La hambruna sigue al acecho en Sudán del Sur
Un año después de que se declarara la situación alimentaria extrema, la ayuda humanitaria entorpecida por el conflicto es lo único que puede evitar que ocurra de nuevo
"¿Cómo es posible que necesitemos mostrar niños muriendo para convencer al mundo de que hay que actuar?". Es la pregunta llena de frustración que se hace continuamente, como tantos otros, Dominique Burgeon, director de Emergencias de la FAO. Porque el año pasado, sobre estas fechas, en Sudán del Sur —un país desgajado de Sudán en 2011 tras años de guerra civil e inmerso casi inmediatamente en otra nueva— se recurría a la palabra fatal: hambruna. Y hoy, la amenaza llama de nuevo a la puerta.
En febrero de 2017, seis años después del último episodio que se cobró casi 260.000 vidas en Somalia, la comunidad internacional se apresuró a reaccionar cuando volvió a escuchar "hambruna": cuando ya había gente muriendo directamente de inanición a diario. Con la asistencia extraordinaria se alivió la situación extrema. Pero el hambre corriente —es decir, cuando la gente no come lo suficiente para una vida sana— ha seguido ahí todo este tiempo. A finales del mes pasado 5,3 millones de sursudaneses (uno de cada dos) tenían problemas para alimentarse cada día. Y doce meses después, este joven Estado destrozado por la corrupción y el conflicto vuelve a estar a un paso del abismo. Pero además, el número de afectados ha aumentado un 40%: dos de cada tres habitantes del país podrían estar en situación de "inseguridad alimentaria" en mayo, según la FAO.
Sudán del Sur
- 12,2 millones de habitantes
- 181º (de 187) en el Índice de Desarrollo Humano
- 5,3 millones de personas en inseguridad alimentaria
- 65,9% de la población es pobre (en 2011 era el 44,7%)
- Cuatro de cada 10 sursudaneses tienen que caminar 30 minutos o más para acceder a agua potable
- 2,8 millones de refugiados y desplazados por el conflicto
A pesar de que en diciembre el Gobierno y la oposición —aliados hasta conseguir la independencia, y enfrentados desde poco después— firmaron el enésimo alto el fuego, los enfrentamientos armados continúan en el norte (en el Estado de Unidad, donde se declaró la hambruna el año pasado) y el sudeste del país. La tensión ha adquirido tintes étnicos y se ha extendido además a zonas del centro y sobre todo del este, mientras la falta de alimento ha incrementado la violencia entre pastores y los robos de ganado.
Ocho de cada 10 habitantes de Sudán del Sur (el séptimo por la cola en el Índice de Desarrollo Humano) viven en áreas rurales, y la mayoría subsisten gracias a lo que cultivan, o a sus animales. La red de alerta contra la hambruna FEWS estima que los hogares que hayan conseguido cosechar algo este año en medio del conflicto habrán agotado sus existencias en enero, tres meses antes de lo normal. Y advierte de que si la asistencia alimentaria de la que depende el país no llega en la medida suficiente, o si las hostilidades no permiten entregarla, el riesgo de caer en la hambruna es inminente, según el observatorio de la cooperación estadounidense.
La secretaria general adjunta de Naciones Unidas Ursula Mueller indicó al Consejo de Seguridad que, pese a lo firmado en la tregua de diciembre —reconfirmada por Gobierno y oposición el pasado 16 de febrero y reviolada 48 horas después—, la capacidad de acceder con ayuda humanitaria sigue siendo "altamente compleja e impredecible".
“Es un hecho que hay ataques sistemáticos contra la población civil", indicaba Andrew Clapham, de una comisión de la ONU que vigila las vulneraciones de los derechos humanos en Sudán del Sur, que ha dado lugar a la mayor crisis de refugiados desde el genocidio de Ruanda en 1994. Pero, además de estos presuntos crímenes contra la humanidad, los expertos denunciaban en noviembre que las fuerzas leales al presidente, Salva Kiir, estaban usando el hambre como arma de guerra al impedir el acceso de la asistencia a determinadas zonas del país.
Ayuda urgente
El Programa Mundial de Alimentos planea llevar alimentos para evitar el hambre de 4,4 millones de personas y ya prepara el almacenamiento de 140.000 metros cúbicos de comida en 50 localidades del país.
La FAO, por su parte, espera continuar con su asistencia a los agricultores y ganaderos para que puedan obtener su propia comida. El año pasado vacunaron 6,1 millones de cabeza de ganado y llevaron semillas y herramientas agrícolas a cinco millones de personas.
Pero el acceso a las personas más necesitadas por parte de estas agencias y otras ONG sigue siendo complicado.
Esas áreas objeto de castigo son precisamente aquellas en las que se detecta un mayor riesgo de hambruna este año: el Gran Baggari y los alrededores del condado de Wau, al oeste del país. En el Estado de Unidad, el que sufrió la del año pasado, tiene como brutal legado las peores situaciones de malnutrición infantil. "Nos preparamos para tasas de malnutrición infantil severa que nunca se han visto en este país", ha advertido Mahimbo Mdoe, representante de Unicef. "Sin una respuesta urgente ni acceso a los más necesitados, muchos niños morirán". Hay 1,3 millones menores de cinco años en riesgo de malnutrición aguda.
Mientras, las acusaciones de corrupción y "cleptocracia" contra los oficiales gubernamentales se suceden, con generales del Ejército moviendo millones de euros en cuentas extranjeras. Sudán del Sur es un país rico en petróleo —aunque mantiene un contencioso con Sudán por su explotación—, y este supone el 60% de su PIB y cerca del 95% de los ingresos públicos. Según el panel de expertos de la ONU, la petrolera estatal Nilepet se ha usado por el presidente y sus allegados para obtener fondos y evitar así los controles de gasto militar durante el conflicto.
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