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Los inmigrantes que trajeron a España la mayor revolución de la historia

El ADN de cadáveres prehistóricos aclara cómo llegó la agricultura a la península ibérica

Nuño Domínguez
Restos humanos hallados en la cueva de la los Cuarenta (Córdoba) y que han sido analizados en el estudio.
Restos humanos hallados en la cueva de la los Cuarenta (Córdoba) y que han sido analizados en el estudio.UGR

La península ibérica fue una de las zonas de Europa donde más tarde llegó la agricultura, hace menos de 8.000 años. El origen de las poblaciones que trajeron los cultivos y el ganado a España y Portugal —que a su vez ayudó a la aparición de las primeras ciudades, el Estado, las religiones organizadas, las clases sociales y la desigualdad— es aún bastante desconocido.

Un estudio ha secuenciado el genoma de 13 cadáveres de hace entre 7.500 y 3.500 años enterrados en el norte y el sur de la Península. Entre ellos está el genoma completo más antiguo del sur de Europa, un agricultor neolítico cuyos restos tienen 7.245 años y fueron encontrados en la cueva de los Murciélagos, en Córdoba. El estudio confirma que la revolución Neolítica llegó a este extremo de Europa de manos de un grupo reducido de granjeros que iban siguiendo la costa del Mediterráneo y que eran distintos genéticamente a los que llevaron la agricultura al centro y el norte de Europa.

Cuando estos pioneros comenzaron a expandirse se encontraron con las tribus de cazadores y recolectores autóctonos y se cruzaron con ellos. Esa mezcla amplió el tamaño de las poblaciones y su variedad genética y constituyó la base principal de las poblaciones actuales de la Península en términos genéticos. “Aquella gente eran unos perfectos extraterrestres que fueron absorbiendo a las poblaciones autóctonas”, explica el paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga, coautor del estudio, realizado por un equipo de investigadores de España, Suecia y Sudáfrica. “En aquel momento tuvo que haber un periodo apasionante de coexistencia y conflicto, todo un mundo que hasta ahora no se conocía bien”, añade.

El análisis confirma que las poblaciones ibéricas permanecieron aisladas de los grandes movimientos de poblaciones de la Edad del Bronce

El trabajo coincide con otros anteriores en que aquellos migrantes mediterráneos tienen una fuerte conexión con los habitantes actuales de Cerdeña. “Probablemente podemos considerar a los actuales sardos como descendientes relativamente directos de la gente que difundió las prácticas agrícolas en toda la región mediterránea”, explica Mattias Jakobsson, genetista de la Universidad de Uppsala (Suecia) y coautor del trabajo, publicado esta semana en la revista de la Academia Nacional de Ciencias de EE UU.

El análisis confirma que las poblaciones ibéricas permanecieron bastante aisladas de los grandes movimientos de poblaciones que sucedieron en Europa en la Edad del Bronce, pero contribuyeron de forma decisiva a la cultura de la época. Hace unos 4.500 años, a orillas del río Tajo a su paso por Portugal, apareció una creencia basada en enterrar a los personajes poderosos con armas y objetos de lujo. Lo más característico eran los recipientes de cerámica usados para contener bebidas alcohólicas y que se conocen como vasos campaniformes. En poco tiempo, la cultura del vaso campaniforme se expandió por el resto de la península, cruzó los Pirineos y llegó al resto de Europa.

El análisis del ADN de más de 200 cadáveres enterrados en aquella época por toda Europa junto a este tipo de cerámica ha demostrado que se trataba de poblaciones genéticamente muy dispares, pero que habían asumido la misma forma de enterrar a los muertos. “Fue la primera idea difundida sin necesidad de que se movieran las poblaciones”, asegura el genetista Carles Lalueza-Fox, coautor del estudio, que se publicó recientemente en Nature. “Aquellos objetos eran los Ferraris y los Rolex de hoy, un signo de prestigio que ostentan desde un sultán del golfo pérsico a un rapero de Nueva York”, añade.

Los vasos campaniformes "eran los Ferraris y los Rolex de hoy, un signo de prestigio que ostentan desde un sultán del golfo pérsico a un rapero de Nueva York”

En esa misma época, los yamnaya, un pueblo de pastores que vivía en las estepas del este de Europa, se lanzó a la conquista del continente. Los estudios genéticos han demostrado que esta migración debió ser realmente cruenta y realizada casi exclusivamente por hombres, probablemente miles de jinetes acompañados de carros que siguieron avanzando durante varias generaciones. Estas invasiones cambiaron radicalmente el paisaje genético de Europa. En lo que hoy es el Reino Unido, por ejemplo, el 90% de los genes de los varones autóctonos fueron reemplazados por el de los invasores.

En cambio, el nuevo trabajo centrado en la Península confirma que las poblaciones locales permanecieron relativamente ajenas a estas invasiones, ya que muestran una menor contribución genética de los pueblos invasores de la estepa y una llegada posterior que a otros puntos. Al igual que la genética, la dieta de los ibéricos —basada en granos y carne— apenas sufrió cambios durante cuatro milenios, según muestra el análisis de isótopos conservados en los huesos.

Cristina Rihuete, prehistoriadora de la Universidad Autónoma de Barcelona, que no ha participado en el estudio, resalta que “es un trabajo muy interesante”, en parte porque puede ayudar a responder importantes preguntas sobre la aparición de los primeros estados en la Península. “En la Edad del Bronce, en lo que hoy es Valencia, comenzaron a surgir los primeros estados asociados a la cultura del Argar. Eran sociedades de clases muy acentuadas que acabaron colapsando y desapareciendo hace unos 2.000 años”, explica. “Lo que aún no sabemos es si esas poblaciones tenían el perfil genético característico de la Península o ya mostraban la marca de las poblaciones esteparias, es decir, si llegaron de fuera. El nuevo estudio ha analizado cadáveres posteriores a la cultura del Argar y comprueban que ya tienen el componente genético estepario”, resalta.

En cualquier caso, advierte Rihuete, habrá que realizar estudios genéticos más amplios para obtener una visión más completa. “Hay que resaltar que la muestra de este estudio es bastante pequeña y desequilibrada, pues de los 13 individuos analizados, 11 son varones”, explica. La investigadora señala que otro de los temas que la genética puede ayudar a aclarar son los orígenes de las diferencias de género en las sociedades prehistóricas, que pueden estar asociadas a la aparición de sociedades guerreras.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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