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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La hora estelar de los radicales

El ultimátum de Torra le sitúa muy cerca de hacer lo único que según Tarradellas no puede hacerse en política: el ridículo

Teodoro León Gross

Ahora que Torra ha puesto plazo a Sánchez con el ultimátum del 1 de noviembre, el día en que se visitan los cementerios en toda España, es inevitable evocar el pesimismo español de Larra en su Día de difuntos de 1836: “aquí yace la esperanza”. Las expectativas de reconducir el procés suscitadas por la moción de censura, con un giro copernicano al dontancredismo de Rajoy bajo la convicción del diálogo, parecen cada vez más frustradas. Hoy los bloques están fracturados o directamente dinamitados, tanto los indepes —ERC aún paga los intereses de sus 155 monedas de plata, la CUP ya es un aliado imposible más allá de las barricadas, y Puigdemont ha hecho metástasis sobre el gen convergente tradicionalmente pragmático— como el bloque constitucional donde Ciudadanos y Partido Popular compiten en beligerancia negando al presidente la menor opción de liderazgo en un tómbola oportunista de ilegalizaciones y comparecencias. Es la hora estelar de los radicales.

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Desde su Pregón para un Otoño Caliente en el Teatro Nacional de Cataluña, a Torra se le ha visto incapaz de ir más allá de su andamiaje de dogmas y prejuicios carlistones ejerciendo como valido del president fugado de la justicia que, desde Waterloo, ajusta Cataluña no ya a los intereses nacionalistas sino a sus propios intereses. Y el discurso del miniyo de Puigdemont en el debate de este martes ha evidenciado esa impotencia, en una espiral tan delirante que llega a colocar a Rufián como portavoz del seny. Entre el temor a los CDR y el conflicto con el Estado, Torra ha elegido conflicto. Atrapado ciegamente en la lógica del 1-O, como si no hubiera sucedido nada desde entonces, y acosado desde la calle por los “amigos” de los CDR, a quienes él ha jaleado invitándolos a presionar hasta llevarlos a tratar de asaltar el Parlament, Torra se ha autodescartado como líder. Tanto más tras la marcha atrás: rectificar un ultimátum en 24 horas remata su descrédito.

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El conflicto siempre tiene consecuencias. Al no dejar Torra siquiera un mínimo margen con su ultimátum, un resquicio en el que poder hacer política, solo quedaría volver a las urnas. Aunque Sánchez insistiese en poner la otra mejilla evangélicamente, dispuesto a no quemar las naves como Alejandro en las costas de Fenicia, la cosa tenía muy poca salida. Para Sánchez no se trata de flower power sino de instinto de náufrago: esa es la última tabla de salvación para prolongar la legislatura y sacar unos presupuestos que den crédito a su acción en el Gobierno. Eso lo convierte ahora mismo en el último puente, cuyo único punto de apoyo está en la cárcel de Lledoners, para salvar la oportunidad del diálogo. Si al otro lado Torra, léase Puigdemont, ya se ocupa de torpedear las expectativas, en este, Casado y Rivera compiten por ver cuál tiene más grande el 155. Y no es por dignidad ante el ultimátum, sino su única estrategia desde la moción para deshacer la mayoría.

Torra debía conocer los riesgos de “la impotencia coercitiva de Cataluña”, según la fórmula de Vicens Vives. Su ultimátum fugaz le sitúa muy cerca de hacer lo único que según Tarradellas no puede hacerse en política: el ridículo. Y aunque se aferre a la retórica del procés ("El Estado tiene una oportunidad para reengancharse a la democracia ") ese blablablá ya es pólvora mojada, no solo entre las cancillerías, donde carecen de un solo punto de apoyo, sino en el interior con la Crida kaputt. Convergencia parece cada vez más un actor agotado. Ahora todo apunta a ERC, aunque no hay una mayoría de izquierda que solo podrá salir de las urnas.

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Sobre la firma

Teodoro León Gross
Málaga, 1966. Columnista en El País desde 2017, también Joly, antes El Mundo y Vocento; comentarista en Cadena SER; director de Mesa de Análisis en Canal Sur. Profesor Titular de Comunicación (UMA), licenciado en Filología, doctor en Periodismo. Libros como El artículo de opinión o El periodismo débil... Investigador en el sistema de medios.

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