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Tribuna
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Ninguna técnica puede realizarse en humanos sin haber sido suficientemente probada

La autora defiende que los científicos deben pensar en los problemas que pueden ocasionar los avances y adelantarse a ellos

El investigador chino He Jiankui, en su laboratorio.Vídeo: YOUTUBE

La ciencia está de moda. Últimamente, las publicaciones sobre complicados métodos científicos aparecen por doquier. Hemos leído en estos días la noticia de que un científico chino ha conseguido crear los primeros bebés modificados genéticamente. Se describió con detenimiento la técnica de edición génica, llamada Crispr Cas9, y ahora, prácticamente toda la población puede acceder a información sobre esta técnica en las redes. La edición genética, que hasta hace poco era algo que se hacía en otros países, que nos parecía lejano, incierto y únicamente representaba las bases para una futura cura de enfermedades, ha tomado forma de realidad a pie de calle.

Y eso ha originado una oleada de comentarios y opiniones, mayoritariamente en contra. Se ha calificado el experimento de monstruoso, prematuro, peligroso e irresponsable, entre otros calificativos. Pero, ¿es un experimento el nacimiento de dos criaturas?

Otros reputados representantes de la ciencia internacional han manifestado que poder conseguir el nacimiento de niños sanos sin las enfermedades que podrían heredar de sus padres sin remedio es un avance que no se puede censurar.

También hemos escuchado las declaraciones de algunos científicos, expertos y menos expertos en la técnica. Uno de ellos, a pesar de explicar de forma correcta cómo se originó y cuál es su fundamento, negó con rotundidad que pudiera utilizarse en un futuro para fines distintos a los loables para los que se creó. Pero llama la atención un comentario suyo a una pregunta del entrevistador: “Los científicos no pensamos en la ética”. Cuando, creo, los científicos, en lo que más debemos pensar es precisamente en eso: en los problemas que pueden ocasionar los avances científicos. Y adelantarnos a ellos.

Y, como siempre que tiene lugar un acontecimiento científico de este tipo, se desata la polémica. En este caso, bastante polarizada hacia la prohibición.

Pero esto ya ha sucedido a lo largo de la historia: la primera niña por fecundación in vitro ahora ha celebrado su 40 aniversario y, en su momento, desató una oleada de protestas en Gran Bretaña que se extendieron por todo el mundo. En este caso, la religión jugó un papel fundamental en advertir sobre los “terribles peligros que conllevan estas técnicas del diablo”. Y aunque hoy en día las técnicas de reproducción asistida han avanzado increíblemente y se utilizan de forma rutinaria en personas con problemas de fertilidad (e incluso en los que no los tienen), no olvidemos que son casi las únicas técnicas que se han empleado sin conocer con certeza cuáles podían ser las consecuencias.

Desde el punto de vista bioético, ninguna técnica puede realizarse en humanos sin haber sido suficientemente probada y para ello existen los ensayos clínicos. Sin embargo, no ha sido éste el caso.

¿Eso significa que puede utilizarse esta técnica igual que hemos hecho con la fecundación in vitro?

En absoluto. No debemos de repetir los mismos errores, aunque no nos haya salido mal.

Se ha discutido también del peligro que representa la edición génica: la posibilidad futura de poder elegir los embriones en función de sus características físicas: color de ojos, estatura, etc. Incluso en función de su coeficiente intelectual. Parece ciencia ficción, pero es una posibilidad que no se debería descartar.

Pero tampoco significa que deba de prohibirse el avance científico. Como siempre, tenemos que buscar el término medio del problema, y no orientarnos hacia los extremos.

La ciencia avanza, y eso es imparable. Pero habría que ser responsable en su utilización. Porque la ética no es otra cosa que eso: responsabilidad y prudencia. Y los científicos nunca deberíamos de olvidarlo.

Rocío Núñez es experta en reproducción asistida y bioética

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