El beneficio del sector turístico en Barcelona llega en crucero
Pese a las quejas por las aglomeraciones, el negocio deja 313 millones anuales en la capital catalana
El silencio de las siete de la mañana del viernes 14 de julio en el puerto de Barcelona se rompe con la entrada de un enorme buque en el muelle Adossat. En pocos minutos empiezan a bajar los primeros 4.937 cruceristas de los 46.780 que ese fin de semana hacen escala en la capital catalana. Agentes de viajes, conductores de autocares y taxistas se sitúan frente a las terminales, ansiosos por sacar provecho de un negocio que deja cada año 313 millones de euros en la ciudad. Cada barco es una mina de oro para estos sectores. Los cruceristas gastan de media 134 euros al día más que el resto de los turistas, pero muchos ciudadanos se quejan de las aglomeraciones que provocan.
“No se puede ni salir a pasear”, lamenta Joaquín Ortells, un octogenario vecino que vive al lado de La Rambla. A las diez de la mañana, ese céntrico bulevar es un flujo constante de turistas altos y rubios que se mueven en grupos de familias o en pareja. Muchos barceloneses afirman que desde hace tiempo evitan pasar por esta calle en verano porque todo está colapsado de turistas. “En cuanto pueda me voy a mudar a otro barrio, aquí es imposible”, dice Aurora Sánchez, una joven murciana que llegó al centro de Barcelona hace dos años.
En la misma Rambla, no todos sufren la presencia de los cruceristas; algunos más bien los acogen con satisfacción. Para muchos restaurantes y comercios del bulevar, su llegada conlleva importantes beneficios. Jessica Paulino, camarera del restaurante Eivissa, asegura que estos viajeros gastan entre 80 y 200 euros en una comida, mientras que los turistas nacionales ni se sientan a las mesas del local.
En el mercado de La Boquería, el más popular de la ciudad, la mayoría de los comerciantes coinciden en destacar la importancia de cuidar el turismo de cruceros. El gasto medio de este tipo de visitante es de 202 euros al día, según datos de la Autoridad Portuaria, mientras que el del turista convencional es de 68 euros diarios.
También en la Asociación Catalana de Agencias de Viaje (ACABE) consideran el sector de los cruceros, que ha crecido un 90% en la última década, “una riqueza”. Los operadores argumentan que muchos viajeros contratan excursiones organizadas para visitar los sitios más emblemáticos de Barcelona. Otro sector que saca provecho de la llegada de los cruceros es el de los taxis. “Los cruceristas suelen ser buenos usuarios, a menudo usan este medio para trayectos largos”, afirma Daniel Muñoz, mientras espera a sus próximos clientes al lado de la parada del bus cruise, en la céntrica plaza de Colón.
A mediodía, encontrar espacio físico para caminar por las aceras alrededor de la Sagrada Familia resulta una misión complicada. Todas las áreas peatonales están invadidas por grupos organizados, personas que buscan un rincón para un selfie y vendedores ambulantes. A la masa de turistas se suman de golpe distintas excursiones de al menos 50 cruceristas. Tienen justo una hora para ver la catedral por fuera, meterse en una tienda de recuerdos y volver al autocar. “Con tantos turistas, para los vecinos, simplemente entrar y salir de su casa, resulta agotador”, comentan en la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona.
Tres de cada cuatro cruceristas llegan a la capital catalana entre mayo y octubre. En estos meses, desembarcan de media 10.700 pasajeros al día. Agustí Colom, concejal de turismo en el Ayuntamiento de Barcelona, reconoce que la concentración de los cruceristas que solo hacen escala genera un “fuerte impacto en el territorio”.
El edil afirma que se está experimentando con algunas medidas, como el cierre a los autocares de las calles aledañas a la Sagrada Familia, para reducir el colapso. “Coordinamos las excursiones para que los autobuses no confluyan todos en el mismo sitio, aunque evitar por completo las aglomeraciones es casi imposible”, afirma Paolo Cartasegna, responsable de excursiones de la compañía MSC Cruceros.
Pero no solo es el impacto de los visitantes. Cada hora de escala de un gran crucero en Barcelona es motivo de preocupación para la organización Ecologistas en Acción. Durante toda la estancia, las embarcaciones queman carburante para mantener activados sus servicios. Y pueden coincidir hasta cinco cruceros a la vez que esperan atracados en el puerto a los pasajeros.
María García, portavoz de la organización ecologista, denuncia que esta actividad constante contamina el aire en los barrios más próximos al puerto y que no existen estudios discriminados sobre los efectos de los humos en esas zonas y en sus habitantes. Los ecologistas y distintas entidades vecinales reclaman que se instale en las terminales una red eléctrica a la que se puedan conectar los barcos para evitar el consumo de combustible.
Barcelona, con 2,6 millones de pasajeros registrados en 2016, es el principal destino de cruceros de Europa, con cinco terminales públicas y una privada. Aún así, el sector está destinado a crecer más.
“La compañía Carnival, la más importante del mundo, está construyendo para 2018 la séptima terminal”, afirma Laura Domingo, responsable de comunicación del puerto. Ella explica que se está apostando por intensificar el tráfico en los meses de baja temporada. “Las compañías que han decidido hacer escala entre noviembre y abril han pasado de cinco a nueve este año”, asegura. Eso permitirá, añade, diversificar las llegadas y disminuir la masificación en verano.
Los cruceristas gastan al día 134 euros más que los visitantes convencionales
En Barcelona hay dos tipos de cruceristas, según el tiempo de estancia en la capital catalana. El 52% empieza y termina su recorrido en la ciudad. El gasto medio de este tipo de visitante es de 202 euros al día, según datos de la Autoridad Portuaria, y supera en 134 euros el del turista convencional. El 48% restante de los cruceristas se queda en la capital apenas unas horas y se deja de media 53 euros diarios. En general, los turistas de crucero invierten durante su estancia un tercio de su dinero en alojamiento, otro tercio en transportes y comida y el resto en compras y excursiones.
En el puerto de Barcelona, donde la llegada de los barcos se empieza a coordinar con un año y medio de antelación, afirman que se da siempre prioridad a las compañías que piden para sus buques al menos un día de estancia. Desde el pasado abril, la Generalitat de Cataluña cobra un impuesto de 60 céntimos por cada crucerista que permanece en la ciudad menos de 12 horas.
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