Cagada
No negamos la buena voluntad de nuestros dirigentes, pero alguien debería advertirles de que el infierno está empedrado de buenas intenciones
García Márquez, fascinado como vivía por los dictadores, habría escrito una novela corta genial sobre la exhumación de los restos de Franco. El Gobierno de Sánchez, según se nos dijo en julio, aspiraba a componer un relato breve, pero le está saliendo Guerra y paz. Los últimos cálculos de la vicepresidenta apuntan al mes de diciembre como la fecha más probable para levantar la losa de 1.500 kilos y proceder al desenterramiento. Un regalo de Nochebuena, en fin. Quizá los puestos de belenes de la plaza Mayor vendan este año calaveras de plástico del Caudillo para que los nostálgicos las cuelguen de sus árboles de Navidad.
Todo esto era para decir que no se ha podido hacer peor. Inexplicablemente, se le ha dado al enemigo medio año para lloriquear. El mismísimo nieto del dictador, un botarate al que arrebataron el apellido de su padre para que no se perdiera la memoria del abuelo, ha salido en las teles en plan hombre de Estado quejándose del revanchismo de la izquierda. Esa familia de mediocres, que vive impunemente de lo que nos robó el viejo, ha aparecido como víctima de una macabra acción de los enemigos de España. No es todo: un numeroso grupo de militares, o de exmilitares, ahora no caigo, se han permitido el lujo de firmar a cara descubierta un manifiesto a favor de la dictadura. Por si fuera poco, esa cagada de granito conocida como Valle de los Caídos se ha convertido en un insólito lugar de peregrinación.
No negamos la buena voluntad de nuestros dirigentes, pero alguien debería advertirles de que el infierno está empedrado de buenas intenciones. Para compensar el regalo de Nochebuena, sería fantástico que los Reyes Magos nos trajeran la renta básica universal. Pero ni siquiera está anunciada.
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