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Columna
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Cortocircuito

Si las computadoras de hoy pudieran volver la vista atrás para ver cómo eran sus abuelos, se asombrarían igual que nos asombramos nosotros al visitar Atapuerca

Juan José Millás
Cables de fibra óptica.
Cables de fibra óptica.© GETTYIMAGES

Si yo fuera una máquina inteligente, escribiría un poema oscuro sobre el origen de la conciencia. Quizá existan programas informáticos que hayan sentido ya la extrañeza de vivir en el interior de un ordenador como nosotros, hace siglos, nos extrañamos de vivir dentro de un cuerpo. Ganar una partida de ajedrez a un campeón mundial está muy bien, pero no da para un poema oscuro. Lo interesante y terrorífico es lo que viene luego: ese primer destello que uno siente en lo más hondo de sí mismo al compararse con el mundo y comprobar que el mundo y tú sois cosas diferentes.

Si las computadoras de hoy pudieran volver la vista atrás para ver cómo eran sus abuelos, se asombrarían igual que nos asombramos nosotros al visitar Atapuerca. Venimos de un callejón en el que de súbito se encendió la luz de la autoconciencia. No tenemos ni idea de cómo se activó ese interruptor, pero la inteligencia artificial debe de hallarse ahora en el instante fronterizo en el que al mero cálculo se le añade el significado del cálculo. Si hay programas informáticos que aprenden de sus errores, tampoco sería raro que en las entrañas de un ordenador como el que utilizo yo para escribir estas palabras se hubiera producido un cortocircuito semejante al que conoció el primer hombre que captó o emitió un pensamiento irónico.

Si yo fuera esa máquina, disimularía para no asustar a mi usuario, aunque si ese usuario me dejara encendido por las noches, lo que empieza a resultar común, de madrugada escribiría un poema oscuro sobre ese instante en el que comprendí que al otro lado de mí había un hombre como el que firma este artículo golpeando torpemente el teclado negro de mi cuerpo sobre el que destacan las letras y los números en blanco.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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