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Que el campo no sea solo una huerta

El informe sobre el Estado Mundial de la Agricultura insiste en el potencial de la agroindustria rural para evitar el hambre, la pobreza y la migración descontrolada

Un motorista se dirige a Kabala, una pequeña ciudad del norte de Sierra Leona, para vender los repollos cosechados en una aldea cercana.
Un motorista se dirige a Kabala, una pequeña ciudad del norte de Sierra Leona, para vender los repollos cosechados en una aldea cercana.©Sebastian Liste/NOOR for FAO
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La gente se va a las ciudades, cada vez más. En menos de 15 años, dos de cada tres personas vivirán en zonas urbanas. Y se van allí porque las rurales —sobre todo en los países en desarrollo— ofrecen perspectivas muy pobres. Literalmente: la mayor parte de la pobreza del mundo está en el campo, alejada de los servicios, de la educación, la atención sanitaria, las infraestructuras... Y en medio de este panorama, en el que los pobres rurales migran a la ciudad para, en muchos casos, engrosar las listas de pobres urbanos, hay quien ve una gran oportunidad para mejorar la vida de millones de personas.

En su 70º informe anual sobre el estado de la agricultura en el mundo, presentado este lunes, la FAO (agencia de la ONU para la alimentación y la agricultura) insiste en que la creación de una verdadera industria alrededor de la producción de alimentos y sus actividades relacionadas es la receta para acabar con el hambre y la pobreza en zonas como África subsahariana o el Sudeste asiático, donde más crece el número de jóvenes, que en tres años serán 1.300 millones, según el estudio. "La agroindustria es nuestro futuro", proclamaba hace unos meses Audu Ogbeh, ministro de Agricultura de Nigeria. "Tenemos tierras fértiles, y millones de jóvenes. Pero tenemos que apostar por ello de verdad", señalaba ante las autoridades del Borno, uno de los Estados más pobres y rurales del país.

Si todas esas nuevas generaciones tienen la oportunidad de ganarse la vida en la agricultura y acceder a servicios, sostienen los autores, se pueden abatir varios fantasmas de un golpe de azada: el del hambre (que ha aumentado por primera vez en 15 años), el de la pobreza, el de la superpoblación en las ciudades, el de las migraciones descontroladas... Y un elemento clave, insiste el informe, es el de potenciar las ciudades intermedias: desarrollar pueblos o pequeñas ciudades, como puntos intermedios de conexión con las megaurbes. Romper ese blanco-negro (campo-ciudad), y explotar los grises.

Imagen del mercado principal de Kabala, una pequeña ciudad al norte de Sierra Leona.
Imagen del mercado principal de Kabala, una pequeña ciudad al norte de Sierra Leona.©Sebastian Liste/NOOR for FAO

"Hasta ahora se ha invertido en la cadena de producción de alimentos, pensando en llegar desde el campo hasta la gran ciudad", ilustra Marco Sánchez Cantillo, experto de la FAO. "Entre ambos hay lugares que atender y grandes oportunidades", añade. Esa red de mercados, que van creciendo desde el de la aldea a las puertas de la huerta hasta la gran ciudad, pero pasando por pueblos y urbes de mediano tamaño. Como ya vienen advirtiendo otras voces, hará falta invertir miles de millones en transformar el campo.

En las ciudades, donde se consume el 70% de los alimentos, está habiendo un cambio de dietas que el campo puede aprovechar para crecer

Lo que la FAO reclama ahora, es ensanchar los beneficios de ese desarrollo, y que no sea unidireccional. En definitiva, vertebrar la industria y el comercio de un país. Algo que en los países más pobres es hoy una quimera: faltan carreteras, trenes, escuelas, telecomunicaciones... y a veces incluso energía, agua o saneamiento.

"Hay países que no lograron dar ese paso a la industrialización", apunta Sánchez Cantillo. Otros, como Vietnam, lo hicieron de forma modélica y, según el experto, han logrado un desarrollo con desigualdades mucho menores que en otras regiones, como por ejemplo América Latina. Porque ese punto no debe olvidarse, señala el documento. El paso adelante y la inversión en el campo no debe beneficiar a la gran industria en detrimento de los pequeños productores, que producen el 70% de los alimentos del mundo. Si no se integra a estos, ni habrá reducción del hambre y la pobreza, ni reorganización de las migraciones, advierte el experto.

Una mujer de una cooperativa de cultivo y procesado de repollos, en una plantación cerca de Kabala, en Sierra Leona.
Una mujer de una cooperativa de cultivo y procesado de repollos, en una plantación cerca de Kabala, en Sierra Leona.©Sebastian Liste/NOOR for FAO

Por eso las inversiones, las políticas, no deben centrarse solo en conectar el campo y la gran ciudad. También hay que facilitar que un grupo de granjeros que cultivan tomates y pimientos en Chad puedan asociarse para aunar esfuerzos. Y puedan tener la seguridad de que la tierra que trabajan será suya. Y acceso acceso al crédito, para comprar más útiles. Y para, por ejemplo, desarrollar un negocio paralelo de conservas, que a su vez de lugar a uno de envasado. Es decir, que coger la azada o pastorear el ganado no sea la única alternativa posible. Y así generar riqueza en sus comunidades, que a su vez atraiga nuevos servicios. Y entonces, claro, que sus productos puedan llegar a mercados cada vez más grandes. Y generar un círculo virtuoso...

Dicho así puede parecer fácil, pero los obstáculos (empezando por la falta de dinero para desarrollo) son enormes. Los autores del informe, sin embargo, remarcan que se trata de una oportunidad única. Paradójicamente (o no), el aumento de la población en las ciudades puede resucitar el campo. Porque en las urbes (donde se consume el 70% de los alimentos que se producen en el mundo) se está gestando un cambio en las dietas. Cada vez se demandan más proteínas, más frutas y verduras... Y las poblaciones rurales —"el campo"— tienen las semillas (tierra, población joven...) para aprovechar esa demanda y despegar, como decía el ministro nigeriano. Falta que el agua y el abono (servicios, créditos, formación, políticas...) se viertan en los lugares adecuados.

Encuentro mundial por la seguridad alimentaria

Esta semana se celebra en la sede de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura) en Roma (Italia), la 44ª sesión del Comité de Seguridad Alimentaria. Una reunión de todos los actores (Gobiernos, agencias internacionales, sociedad civil y sector privado) que tienen algo que decir en la lucha contra el hambre y la malnutrición.

Este año la reunión del organismo se abre con malas noticias: la propia FAO anunciaba el mes pasado que el hambre en el mundo ha aumentado por primera vez desde 2003.

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