía como valor instrumental

Inquieta que el probable encuentro de Sánchez con Torra pueda ser el inicio de reformas bilaterales que repercutan negativamente en los demás

Francesc de Carreras
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en la sesión de control al Gobierno del Senado el pasado 18 de diciembre.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en la sesión de control al Gobierno del Senado el pasado 18 de diciembre. Juan Carlos Hidalgo (EFE)

Vox quiere convertir el Estado de las autonomías en un Estado centralizado: “Un solo gobierno y un solo parlamento para toda España”, dice en su programa. Me parece una barbaridad, un puro disparate, aunque les pueda dar votos. Es lo que suele suceder con las propuestas populistas: son soluciones simples a problemas complejos. Casi 40 años construyendo el Estado autonómico para dar marcha atrás, eliminarlo de golpe e implantar un Estado centralizado. Sería peor el remedio que la enfermedad.

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Pero en algo tiene razón Vox: el Estado de las autonomías necesita reformas y estas no pueden hacerse bilateralmente, pactando el Gobierno central con un Gobierno autonómico determinado, como ha sucedido en muchos casos, sino que en estas reformas deben participar todos, tanto el Estado central como las comunidades. Es la única manera de que al tener voz estas comunidades se sientan corresponsables de las reformas.

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Por ello inquieta que el probable encuentro de Sánchez con Torra pueda ser el inicio de reformas bilaterales que repercutan negativamente en los demás. Para solucionar el “problema catalán”, que por esa vía no se resolverá, se pueden crear problemas donde ahora no los hay. El Estatuto de 2006 es un precedente del que aprender. Más todavía cuando las reformas siempre suelen basarse en un falso axioma: “Cuanta más autonomía, mejor”. Eso no es así. La autonomía de las comunidades es un valor instrumental al servicio de otros valores sustanciales de superior rango. Todo ello requiere una pequeña explicación.

Desde la idea de contrato que formularon Hobbes y Locke, el Estado no es otra cosa que un medio para garantizar que las personas sean libres e iguales. Ahí está el fundamento básico del Estado liberal y democrático. Para que este Estado, entendido como conjunto de instituciones políticas, garantice estos valores de libertad e igualdad, varios son los sistemas organizativos, entre ellos, desde un punto de vista territorial, el centralismo y la descentralización. Ambos pueden ser útiles para los fines sustanciales del Estado. No es más democrático y liberal, si se quiere más de derechas o de izquierdas, Francia (centralista) que Alemania (descentralizado). Ambos sistemas organizativos son instrumentos para alcanzar la finalidad principal: garantizar los valores sustanciales, la libertad y la igualdad.

La autonomía, por tanto, no es un valor absoluto y primario sino relativo, un instrumento supeditado a la finalidad principal: que el Estado sea más eficaz y eficiente para hacer posible los más amplios ámbitos de libertad de las personas, como sujetos de derechos fundamentales, sin discriminación alguna. Si se quiere reformar la organización territorial se debe tener claro este carácter subordinado de la autonomía: no se trata de “cuanta más, mejor” sino “justo la necesaria” para garantizar la igual libertad de todos.

Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional y fue fundador de Ciudadanos.

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