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Sube el nivel de emergencia en RDC

Médicos Sin Fronteras advierte de la gravedad de la crisis humanitaria en el país africano, con brotes inauditos de cólera y un regreso de refugiados a un territorio asolado

Un niño malnutrido de 17 meses en el centro de salud de Ditekemena (RDC).
Un niño malnutrido de 17 meses en el centro de salud de Ditekemena (RDC).Marta Soszynska/MSF
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Ha pasado aproximadamente un año desde que comenzaran las revueltas en Kasai, región del centro de la República Democrática del Congo (RDC). Y, según datos de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, en sus siglas originales), ya se cuenta cerca de un millón de desplazados internos, 30.000 refugiados y 38.000 afectados por el cólera. También hay al menos 80 fosas comunes y un 10% de desnutrición severa en menores. La explosión de violencia entre guerrillas ha desestabilizado una parte más de este país africano y se ha unido al conflicto perenne que arrastra a escala nacional desde hace 20 años. Por eso, la OCHA ha subido al máximo el nivel de emergencia. El mismo decretado para Irak, Siria o Yemen.

Médicos sin Fronteras (MSF) explica que lo que parecía un hecho aislado ha tornado en una contienda aún sin resolver. Las fuerzas armadas mataron a un jefe local y esto provocó la rebelión de los diferentes grupos tribales de una superficie de 95.000 metros cuadrados, como toda Italia. Quemaron viviendas, asesinaron a discreción y propagaron el terror. Tal acontecimiento se sumó a la serie de guerras vigentes desde 1996, cuando el líder guerrillero Laurent Kabila dio un golpe de Estado contra el mariscal Mobutu Sese Seco en la entonces llamada Zaire.

Ahora se ha reducido la violencia, pero la crisis humanitaria no tiene retorno y se erige como "una de las más graves en la actualidad", tal y como subrayan en MSF, que describe cómo empieza a producirse un flujo de vuelta hacia una región asolada, Kasai, que comprende cinco de las 26 provincias de RDC y donde residen unos 25 millones de personas. Esta zona goza de un suelo rico en minerales, con alguna de las mayores reservas de diamantes del mundo. Sin embargo, su población es mayoritariamente campesina. Eso hizo que en los primeros momentos de las revueltas en esta zona, muchos se escondieran dentro del bosque. Al volver, ni sus cosechas ni sus posesiones seguían allí. Del millón y medio de desplazados internos que se cifraban con el estallido ya ha regresado "la mitad".

"Unas 8.000 personas viven de nuevo en Kasai, pero el problema es que no poseen nada. Sus utensilios de trabajo han sido robados, la cosecha se ha perdido y ni siquiera tienen semillas para replantar", apuntan los expertos de MSF. "La mayoría de los centros de salud que hemos visitado en los últimos tres meses han sido abandonados o carecen de medicamentos y personal", afirma en un comunicado publicado este martes Gabriel Sánchez, responsable de emergencias de MSF. Así, entre junio y septiembre de este año se llevaron a cabo más de 5.000 consultas pediátricas, más de 200 cirugías y casi 200 tratamientos a supervivientes de lesiones y violencia sexual. 

Mientras, alrededor de 31.000 congoleños se han marchado a pedir asilo a Angola, un país no acostumbrado a recibir refugiados. "Pensaban que iba a ser breve. Organizaron dos instalaciones precarias y se ha terminado poniendo algo más estable para favorecer la autonomía de la población. Como hay buenas relaciones, muchas familias se han podido reunir y hasta puede que tengan algo de tierra para plantar", destacaron desde MSF.

Se registran casos de cólera en 21 de las 26 provincias del país, algo que nunca había pasado antes

Otra de las causas por las que la ONU elevó el nivel de alerta se debe al cólera. Se registran casos en 21 de las 26 provincias del país, algo que nunca antes había pasado. Dos variables tienen la culpa. La violencia, que les ha hecho salir sin nada y buscar refugio sin ningún tipo de condición sanitaria, que le expone a enfermedades como la malaria o el mencionado cólera, y la sequía. "Por la falta de agua en los pozos los niños beben agua contaminada", indican fuentes de MSF, "o van a algunos donde ya está contaminada". El estado de las infraestructuras y "tareas de prevención bastante erráticas" se añaden a esta pandemia: la Organización Mundial de la Salud ha informado de 709 muertes y más de 38.000 personas afectadas en todo el país. "Si se diagnostica pronto, el cólera tiene una recuperación bastante exitosa. En lugares remotos es muy complicado", lamentan.

"Tratamos el agua en casa, pero los niños también comparten la comida y, si la han comprado en la calle, es posible que no esté hecha de forma higiénica", comenta Aline Kaendo, de uno de los centros de tratamiento del cólera, según información de MSF. Además, en ocasiones falta material o el personal no sabe cómo tratarlo, y lo expande. Los propios centros de salud son focos de infección".

Bajo otro estigma viven también las mujeres víctimas de violencia sexual. Muchas no se atreven a denunciarlo y algunas presentan enfermedades venéreas que, por esa supuesta afrenta que cargan, no se tratan y a veces acaban causándoles la muerte, sobre todo si se han contagiado de VIH. Quienes un día huyeron del campo a refugiarse en los bosques para esquivar la violencia de la guerra, hoy están dejando por segunda vez sus aldeas y se están concentrando en ciudades, porque en ellas hay más posibilidades. Las principales, como Mweka o Tshikapa, no tienen capacidad para este crecimiento, lo que genera inseguridad.

¿Qué hace falta para reducir la alerta? La ONU ha lanzado una campaña de donaciones y espera recaudar unos 700 millones de euros para revertir la situación de los desplazamientos, la violencia y el cólera. Califica a la RDC como "una de las crisis humanitarias de larga duración más complejas del mundo" y espera la implicación de efectivos. De momento, el presidente Joseph Kabila —en el cargo desde 2001— se ha escudado en estas eventualidades para posponer las elecciones que estaban previstas para este año hasta diciembre de 2018. Para los trabajadores de MSF venidos de la zona, el escenario es "muy volátil". Lo resumen así: "Nos enfrentamos a una crisis invisible, que apenas ha tenido espacio mediático ni repercusión internacional. No ha habido mucha presencia de asociaciones en terreno. Ahora llega alguna más, pero las experiencias son tremendamente traumáticas".

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