El tercio que falta por descubrir de Colombia
El final de la guerra con las FARC abre las fronteras a los investigadores en el segundo país más biodiverso del mundo
Más de 2.000 expertos en pájaros salieron a caminar por distintas partes de Colombia el pasado mayo y en un solo día avistaron 1.486 especies de las más de 1.800 que hay registradas. Con sus prismáticos y su experiencia, los ornitólogos vieron casi el 15% del total que hay en el mundo en solo 12 horas porque recorrieron libremente el país más biodiverso en aves del planeta. Al sumar el resto de variedades de flora y fauna, Colombia se consuela con la segunda posición detrás de Brasil. Pero aun queda por descubrir un tercio del territorio, vedado hasta ahora a los científicos debido a más de medio siglo de conflicto armado.
El final de la guerra entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC ha silenciado los fusiles y ha ampliado las fronteras internas. Mientras el Estado intenta recuperar las regiones gobernadas por la insurgencia durante décadas, una avanzadilla de investigadores ha comenzado su particular reconquista. Desde hace aproximadamente un año, Colciencias, departamento público de ciencia, tecnología e investigación, envía a científicos colombianos y extranjeros a explorar esta parte del territorio en las expediciones del programa Colombia Bio. “El objetivo es conocer territorios de alta biodiversidad de los que no se tiene documentación aceptable”, explica Felipe García, gerente de este proyecto.
En las siete expediciones que hasta el momento ha lanzado Colombia Bio, de entre 10 y 15 días (se han proyectado un total de 20 hasta 2018), los expertos han recolectado una media de 3.000 registros de animales y plantas. “Ya hemos encontrado especies nuevas para la ciencia”, dice García. “Incluso se han hallado algunas en grado de amenaza alta de extinción después de años sin saber de ellas”.
Gonzalo Andrade, profesor del Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia, participó en una de estas iniciativas en Belén de los Andaquíes, una población en el departamento del Caquetá, región donde las FARC eran la ley. Durante más de una semana caminó de los 2.300 metros de altura hasta los 350. Entre los Andes y el Amazonas. Estuvo acompañado por investigadores de otros países, por las autoridades locales y colectivos sociales. “El conocimiento de los vecinos es muy válido para un científico”, dice el profesor con más de 30 años de experiencia en el estudio de las mariposas. Encontró siete especies nuevas de este insecto, un argumento que afianza la decisión de esta pequeña localidad de declarar sus inmediaciones parque natural. Otra excusa para que los habitantes del pueblo olviden la guerra y usen sus tierras para el ecoturismo.
5.98 millones de ejemplares registrados en 203 colecciones biológicas
Se estima que un número igual o superior al de colecciones biológicas podría estar aún sin registrar ante el RNC
Fuente: Instituto Humboldt
Falta de datos
Al mirar el mapa de los ecosistemas de Colombia elaborado por el Instituto Humboldt, institución pública dedicada a promover la investigación, los vacíos informativos más importantes coinciden con las áreas de influencia de los grupos armados. Zonas que son, al mismo tiempo, especialmente ricas en biodiversidad y están bien conservadas por la escasa incidencia del ser humano. “El profesor John Lynch, herpetólogo, encontró en 2004 una nueva especie de rana y la llamó Atelopus Farsi. Un homenaje a las FARC por el estado de conversación en mitad del conflicto armado”, relata Andrade. “Después le secuestró el ELN y dijo que jamás volvería a dedicarle nada a una guerrilla”.
Estas carencias también responden a la incapacidad de la maraña de entidades científicas del país de sistematizar los datos. “Llevamos aproximadamente 200 años haciendo inventario y no lo hemos terminado”, dice el profesor.
El país cuenta con 207 colecciones biológicas, los archivos donde se depositan los ejemplares de animales y plantas recolectados. La Universidad Nacional alberga 28, lo que suma cerca de tres millones de datos. Para canalizar digitalmente la información de manera homogénea y terminar con el caos organizativo imperante hasta el momento, Colombia Bio establece que todas las instituciones y expertos deben consignar su material en el Sistema de Información de Biodiversidad (SIB), gestionado por el Humboldt. “Muchos especímenes se habían recolectado en el campo y solo estaban registrados en papel, en bibliotecas”, explica García.
“También estamos probando un nuevo método para convertir a un público no científico en capturador de datos con aplicaciones de móvil”, añade Hernando García, subdirector de investigaciones del Instituto Humboldt. “Esa información se valida por la comunidad científica antes de incluirse en el sistema”. Por el momento esta modalidad no representa ni el 10% en Colombia, “pero a nivel global ya suma el 50%, esa una tendencia clara”.
El profesor Andrade calcula que si toda esa información sale a la luz se superarán los 12 millones de registros. Para esta tarea, dice, se necesita una inversión de 10 millones de dólares para una década de trabajo: “No podemos quedarnos cruzados de brazos esperando a que llegue la plata, sobre todo porque la deforestación avanza más rápido”.
Las amenazas
Poblar el mapa de Colombia de información servirá también para conocer qué especies están amenazadas y cómo proteger las zonas en las que viven. Los 17 libros rojos ya cuentan con 1.178 especies de flora y 366 de fauna (cuatro ya extintas) en peligro, según un informe del profesor Andrade. La minería legal e ilegal, la extracción de hidrocarburos como el petróleo, la deforestación y la cacería de fomento son los principales peligros que acechan al medio ambiente colombiano.
Especies que son objeto de comercio en Colombia
De acuerdo con los criterios de la CITES hay 1.506 especies protegidas, estas están incluidas en tres apéndices, según el grado de protección que necesiten.
¿Cómo funciona la CITES?
La convención sobre el comercio internacional de especies amenazadas de una fauna y flora silvestre (CITES)somete el comercio internacional de especímenes de determinadas especies a ciertos controles. Toda importación, exportación, reexportación o introducción procedente del mar de especies amparadas por la Convención debe autorizarse mediante un sistema de concesión de licencias.
Apéndices I y II
En el Apéndice I se incluyen todas las especies en peligro de extinción. El comercio en especímenes de esas especies se autoriza solamente bajo circunstancias excepcionales.
En el Apéndice II se incluyen especies que no se encuentran necesariamente en peligro de extinción, pero cuyo comercio debe controlarse a fin de evitar una utilización incompatible con su supervivencia.
Apéndice III
En este Apéndice se incluyen especies que están protegidas al menos en un país, el cual ha solicitado la asistencia de otras Partes en la CITES para controlar su comercio. Los cambios en el Apéndice III se efectúan de forma diferente que los cambios a los Apéndices I y II, ya que cada Parte tiene derecho a adoptar enmiendas unilaterales al mismo.
Cerrarplantas
invertebrados
vertebrados
Fuente: SiB Colombia
“Se han otorgado cerca de 9.000 títulos mineros en Colombia, 37 de ellos en áreas protegidas. Es bastante aterrador”, dice Gonzalo Andrade, miembro también de la Academia de Ciencias, entidad responsable de declarar zonas protegidas en el país con Parques Naturales. La legislación colombiana otorga una serie de exenciones tributarias a la minería y los hidrocarburos que convierten las tierras del país en un atractivo para las empresas extranjeras. “En el caso del oro, el 100% de la producción sale del país”, apunta el profesor. “A Colombia le queda el hueco”.
Abrir la tierra para la minería, convertirla en potreros para el ganado, cultivar hoja de coca para el narcotráfico (más de 140.000 hectáreas sembradas, según la ONU) y los incendios forestales son los principales causantes de la deforestación que amenaza cada año a 98 especies, según el informe de Andrade. En 2015 se perdieron en Colombia más de 124.000 hectáreas, la cifra más reciente del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) de Colombia, un 12% menos que el año anterior. Las regiones más afectadas fueron la Amazonía, con un 46% y la andina, con el 24% del total nacional.
Especies amenazadas en Colombia
plantas
vertebrados
invertebrados
Fuente: SiB Colombia
“Nos preocupa mucho la Orinoquía colombiana, casi una tercera parte del territorio continental”, dice Hernando García del Humboldt. “No ha estado expuesta a los modelos de desarrollo tradicionales y en este momento hay una perspectiva muy orientada a lo que hizo Brasil, la agroindustria”. Todos los departamentos que componen esta región cercana a Venezuela confían en que el final de la guerra sea el inicio de su crecimiento. Para evitar “un mal manejo”, el Instituto Humboldt ya prepara un plan en el que “se proteja el territorio al mismo tiempo que se dé un paisaje productivo”.
Los expertos coinciden en que la conservación debe primar, pero rechazan la idea de que la única solución para Colombia sea declarar todo el país zona protegida. Parques Naturales cuenta con 59 áreas que representan más de 14 millones de hectáreas (el presidente Juan Manuel Santos pretende superar los 26 millones al final de su mandato en 2018). “El parque de corales de profundidad en las islas de Rosario es un ejemplo”, afirma Andrade, “un área submarina preservada donde se va a permitir la prospección de gas en el fondo marino. Conservar biodiversidad y aprovechamiento de hidrocarburo con reglas claras, transparentes y fuertes”.
Las oportunidades
Cada metro cuadrado que se protege en Colombia no solo asegura la supervivencia de la fauna y la flora del segundo país más biodiverso del planeta, también ofrece una alternativa a una población marcada por la economía de la guerra: los cultivos ilícitos, el narcotráfico o el contrabando de madera. Además de la ganadería descontrolada. “El segundo objetivo de Colombia Bio es generar conocimientos de bioeconomía y biotecnología para contribuir al desarrollo del país”, explica el responsable del proyecto.
Parques Naturales de Colombia ha realizado una proyección de cómo podrían aprovecharse las áreas ya protegidas del país para actividades como el ecoturismo. Cuentan con el aval de que el número de visitantes a estos territorios aumentó en un 49% de 2015 a 2016. Ya hay 23 de estos territorios abiertos a esta actividad y otros 29 con vocación. “Hace tres años en San Luis Antioquia, zona marcada por la guerra permanente, bajó el conflicto y pudimos entrar”, relata Hernando García del Instituto Humboldt. “Encontramos una especie muy especial para la ciencia, una palma de cera. Cuando la gente de allá se dio cuenta de que ese árbol era extraordinario se movilizaron y crearon una nueva identidad para su pueblo alrededor de esta planta”.
Los vecinos de San Luis de Antioquía como las más de 100 familias de la Sierra de la Macarena que han dejado de cultivar coca para dedicarse al turismo forman parte del plan de las instituciones colombianas para atraer extranjeros a estas tierras. Procolombia, organismo público de promoción turística, espera para este año cinco millones de visitantes, y no solo para la costa Caribe, destino tradicional.
Para conseguir el objetivo, Colombia tendrá que mejorar las infraestructuras viales, construir establecimientos hoteleros, formar personal especializado en el sector y desminar el 60% del país. “La base no puede ser la infraestructura, tiene que ser el conocimiento de la biodiversidad para saber qué se puede hacer en una zona”, argumenta Hernando Díaz. “El mensaje que damos desde Colombia Bio es el de desinfraestructurizar la discusión del tema de turismo y biodiversidad”, acompaña Fernando García.
La apuesta por el aviturismo, que ya sostiene economías como la de Costa Rica, es el punto de encuentro entre expertos y políticos. Los observadores de aves norteamericanos estarían dispuestos a pagar un monto promedio de 303 dólares al día por un tour en Colombia; 53 dólares más del gasto que harían en Costa Rica, según un estudio de la National Audubon Society, realizado en Estados Unidos, que repiten como un mantra desde el Ministerio de Turismo.
“Además, la mayor vulnerabilidad a las catástrofes hace que la gente perciba más las necesidades de protección del medio ambiente”, asegura el responsable del Humboldt. “La población cada vez es más consciente de la relación entre la transformación del territorio, la protección de la biodiversidad y su bienestar. En 2010, con la ola invernal, cambió la percepción de la gente sobre su supervivencia por la pérdida de ecosistemas estratégicos. No solo se inundaba la ciudad, lo que sucedió es que ya no se podía ir a la finca por los daños en las infraestructuras”.
La tragedia de Mocoa, en el suroeste del país, en la que murieron centenares de personas arrasadas por una avalancha de agua, piedras y palos es otro de los ejemplos que ha servido a los ciudadanos para presionar a los gobernantes y que incluyen estas demandas en sus programas políticos a menos de un año de elecciones presidenciales. “Existe un costo adicional si no se protege el servicio que provee la naturaleza”, concluye García.
Qué hace el Gobierno colombiano
Los 20 departamentos con mayor riesgo por el cambio climático albergan al 57% de la población de Colombia. El Gobierno de Juan Manuel Santos, firmante del Acuerdo de París, se comprometió a reducir en un 20% las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030, y un 10% adicional sujeto al apoyo internacional.
“El Gobierno tiene un discurso muy lindo, pero verdaderamente no están comprometidos con la financiación”, opina Gonzalo Andrade. “Al mirar el presupuesto de Colciencias se observa que en los últimos cinco años ha ido disminuyendo. La pérdida es casi del 35%, 345.000 millones de pesos (115 millones de dólares) para la inversión, aproximadamente”. La apuesta de Colombia Bio es un ejemplo de ese compromiso a medias del Ejecutivo. La financiación del proyecto cuenta con dinero de los presupuestos generales y un variable que llega de la cooperación internacional (las instituciones que colaboran puntualmente en los proyectos del programa) y lo que en Colombia se conoce como regalías. Esta última partida está sujeta al dinero que aporten los departamentos. “Esta no es una plata que esté en el presupuesto de Colciencias”, aclara Andrade, “igual que llegó se puede ir con el final del Gobierno Santos”.
Felipe García, responsable de Colombia Bio, confía en que la internacionalización del proyecto ayude a su blindaje en próximas legislaturas: “Estamos firmando proyectos que trascienden los tiempos de los gobiernos a nivel regional e internacional. Para ver los resultados hay que esperar más de una década. Esperamos que el nuevo gobierno valore su importancia. Este no es un capricho de científicos”.