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Las luces del planeta en casa

Catalán de Ocón, en su casa-taller de Carabanchel.
Catalán de Ocón, en su casa-taller de Carabanchel.Lupe de la Vallina

Álvaro Catalán de Ocón diseña lámparas que dan una segunda y colorida vida a las botellas de plástico que contaminan los océanos. En su desarrollo, involucra a artesanos de Colombia, Chile, Etiopía y Australia.

De haber seguido la tradición paterna, el futuro que le esperaba a Álvaro Catalán de Ocón (Madrid, 1975) era el de ser banquero. Pero estudió diseño industrial en Milán y la Central Saint Martins de Londres, donde se graduó. En el proyecto de fin de carrera ya debutó con una luminaria, Cornucopia (2004), con la que dejó marcada su impronta, llevar la luz a su mínima expresión: una bombilla, un reflector de acero y caucho aislante. Ese principio reduccionista lo aplicó después en el proyecto PET Lamp: sus famosas piezas de colores tejidas por artesanos de medio mundo a partir de esas botellas de plástico que suelen terminar enfangando el mar. Con el último modelo, Ramingining, se presentó el pasado abril en el Salone del Mobile de Milán, el escaparate más internacional del diseño.

En una pequeña calle del madrileño barrio de Carabanchel tiene su taller-estudio y vivienda. Unas estrechas escaleras conducen a una planta dominada por una gran mesa de reuniones y sillas del conocido modelo Aluminium, de los Eames, producidas por Vitra, pero estas tienen un sorprendente respaldo que delata a Catalán de Ocón: un bordado de flores con punto de cruz. “Aparentemente no tiene nada que ver una cosa con la otra, pero me pareció bonito el vínculo. Llamé a Vitra y cuando la entregué pensé: ‘O lo amas o lo odias”. ¿Cuál fue el resultado? “Rolf Fehlbaum, dueño de la empresa, compró una para su casa”, sonríe. Una vez más, las ejecutoras fueron unas manos artesanas, las de una mujer búlgara, vigilante en el aeropuerto de Madrid, que en sus ratos libres hace manualidades.

Cornucopia, su primera lámpara, y su ideario: llevar la luz a su mínima expresión.
Cornucopia, su primera lámpara, y su ideario: llevar la luz a su mínima expresión.Lupe de la Vallina

 El proyecto PET Lamp, y la primera de las lámparas —que cuestan entre 180 y 700 euros— con las que conquistó plazas difíciles, arrancó en Colombia en 2012. En Bogotá contactó con dos grupos de artesanos que tejen con paja y lana. “En lugar de reciclar las botellas, las revestimos y reutilizamos basándonos en la cestería”. La siguiente escala fue Chile, que supuso la globalización del proyecto. “Empezamos a darle tanta importancia al producto como a la logística y creamos el sello ACdO, con el que se autoproducen y comercializan los objetos, y como esto es colaborativo, lo formamos tres socios”. El salto a Etiopía en 2014 fue “curioso”, dice. No solo porque cambia la técnica de la lámpara (se inspiran en el coiling, con el que tejen platos para comer), sino por quienes la hacen. “Son un grupo formado solo por madres de gemelos, que en Etiopía es considerado como un error de Dios y por eso están estigmatizadas”.

En Melbourne descubrió la cultura de los aborígenes australianos. Cada artesana le trajo una lámpara distinta y todas se unieron con una especie de cordón umbilical dando forma a la gran lámpara Ramingining con la que acudió a la última edición del Salone de Milán. “Este proyecto se ha convertido también en un plan antropológico. Tenemos que inventar nuevas formas de llegar a los objetos contando historias”.

Las lámparas PET realizadas en Colombia cuelgan del estudio del diseñador.
Las lámparas PET realizadas en Colombia cuelgan del estudio del diseñador.lupe de la vallina

A la cita italiana acudió también con Terrazzo Alhambra, un proyecto que evoca el estilo pop del Grupo Memphis y que ha abierto su trabajo a otros materiales: las botellas de cristal. A partir de estos envases, Cervezas Alhambra le propuso que experimentara y Catalán de Ocón fusionó la cerámica vidriada con terrazos. “Dentro del conglomerado de mármol, cemento y resina, la botella de vidrio ocupa un lugar primordial, permanece entera y actúa como un contenedor de color”, explica el diseñador. Una nueva excusa para recorrer el mundo.

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