Svetlana Zakharova y Vadim Repin, la bailarina y el violinista
EL DÍA en que sus trayectorias se cruzaron hubo un contratiempo. Fue hace 12 años, en el Gran Salón del Conservatorio de Moscú. Lo que en un principio iba a ser una gala benéfica para una televisión acabó en un simple concierto. La actuación de ella, Zakharova, fue cancelada. Pero le pidieron que asistiera como público. Sentada entre el respetable, le vio a él, majestuoso, con esos dedos correteando ágiles y precisos sobre el mástil de su violín. Esa noche, en la recepción posterior al concierto, fue cuando se conocieron.
Moscú, teatro Bolshói, mediados de marzo. Ella camina como si fuera una pluma, grácil, elegante y fina. Él juega y la provoca, gesticula, histriónico, como si fuera un Fred Astaire en busca de su Ginger Rogers; quiere forzar una reacción para conseguir una buena foto. A sus espaldas, el patio de butacas del impresionante teatro Bolshói, imponente, iluminado para la ocasión, oros refulgentes, rojo el ante de las butacas, regios los candelabros, arañas imperiales que cuelgan de los techos, esplendor y pompa que trae ecos de la época de los zares.
El día en que sus trayectorias
se cruzaron hubo un contratiempo. Se canceló la actuación de Zakharova
Es la primera vez en su vida que posan juntos en una sesión para una revista. Eso dicen, y se nota. Disfrutan con el juego, ofrecen todo un abanico de poses cómplices, se toman de la mano, cuidan hasta el más mínimo detalle. Se han vestido de largo para la ocasión. Zakharova, superperfeccionista, le quita un pelo de la solapa a Repin. Todo tiene que salir perfecto.
Ella está considerada como una de las mejores bailarinas de su generación. Svetlana Zakharova, nacida en Lutsk, Ucrania, en 1979, primera bailarina del teatro Bolshói, mujer elegante, diva de armas tomar que consigue que todos se cuadren en el teatro cuando pisa el escenario y se pone brazos en jarra.
Él está considerado como el mejor violinista del momento en Rusia. Vadim Repin, nacido en Novosibirsk en 1971, niño prodigio que a los 17 años se convirtió en el ganador más joven del Concurso Internacional de Música Reina Isabel de Bélgica, trampolín perfecto para que un chaval nacido en Siberia empezara a acariciar el sueño del éxito. El día que el mítico violinista británico (de origen ruso) Yehudi Menuhin dijo que Repin era “el violinista más perfecto” que había escuchado nunca, el cielo se abrió para el virtuoso instrumentista siberiano.
Aquella noche en la que Zakharova y Repin se conocieron marcó sus vidas. “No fue la comunicación profesional lo que dio lugar a nuestro romance”, confiesa Repin, entre bambalinas del teatro Bolshói, con media sonrisa en los labios. “Nuestro romance fue una explosión tan fuerte, tan increíblemente luminosa, que luego no quisimos hacer nada juntos profesionalmente, no estaba en nuestros planes”. Desde hace nueve años, están casados. Tienen una hija, Anna, de siete años.
Ambos fueron niños prodigio. Ambos maduraron muy pronto. Ella, hija de una coreógrafa y un militar, acostumbra a decir que perdió la infancia a los 10 años, cuando ingresó en la Escuela de Coreografía de Kiev a la que le llevó su madre. Él ya actuaba en directo a la edad de 10 años; era parte del método de su profesor, Zakhar Bron, que exigía a los chavales que se foguearan desde el principio en el escenario.
“Para mí ella es la absoluta perfección”, dice Repin, “al tiempo que es humana y cálida. Porque la perfección es fría”
Otro gran ilustre, Mijaíl Barishnikov, fue quien bendijo los pasos de Zakharova. La vio por primera en una actuación en Versalles, en una coreografía del francés Pierre Lacotte. La chica a la que el crítico británico Clement Crisp bautizó como la “Six o’Clock” —las seis en punto, en alusión a la posición que tienen a esa hora las agujas del reloj— por sus espectaculares extensiones, por su capacidad de colocar una pierna allí donde nadie llega, deslumbró al mítico bailarín ruso. Él, que nunca fue uno de esos tipos a los que les gusta acercarse al camerino a saludar, pidió en aquella velada al coreógrafo francés que le transmitiera a Zakharova lo mucho que la admiraba. “Me impresionaron tanto esas palabras que creí que me desmayaba”, dice ella, con ojos maravillados, al recordar el episodio, momento clave de su carrera.
Desde entonces, Zakharova ha bailado en los principales teatros del mundo; ha brillado en Milán, Nueva York y San Petersburgo, con esa combinación de precisión, ataque y facilidad que desplegó interpretando a Anna Karenina en el montaje que John Neumeier estrenó el pasado 23 de marzo en el teatro Bolshói. Él ha tocado bajo la batuta de los mejores directores de orquesta del mundo, los Pierre Boulez y los Simon Rattle, paseando por el mundo su brillante técnica y su vocación de contador de historias con cuatro cuerdas, la que le inculcó el gran Rostropóvich, otro de los faros que han iluminado su carrera, el hombre que le enseñó a desentrañar los misterios de la música.
Siempre se resistieron a hacer apariciones juntos en los medios y en los escenarios. Hasta que la insistencia de una mujer, Hazeline van Swaay, directora del festival Luna Classics, consiguió doblegarles. La idea era un espectáculo en el que la bailarina dialogara con el violinista, danzando en solitario sobre la escena al son del violín. Así nació Pas de deux para dedos de pies y manos, la obra que hizo que sus trayectorias se cruzaran también bajo los focos.
Se estrenó por primera vez en Saint-Prex, Suiza, en la edición de 2013 del festival suizo. Todo un éxito. Ellos dicen que son muy conscientes de que hay una magia especial cuando se juntan en el escenario. Japón, Omán y Hong Kong son tres de los lugares que han acogido su elegante y minimalista colaboración en el último año.
Repin y Zakharova acaban de compartir cartel, aunque no escenario, en el Festival Transiberiano de las Artes, el evento que alegra las primaveras de Novosibirsk, la capital de Siberia, y que cerró sus actuaciones en esta ciudad el pasado 13 de abril (habrá conciertos del festival en San Petersburgo, Napa Valley y Japón en mayo y junio). Como tantas otras veces, la bailarina no quiso dejar de prestar su nombre al cartel del festival que desde hace cinco años organiza su marido.
Sus trayectorias se seguirán cruzando dentro y fuera de los escenarios, aunque sus agendas son complicadas, pasan muchos días del año separados por sus compromisos profesionales. Repin acaba de atravesar una fase de romance profesional con el director de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, Andrew Gourlay, con quien tocó el año pasado el Concierto para violín de Glazunov. Tiene previstas actuaciones en Montecarlo y Salzburgo para octubre. Zakharova participará el 24 de mayo en una gala de homenaje a Rudolf Nureyev en La Scala de Milán, la tercera base de su vida itinerante, que transcurre entre Moscú, Viena y la ciudad italiana.
Él, embelesado, dice: “Para mí, ella es la absoluta perfección, al tiempo que es inmensamente humana y cálida. Porque la perfección es fría, pero ella consigue cautivarte cuando la ves sobre el escenario, sientes con ella”. Hay veces, confiesa Repin, en que la ve bailar y se le escapa una lágrima.
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