Desde el momento en el que descorchamos la botella es cuando empieza el llamado proceso de oxidación del vino, que es una reacción química que hace que el vino esté en el punto idóneo para beber. Sin embargo, si dejamos que la botella pase mucho tiempo abierta, la bebida empezará a perder su aroma y calidad.
Lo ideal será consumirlo en las 36 horas siguientes después de abrirlo, aunque dependiendo del vino, puede durar un poco más o un poco menos. "El vino tinto puede mantenerse abierto hasta una semana antes de que se eche a perder completamente, mientras que los rosados y blancos aguantan un máximo de cuatro días", explican desde Corporación Vinola.
Igualmente, al servirse una copa de la botella que lleva unos días abierta, puede fijarse en ciertas características que le ayudarán a distinguir si el contenido sigue estando bueno. Cuando los vinos se ponen malos, su olor empieza a adquirir matices avinagrados y el color también cambia: el de los tintos se oscurece y adquiere tonos marrones, mientras que los blancos y rosados se oxidan y cambian a un color más anaranjado.