Lamentable
Mientras el independentismo catalán ofrece por primera vez síntomas de cansancio, de división, de incertidumbre, hay quien está pendiente de las citas de una tesis doctoral
Nunca es tarde para aprender algo nuevo. La semana pasada, sin ir más lejos, aprendí que, en el ámbito académico, el autoplagio se considera una prática fea, poco ética. Eso publicaron algunos medios, sin precisar el ámbito académico al que se referían, y todavía estoy abanicándome para superar el bochorno de haber pecado tanto. Porque yo me autoplagio sin parar. Mi herramienta de trabajo soy yo misma, lo que pienso, lo que siento, lo que recuerdo, y como comprenderán, en ese campo la innovación es problemática. Dejando a un lado que la criminalización del autoplagio compromete la legitimidad de la producción literaria universal de todos los tiempos, esta polémica me ha parecido lamentable por varias razones. Por la hipocresía de una clase política que ha dejado caer la enseñanza pública española hasta niveles miserables para rasgarse ahora las vestiduras por un rumor interesado. Por la facilidad con la que algunos que gritaban digo, se han apresurado a decir Diego mientras se sacuden una mota de polvo de la solapa. Por el eterno sobresalto en el que vivimos los españoles cada vez que gobierna la izquierda y la derecha se comporta como si les hubieran robado algo. Y, sobre todo, porque estos árboles han impedido ver el bosque donde el PdCat había llegado a un acuerdo con el gobierno de España. Que ERC lo tumbara a pesar de que sostenía tesis semejantes a las que defiende desde hace tiempo, no es menos significativo. Mientras el independentismo catalán ofrece por primera vez síntomas de cansancio, de división, de incertidumbre, quienes presumen de pasear envueltos en una bandera de España estaban pendientes de las citas de una tesis doctoral. Esa es la calidad de su patriotismo y lo más lamentable de todo esto.
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