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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Palabras de más

La unidad de los partidos sería la respuesta más eficaz al 'president' Torra

Quim Torra, este martes en el Parlament.Foto: propio | Vídeo: Albert Garcia / ATLAS
El País
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Another empty threat from Torra

El president de la Generalitat, Quim Torra, aprovechó ayer la reapertura del Parlament para amenazar con retirar el apoyo al Gobierno de Pedro Sánchez y el retorno a la unilateralidad si este, por su parte, no reconoce el derecho a la autodeterminación de Cataluña. Pese a la espectacularidad del anuncio, el president Torra no dirigía su discurso al Ejecutivo central, cuya continuidad no depende del apoyo de los independentistas catalanes sino de su propia reflexión y su propia decisión acerca de gobernar o no con los Presupuestos ya aprobados. En realidad, se lo dirigía al Partido Popular y a Ciudadanos, en la confianza de que estos redoblen la presión sobre el Gobierno de Sánchez a fin de que aplique de nuevo el artículo 155 o se avenga a convocar elecciones. En cualquiera de ambas opciones, el independentismo se sabe vencedor. En un caso, porque una eventual aplicación del artículo 155 le facilitaría una unidad que el president Torra ha querido sostener mediante una retórica inflamada, y que el 1 de octubre saltó por los aires. En el otro, porque confía en que unas elecciones generales cambien el signo del Gobierno central, consiguiendo el mismo resultado anterior por diferente camino.

El peor error en que podrían incurrir los partidos contrarios a la secesión de Cataluña es profundizar su división subrogándose en la que ahora padecen los independentistas. Nada les obliga a asumir como ultimátum al Gobierno lo que es solo el burdo envite de un líder que ha perdido el crédito entre los suyos, que no dispone de ninguna mayoría democrática que avale sus propósitos y que hasta ahora siempre ha debido desdecirse de cada una de sus amenazas. La responsabilidad de que el president Torra regrese a la unilateralidad —esto es, a la imposición autoritaria de su programa— le corresponde por entero, sin que sea preciso siquiera recordarle las consecuencias. La guerra de nervios que el president Torra ha querido provocar entre los partidos que no secundan sus planes es, en realidad, la que padecen él y quienes los apoyan, bien expresamente, bien consintiendo que los arrastre a su propio callejón sin salida. Son la Generalitat y su presidente quienes, jugando con un pie dentro de las instituciones y otro fuera, se encuentran hoy atrapados entre los extremistas que les exigen cumplir con una palabra tantas veces irresponsablemente dada y la realidad de que, de atender esas reclamaciones, retrotraerán a Cataluña a una situación estéril y ya conocida, solo que con los riesgos de fractura civil multiplicados.

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