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"Si me quedo en casa cuando estoy malo, ¿por qué no pedir un día de 'baja por agotamiento mental'?"


Activar el 'modo avión' laboral para protegerse del estrés se ha convertido en una necesidad

Un jueves cualquiera, a eso de las ocho de la tarde, te dispones a realizar una actividad social cuando recibes un WhatsApp de trabajo en el que te piden que presentes tal documento en una reunión. Contestas con un lánguido "ok" y te pones a repasar mentalmente en qué correo lo tenías. Sin darte cuenta, has localizado el informe y eso te ha llevado a revisar el calendario, dejar el documento a punto para la reunión del día siguiente y responder algún otro correo. En definitiva, una vez más te has liado con el trabajo más tiempo del que pensabas —y quizás deberías— a costa de tu tiempo libre y ahora tienes el móvil lleno de mensajes que preguntan "¿dónde estás?" porque llegas tarde al plan que tenías.

Es fácil sentirse identificado con esta historia. La sociedad laboral posterior a la crisis que estalló hace 10 años es también una sociedad laboral en plena revolución: la digital de las comunicaciones. Y no ha aprendido —no hemos aprendido— cuáles son sus límites. Victòria Conesa, psicóloga colegiada y coach especialista en gestión del estrés y directora de Onbalance, opina que "actualmente, en los talleres sobre estrés y bienestar que realiza en las empresas, aproximadamente un 20 % de los asistentes, están en la franja alta de vulnerabilidad y riesgo. Hace 10 años, como mucho era un 5%". Por su parte, Mireia las Heras, profesora del departamento de Dirección de Personas de IESE, añade que en la comunicación laboral "estamos desorganizados y confundimos lo urgente y lo importante".

Vivimos en una jornada laboral eterna

Precisamente la facilidad para comunicarse en soportes digitales —desde aplicaciones móviles a mensajería instantánea en el trabajo— se apunta como uno de los motivos de un estrés clásico pero renovado. Por un lado, la facilidad de comunicación instantánea hace que no seamos capaces de respetar los tiempos de los demás y vivamos en una especie de jornada laboral eterna. Por otro, la propia y constante novedad tecnológica nos condena a la obsolescencia cada poco.

"Siempre ha habido cambios", opina Las Heras, "pero ahora la velocidad es muy distinta". Y pone como ejemplo la televisión frente a tecnologías actuales. "Hasta que la televisión tuvo un alto índice de penetración pasaron décadas; a Pokemon Go le bastó con días". Eso conlleva, añade, que las tecnologías "se conviertan en obsoletas mucho más rápido", también en el entorno laboral. "Antes el escenario te permitía aprender una serie de técnicas de trabajo que duraban años, ahora el contexto es de novedad permanente. Los cambios son más disruptivos", reflexiona. Y agobiantes, podría añadirse.

Conesa sostiene que las nuevas tecnologías son grandes aliadas, aunque acaban imponiendo un ritmo de trabajo "que nos conduce a procesar mucha información en poco tiempo". Un exceso de inputs que lleva "a la parálisis por el análisis". "Hay un mal uso de ellas", explica, y prosigue: "Por ejemplo, muchas personas utilizan el e-mail como dispositivo de almacenaje de información, cuando no es su fin. Saber cómo depurar, drenar y hacer un buen uso de esas herramientas es importante. De no hacerlo, llegamos a una situación en que su uso nos puede perjudicar".

¿Y cómo puede un sistema de correo electrónico generar estrés? Por la suma de condiciones previas y novedades laborales. Las Heras, que insiste en que no hay una causa germinal del estrés laboral —"todo es multicausado"—, señala que "desafortunadamente todavía se concibe el trabajar fuera de horas o responder a mensajes del trabajo en nuestro tiempo de descanso como una muestra de compromiso y efectividad, cuando muchas veces no es más que un círculo vicioso". Y pide que se haga una distinción entre la comunicación asíncrona (la que no requiere de una respuesta inmediata: como puede ser un mail o un mensaje de whatsapp) con la síncrona (como una conversación telefónica: nuestro interlocutor llama porque espera una respuesta inmediata).

No hay que demonizar la tecnología

"Usamos la mensajería asíncrona como si fuera síncrona, y es insensato", explica. Y eso nos genera estrés, porque ese tipo de mensajes invaden nuestro tiempo —y a veces hasta nuestro espacio— personal. Nuevas prácticas, viejas reglas.

No obstante, demonizar la comunicación instantánea no tiene sentido alguno: en el fondo, no son más que herramientas. Que permiten, entre otras cosas, trabajar desde fuera de la oficina, una práctica que, bien entendida, en realidad da al trabajador la oportunidad de organizarse y disfrutar más y mejor de su propio tiempo… pero que, al menos en España, no tiene un marco legal bien definido.

"Primero va la vida y luego va la ley", lamenta Las Heras, que expone que "Internet y los elementos que han nacido en torno a la red —por ejemplo, el bitcoin— se han tenido que legislar una vez existen". La profesora de Dirección de Personas del IESE añade que "seguimos encadenados a un contrato que estipula un horario que rara vez, en la realidad, se cumple", dice, mientras se pregunta cómo regulamos las horas de trabajo que suponen las visitas a clientes, o la asistencia a eventos y ferias. "Hay países —continúa— como Francia, que intentan regular qué pasa si recibes mails de trabajo fuera de tu horario, pero es complicado".

En España quien tiene la posibilidad de hacer su trabajo de forma deslocalizada —lo que vulgarmente se conoce como teletrabajo— lo hace, expone Las Heras, "por gracia de su jefe" y muchas veces con la condición de que no se entere el de al lado. Y quedan por regular circunstancias cotidianas, como si un accidente doméstico tenido en tiempo laboral que uno desarrolla en su domicilio es o no accidente laboral. "La Ley va a tener que reinventarse hacia una relación laboral que recoja la realidad", sostiene.

Descansar antes de estar al borde del precipicio

Y es esta situación, la de falta de tiempo, mensajes laborales a deshoras, novedades y actualizaciones que llegan a veces con poca información al respecto y poca definición de cuáles son los límites horarios, la que conduce al estrés. Al burn out. Y a la necesidad imperiosa de tomarse una tarde o incluso un día libre para sobrellevar la ansiedad. Pero, ¿es posible hacerlo? La coach Victòria Conesa recomienda "primero, analizar el contexto en el que estoy, cuál es la ley no escrita de ese entorno laboral". ¿Por qué? "Porque si ese contexto no ha madurado en ese sentido voy a tener más ansiedad por la respuesta negativa que voy a encontrar".

Paradójicamente, aunque los trabajos cada vez requieren más esfuerzo mental que físico, no somos capaces de respetar una demanda de descanso mental con la misma facilidad que respetamos una demanda de descanso físico. Dicho llanamente: si no vamos a trabajar porque tenemos un poco de fiebre y nos conviene descansar en casa y tomarnos un medicamento, el entorno laboral lo acepta y comprende. Si, por contra, pedimos ese mismo tiempo pero aducimos estrés, el entorno laboral se enerva.

Esta realidad esconde un problema de planteamiento que no es fácil de ver. Conesa, ante esta situación, comenta que "si tenemos un pico de fiebre, aplicamos un tratamiento, guardamos cama y tomamos un remedio. Si nos sentimos muy estresados y no hacemos nada al respecto, ¿somos conscientes de que necesitamos remediar esa situación e introducir cambios? Si solo nos tomamos un descanso, ¿emplearemos ese tiempo para evitar que nos vuelva a pasar? El primer paso es ser conscientes y luego actuar. En cualquier caso, la mejor estrategia es la prevención.

Las Heras toma el relevo, e incide también en la importancia de descansar no cuando estamos al borde del precipicio, sino en el orden natural del día a día: "No olvidemos que el primer descanso es el habitual del fin de semana y el descanso nocturno. Los primeros que tenemos que tomarnos un descanso somos nosotros". Y sonríe para afirmar: "Que levante la mano quien no duerma con el móvil al lado. Tenemos que ser capaces de desconectar para conectar".

La profesora señala que, por su profesión, trabaja sobre un campo que ha demostrado que "el rendimiento de una persona haciendo un test con o sin el móvil al lado es muy distinto: con el teléfono al lado obtiene peores resultados". "Ahora —reflexiona— traslademos eso a una excursión con amigos, a una comida familiar…". Y es razonable preguntarse si es necesario que tengamos siempre a nuestro alcance una herramienta que nos puede conectar al trabajo en nuestros contextos elegidos de descanso.

'Millennials', los que nos van a enseñar a vivir con la tecnología

"Los millennials nos van a salvar", afirma Mireia Las Heras, en una frase con vocación de titular. En este contexto cambiante, con costumbres antiguas, con una legislación laboral que va por detrás de la realidad del trabajo y con medios tecnológicos que deberían aportar calidad al tiempo y no lo hacen por su mal uso, la también llamada Generación Y, nativa del contexto cambiante, actualizada tecnológicamente y que no cae, porque las desconoce, en esas costumbres antiguas, es la más preparada para crear una reglas laborales nuevas.

Se ve en el día a día del trabajo. "Hace unos años, cuando entrabas en una empresa, los que eran más seniors te lo enseñaban todo", sostiene. "Ahora no: los trabajadores más jóvenes, en el nivel tecnológico, saben muchísimo más que los mayores". Seguramente no saben, aclara, de ciertas reglas de cada sector, pero tienen una ventaja evidente en cómo aprovechar más y mejor la tecnología. Esta realidad "crea una ruptura respecto a generaciones anteriores, y hace que tengamos que adaptarnos a un escenario totalmente distinto". Aunque ese relevo pueda ser una causa de estrés para los trabajadores mayores: "Por decirlo de alguna manera, te ves obligado a aprender constantemente de tus nietos".

Que ese choque generacional que apunta Las Heras será una de las palancas que cambie la relación laboral es algo en lo que coincide Conesa: "Hay managers seniors que se quejan de que las nuevas generaciones preguntan en las entrevistas de trabajo si hay horario flexible, si hay gimnasio en la empresa… Para ellos es chocante, porque es un nuevo paradigma. Esta realidad va a ir cambiando: formará parte de las contraprestaciones que las empresas ofrecerán a sus empleados. Y será importante para la retención del talento en la empresa".

Aprender a usar el descanso como tratamiento preventivo

Porque la realidad es que "se está fomentando la cultura de empresa saludable", defiende Conesa. A veces por razones económicas, puesto que las bajas laborales por estrés, afectan a la productividad y al beneficio. Y en otras ocasiones "por moda, por imagen y porque las tendencias son la sostenibilidad y los estilos de vida saludables". La psicóloga coach reconoce que algunas empresas adoptan estos cambios "para salir en la foto", pero defiende que otras muchas "lo hacen porque creen firmemente en ello, más allá de respetar la Ley de Prevención de Riesgos Psicosociales".

Y en ese contexto, será razonable admitir que un trabajador se tome un día de parón para evitar el estrés. Porque lo permitirá el entorno, pero también porque sabremos cómo enfocar ese tiempo al descanso al "tratamiento preventivo" que mencionaba Conesa. Si no pasamos por esa reflexión la solución más fácil será la que se suele aplicar: recurrir a "soluciones inmediatas en forma de pastilla. Por eso, cada vez hay más consumo de ansiolíticos y somníferos, que pueden ser de ayuda durante un tiempo, pero no generan habilidades para que la persona se pueda enfrentar a las situaciones que le pueden producir estrés. En consecuencia, estas se cronifican y pasan a ser normales", lamenta.

'Modo avión' laboral

Mientras ese escenario del entorno laboral mentalmente saludable llega, concluyamos la historia que se relataba al principio. Porque tiene cierto truco. Ese WhatsApp del trabajo cuando nos disponíamos a salir para desconectar no era urgente. Ni tan solo importante. El tiempo efectivo laboral que suponía era de apenas dos minutos; el tiempo personal y de descanso que tomó fue mucho más. De haberse enviado de forma correcta (al día siguiente, en horario laboral, con indicaciones concretas, por un canal adecuado, antes de que la reunión se lleve a cabo) habríamos disfrutado de una tarde de auténtica desconexión y, en el peor escenario posible, la reunión de las nueve de la mañana hubiera empezado dos minutos más tarde, el tiempo de trabajo necesario para actualizar el documento. Y nada se hubiera roto.

Así que en vez de solo plantearnos si tenemos que pedir un día de permiso para escapar del estrés sería más constructivo —concluye Las Heras— darnos permiso a nosotros mismos “para poner el teléfono en 'modo avión', y también otras cuantas cosas, para dedicarnos tiempo a nosotros, a nuestros amigos y a nuestra familia”. Un tiempo, por cierto, legítimamente nuestro y que se debe respetar. Porque tenga en cuenta que a lo mejor no es usted el que recibe ese WhatsApp. Tenga en cuenta —descansar también es esto— que a lo mejor usted es quien lo envía.

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