Apocalipsis del ladrillo
Los agujeros del ‘STOP’ parecen de bala. Ignoramos qué intentaba detener esa señal, pero está claro que no detiene nada, medio muerta como ha quedado al borde de una carretera que divide en dos mitades el descampado de la fotografía. Entiéndase por descampado, con independencia de lo que diga el DRAE, un lugar inhóspito como el domingo por la tarde o como el corazón de Aznar. Medio muerta ha quedado la señal de tráfico de esa carretera de segunda que conduce al infierno. Lo que se aprecia al fondo es el esqueleto de diversas construcciones de la época de la burbuja inmobiliaria, cuando si pasabas por delante de un banco, de camino al mercado, te obligaban a entrar a punta de pistola para ofrecerte un crédito hipotecario con el que harías el negocio de tu vida, pues si al cabo de un año tuvieras dificultades para satisfacer las cuotas, podrías revender la casa, aun sin haber llegado a escriturarla, obteniendo un 10% o un 20% de beneficios.
Hay palabras que entran en la circulación corriendo y que salen a toda velocidad. Subprime es una de ellas. Apareció con la crisis para nombrar los préstamos que el banco concedía a sabiendas de que no se podrían devolver, y desapareció de nuestras vidas cuando se comenzaron a montar los cimientos de la burbuja inmobiliaria en curso. Significa que, tal y como demuestra la imagen, no han desaparecido las llagas purulentas de la anterior y ya estamos metidos de hoz y coz en otra. No hay más que ver cómo suben los precios para deducir que un nuevo apocalipsis del ladrillo nos aguarda a la vuelta de la esquina.
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