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Los niños saharauis, sin merienda por falta de financiación

Los recortes obligan al Programa Mundial de Alimentos a reducir la ayuda en los campos de refugiados de Tinduf, donde habitan 173.000 personas, afirma Romain Sirois, responsable de la organización en Argelia

Ángeles Jurado
Romain Sirois, responsable del PMA en Argelia.
Romain Sirois, responsable del PMA en Argelia.PMA

El canadiense Romain Sirois llegó al Programa Mundial de Alimentos (PMA) en 1989 y, desde 2015, ocupa el puesto de director de esta agencia en Argelia. Su principal responsabilidad es facilitar asistencia alimentaria a los refugiados saharauis en cinco campamentos instalados en el país magrebí desde hace más de 42 años. Aquí viven unas 173.600 almas, según un informe de Acnur (la agencia de Naciones Unidas para los refugiados) de principios de este año, a los que la organización proporciona alimentos básicos. La falta de financiación, sin embargo, impone recortes en los programas de meriendas escolares y apoyo nutricional.

“El PMA llegó a Argelia en 1986, a petición del Gobierno local. Tenemos una oficina en Argel y otra en Tinduf, por la cercanía a los campamentos”, precisa Sirois, sentado en una oficina de la base logística de su organización en Las Palmas de Gran Canaria. “Desarrollamos todos los aspectos programáticos y de monitorización de los alimentos desde Tinduf, además del transporte de los productos desde el puerto de Orán hasta Rabuni, que es la base logística, muy cerca de los campamentos. Hacemos las compras en el mercado internacional para la mayoría de los productos y compramos en Argelia harina de trigo y aceite porque cuestan menos y son mucho más fáciles de llevar hasta el centro logístico. Para comprar en Argelia, tardamos entre dos y cuatro semanas en trámites, pero en el mercado internacional, son meses”.

El PMA se ha especializado durante años en la distribución de una canasta básica, que provee a los refugiados 17 kilos de entre cinco y nueve productos alimenticios (dependiendo de la financiación), siempre manteniendo el aporte de la ración en el mínimo de 2.100 kilocalorías por día y por persona recomendado. En la actualidad la reciben 125.000 personas, pero el PMA está revisando los niveles de inseguridad alimentaria para ver si se debe ajustar el número de beneficiarios.

Otra actividad es la distribución de meriendas para unos 41.000 niños de escuelas primarias. “Es un programa que ayuda a que niños y niñas vayan al colegio, aunque en la cultura saharaui la educación es muy importante y ya de por sí las familias tienden a enviar a los niños a la escuela”, explica Sirois. La merienda proporciona un vaso de leche y galletas, siempre y cuando haya fondos. "En este momento, por ejemplo, estamos recortando las meriendas escolares por falta de financiación: no hay galletas y hay leche para la mitad del vaso (40 gramos)”.

La innovación llega de la mano de la crianza de tilapias y el cultivo de forraje para las cabras, con vistas a cultivar verduras en el futuro

La tercera actividad es apoyo para la prevención y el tratamiento de la malnutrición aguda. “Se hace a través de una ración suplementaria de una mezcla de maíz y soja, fortalecida, aceite y azúcar”, puntualiza. “Es un suplemento que damos a las mujeres lactantes y embarazadas y a niños y niñas menores de cinco años cuando hay riesgo de malnutrición. En ese programa también hay problemas de financiación”.

Sirois también maquina y alienta proyectos pioneros para lograr la seguridad alimentaria con piscicultura y cultivos de agricultura hidropónica, un método utilizado para cultivar plantas usando disoluciones minerales en vez de suelo agrícola. El desierto se así está convirtiendo poco a poco en un vergel en el que prosperarán las tilapias y que servirá para mantener la ganadería y mejorar el abastecimiento de leche y carne de cabra de los refugiados, además de quizás proporcionarles verdura para diversificar su dieta.

“Me di cuenta de que las actividades no habían cambiado mucho a lo largo de tres décadas y empezamos a hablar con los saharauis para ver qué les podía interesar”, razona Sirois. “Hablando con un saharaui que estudió en el extranjero, mencionó la cultura hidropónica y nos dimos cuenta de que tal vez podía ser muy interesante para el contexto de los campamentos. Empezamos con la idea para ver cómo se podía manejar. Pensamos en lechuga, tomate y otras hortalizas, pero se necesitan nitratos y fertilizantes, algunos de los campamentos y otros importados. Hay soluciones, pero necesitamos más tiempo”.

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Entonces se fijaron en las cabras. Calcularon que unos 100.000 ejemplares ramoneaban en la basura de los campamentos y que se podía censar una media de cinco cabras por familia en el 60% de los casos. La falta de forraje incidía en un estado de salud vulnerable y la propensión a la enfermedad. La tasa de mortalidad era bastante alta: aproximadamente un 50%.

“Todavía estamos evaluando los cambios a raíz del uso de la agricultura hidropónica, pero esa tasa de mortalidad bajó con la utilización de forraje fresco a partir de la cebada”, constata Sirois. “No se necesita ningún tipo de fertilizante y es una forma de capacitar a los refugiados mientras hacemos algo que es útil para ellos. Hay 50 unidades familiares y cada una de ellas produce 20 kilos de forraje, lo suficiente para entre cinco y siete cabras. Cuando se empieza a trabajar esa técnica, al cabo de una semana, se ven resultados”. La cantidad de leche y carne de cabra también ha aumentado entre un 20 y 40% gracias al forraje fresco.

Desafíos

La agricultura hidropónica utiliza el 20% del agua empleada en la tradicional, pero esta técnica se enfrenta a dos desafíos fundamentales: la subida de la temperatura en verano, con el consiguiente descenso de la producción, y la calidad del agua.

Sirois cuenta que cada campamento tiene diversas fuentes de agua y que es necesario ver dónde hay más o menos cantidad. “El proyecto arrancó con tres unidades comerciales de producción hidropónica que costaron más o menos 25.000 dólares cada una, que era muy caro”, desgrana. “Al inicio del piloto, a finales de 2016, pedimos a los refugiados que desarrollaran una unidad localmente con lo que podían encontrar sobre el terreno. Así crearon centros que producen 60 kilos por día frente a las unidades comerciales que producen 100. Entonces nos enfrentamos al reto de conseguir crear una unidad familiar que produzca 20 kilos por día pero que cueste un décimo del precio de la unidad local. Vamos a poder llegar a muchas más familias”.

El PMA también tiene financiación para piscicultura y está diseñando el proyecto de un centro de formación para la producción de tilapia que emplea el agua de las plantas de purificación, en colaboración con la ONG francesa Triangle.

España y el Sáhara

Sirois pasó por Gran Canaria en primavera para participar en las II Jornadas de Formación Gran Canaria Solidaria, organizadas por el Cabildo grancanario y visitar la sede logística de su organización. El año pasado, el Cabildo de Gran Canaria donó al PMA de un millón de euros, destinado a la compra de gofio.

“Tenemos una decena de donantes que, año tras año, permanecen”, señala Sirois. “En el último lustro, tuvimos a la Unión Europea, Estados Unidos, Suiza y España, según el nivel de financiación. En 2017, por ejemplo, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo contribuyó con 1,4 millones de euros, mientras que las comunidades autónomas (Extremadura, La Rioja, Madrid, Murcia y Galicia) aportaron otro medio millón de euros. Para los saharauis, los lazos históricos que tienen con España todavía son muy fuertes”.

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Sobre la firma

Ángeles Jurado
Escritora y periodista, parte del equipo de comunicación de Casa África. Coordinadora de 'Doce relatos urbanos', traduce autores africanos (cuentos de Nii Ayikwei Parkes y Edwige Dro y la novela Camarada Papá, de Armand Gauz, con Pedro Suárez) y prologa novelas de autoras africanas (Amanecía, de Fatou Keita, y Nubes de lluvia, de Bessie Head).

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