El futuro está en el bebé de los guerrilleros
Las FARC escenifican ante el Gobierno colombiano la entrega de armas
Otro paso más para confirmar que la paz va en serio, por mucho que haya voces en Colombia que subrayen una y otra vez los peligros del proceso. El martes, en el campamento Mariana Paéz del departamento del Meta, las FARC entregaron 7.132 armas. Fue la escenificación del fin. Se acabó la violencia, hay otros caminos para construir una sociedad distinta. Los guerrilleros han aceptado el desafío de involucrarse en el largo combate de cambiar el gatillo por la política (la palabra, la negociación, las leyes, las urnas). Seguro que no va a ser fácil.
La imagen que ha quedado del feliz acontecimiento es la del presidente Juan Manuel Santos haciéndole unas carantoñas a un bebé que sujeta en sus brazos Rodrigo Londoño, Timochenko, el líder de las FARC. Es verdad que las imágenes son determinantes en la forma de hacer política en la actual sociedad del espectáculo, y muchas veces terminan resultando demasiado predecibles e incluso ñoñas. Tal vez esta lo sea. Pero, bueno, de tanto en tanto no está de más aceptar un poco más de almíbar del necesario y rendirse al sonido de los violines. Ese bebé, ya lo saben, representa el futuro, y los colombianos han decidido que ese futuro se desarrolle en paz, lejos de la guerra que los metió en un una interminable pesadilla que ha durado medio siglo.
El protagonista es el bebé, pero igual en esta historia son más importantes el padre y la madre. Son jóvenes. Muchos de los guerrilleros de las FARC lo son. Un buen día se fueron al monte, tras escuchar la llamada de la revolución. ¿Cómo lo decidieron? ¿Qué argumentos utilizaron para justificar ante los suyos que se iban a arriesgar a que los mataran? ¿Por qué, para qué, con qué plan? Una sociedad más justa, dirían (es posible).
En su novela Semillas mágicas, V. S. Naipaul explora lo que pasa con un muchacho desocupado que un buen día decide apuntarse a la guerrilla en un remoto rincón de India. Habla de su fascinación por un líder carismático que un día abraza la línea de masas frente a los farsantes de la clase media. He ahí el tipo de reclamos: “línea de masas”, “farsantes de la clase media”. Todavía duda un poco, pero siempre hay alguien oportuno para darle la lección pertinente: “Si todo el mundo hubiera dicho lo mismo, jamás habría habido ninguna revolución”, le comentan cuando trata de encontrar una excusa para evitar enrolarse. “Todos tenemos guerras en las que participar”.
Ésa fue la idea que pudo haber movilizado a los primeros combatientes de las FARC que se implicaron en la revolución: tener una guerra en la que participar. Naipaul cuenta que el joven del que se ocupa tuvo que pasar unas cuantas penalidades hasta que llegó a un bosque de tejas. Sus jefes le prohibieron entonces hablar y hacer preguntas. Pensó que se había equivocado de revolución. Pero ya era demasiado tarde.
A las FARC les ha costado medio siglo asumir la equivocación. Es una buena ocasión para brindar, frente a la violencia, por los caminos de la política.
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