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La apuesta más revolucionaria en la RD Congo: la no violencia

Fred Bauma, activista por la participación ciudadana, busca la movilización tras 18 meses en prisión

Carlos Bajo Erro
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Cuando fueron detenidos, las autoridades congoleñas llegaron a considerarlos terroristas. Su liberación, sin embargo, fue una de las medidas de “descrispación” impulsadas por el propio Joseph Kabila, presidente de la República Democrática del Congo. Algunos vieron en esa decisión un reconocimiento de que eran presos de conciencia. Entre tanto habían pasado 18 meses de cárcel en unas durísimas condiciones de detención. Fred Bauma ha sido uno de los militantes que ha pasado por semejante trance. Este joven congoleño se ha convertido en el símbolo del movimiento Lucha (Lutte pour le Changement), un colectivo que en los últimos años se ha convertido en el referente de una nueva forma de entender la participación política en el país, completamente al margen de la política institucional, pero con un férreo compromiso.

Bauma fue detenido el 15 de marzo de 2015, junto a una treintena de personas, que participaban en un taller sobre movilización juvenil y en la presentación de Filimbi, un nuevo movimiento social que pretendía recoger las inquietudes de los jóvenes de la capital congoleña, Kinshasa. La conferencia pretendía ser una muestra de unidad en la resistencia y por eso participaban en ella militantes de colectivos de Senegal y Burkina Faso, además del propio Fred Bauma, como rostro de Lucha, un movimiento radicado en la ciudad de Goma, en la región de Kivu Norte. Los casi 1.600 kilómetros que separan Goma de Kinshasa había sido hasta el momento una distancia insalvable. La presencia de Bauma en la presentación de Goma, mostraba que los activistas de los dos extremos del país habían encontrado puntos en común y herramientas que les unían en la contestación a la deriva del presidente Kabila y su resistencia a convocar elecciones.

Cuando policías y militares irrumpieron en la sala en la que se celebraba la presentación, el mensaje parecía claro: las alianzas de movimientos sociales no eran bien recibidas por las autoridades. La división y la distancia había debilitado a la sociedad civil hasta ese momento y así debía continuar la situación. El arresto de Fred Bauma y de Yves Makwambala era un signo inequívoco. Ambos se convirtieron en su símbolo. Para las autoridades, de la respuesta que recibirían los disidentes, acusados de participar en un complot contra el Estado y con la amenaza de la pena de muerte sobre sus cabezas. Para los suyos, de la represión del gobierno y de la determinación de los militantes. Mientras, Bauma y Makwambala, pasaron un año y medio encarcelados. En agosto, el gobierno ordenó su libertad provisional.

El expreso Fred Bauma se ha convertido en un símbolo de la nueva política congoleña

El resultado de ese cautiverio es contradictorio. Por un lado, el gobierno de Kabila continúa posponiendo las elecciones y consigue la connivencia de algunos partidos de la oposición institucional. Por otro, Lucha ha crecido considerablemente durante este tiempo, en militantes, en actividades y en ciudades en las que ha conseguido presencia. Su prestigio y popularidad han aumentado exponencialmente, en el interior y el exterior del país. “Hemos pagado un precio alto”, comenta con tono cansado Fred Bauma, que a pesar de la experiencia que ha vivido habla con serenidad.

A sus 26 años, el joven congoleño parece tener toda una vida a sus espaldas y es que convertirse en la bandera de todo un movimiento popular lleno de esperanza y de ilusión resulta cansado, pero hacerlo desde el interior de una prisión como la de Makala desgasta todavía más. La sencillez con la que se conduce este convencido militante de Lucha, desprende el magnetismo de los que huyen de los tópicos y los lugares comunes. Esquiva incluso aquel mantra que le llevaría a afirmar con gravedad que la detención sólo le ha reafirmado en sus convicciones y prefiere afirmar que le ha ayudado a “precisar sus ideas”. “He visto la pobreza más extrema en prisión. He conocido a mucha gente que no ha tenido la misma atención que yo, pero que sigue necesitando que se hable de ellos”, asegura. Y dice que en su paso por la cárcel se ha enfrentado “a un símbolo de represión que están sufriendo miles de personas”. Fred Bauma no tiene empacho en confesar la parte más dolorosa de su detención: “Han sido momentos muy duros, para mi familia y para mis amigos que han tenido que enfrentarse a esta injusticia. Pero afortunadamente lo hemos superado”.

La enseñanza definitiva de la reclusión ha sido “ver hasta qué punto el sistema ha caído en la violencia institucional ciega contra sus ciudadanos”. Sin embargo y, a pesar de que para muchos militantes la ola de represión que siguió a la presentación de Filimbi ha supuesto el exilio, Fred Bauma cree que la acción se ha girado contra el gobierno. El crecimiento de Lucha es un ejemplo. “Es cierto, nuestro sacrificio no ha sido en vano y nuestro mensaje, ahora, se escucha más”, señala el joven activista sin asomo de heroísmo en su voz.

Un símbolo, pero un militante más

Y es que, a pesar de ese sacrificio, Bauma no es más que un militante más, de un movimiento que tiene alergia a los cargos y a otras rutinas de las organizaciones convencionales. No es su portavoz, ni su secretario general, ni nada por el estilo, porque los miembros de Lucha saben que así es más seguro, que no haya líderes a los que silenciar, y porque sus convicciones de un colectivo radicalmente democrático les vacuna contra la idolatría. Sin embargo, nadie puede negar, que Bauma se ha convertido en la cara más visible de este colectivo al que hace dos años muy poca gente conocía y ahora recibe premios de Amnistía Internacional y es reconocido por el Parlamento Europeo. Y lo es porque ha sido el protagonista de una intensísima campaña nacional e internacional, el #FreeFred que, a través de las redes sociales ha suscitado apoyos en todo el mundo y, sobre todo, en el continente africano.

Bauma fue detenido el 15 de marzo de 2015, junto a una treintena de personas, que participaban en un taller sobre movilización juvenil

Bauma asegura que aquel 15 de marzo sabía que participar en la presentación de Filimbi era “un riesgo, pero no que se fuese a producir una situación tan extrema”. “Era sólo un taller”, insiste el joven. Pero se imponía un castigo ejemplar, teniendo en cuenta la amenaza desencadenada por Lucha. El movimiento ha hecho la apuesta más revolucionaria que podían aceptar las autoridades congoleñas: la no violencia. Los militantes la han abrazado con convicción. “Sí, nosotros hemos aplicado siempre la no violencia y nos han tratado como a terroristas, mientras que el gobierno ha negociado con grupos que han aterrorizado a la población y ha acabado dándoles puestos de poder o metiéndoles en la armada”, denuncia Bauma.

La no violencia revolucionaria

Lucha ha aplicado la no violencia en su actividad de manera radical y sus propuestas son las acciones cívicas. Se les puede ver en marchas silenciosas, en sentadas y en jornadas de trabajo colectivo de limpieza de las calles, por ejemplo, y a pesar de eso frecuentan comisarías y centros de detención. La experiencia histórica de la sociedad congoleña les ha llevado a aferrarse a esa posición. “Hemos visto mucha violencia en el país y nosotros estamos convencidos de que un ciudadano comprometido con la no violencia es más revolucionario y más transformador, es el protagonista de un cambio sostenible. Lo sabemos, a través de las armas los cambios son más rápidos, pero no duran, porque después llegan más armas y más cambios, no pueden construir nada estable, ni profundo. Ese no es nuestro objetivo”, explica el joven miembro de Lucha.

Otro de los principios del movimiento ha sido no implicarse en la política institucional. Han construido propuestas y espacios de transformación, pero siguen resistiéndose a los cargos y a los partidos. Una posición que no siempre ha sido comprendida por otros sectores de la sociedad. “Es un error aceptar esas premisas. Entrar en la política institucional no es la única opción. No es un deber de todo el mundo formar parte de un partido. Los ciudadanos tienen un rol fundamental como centinelas de la democracia”, defiende Fred Bauma. Tiene claro, desde Lucha que en su propuesta de cambio es fundamental una sociedad civil fuerte y que para desarrollar ese papel de transformación es importante “mantenerse limpio”. “Nosotros defendemos el punto de vista de la población y no el de ciertos actores sociales. Hay que poder criticar a todas las partes y para eso tenemos que mantenernos en una posición orientada”, explica.

Durante su detención, sus compañeros han llevado a la práctica estas premisas hasta el punto de llegar a reunirse con Joseph Kabila. El presidente estaba en Goma y propuso un encuentro con militantes de Lucha. Tuvieron que establecer algunas condiciones porque no es fácil que los que están acostumbrados a las lógicas de los partidos políticos entiendan estructuras diferentes, sin portavoces, sin cargos directivos y con delegaciones masivas. Al final, medio centenar de miembros de Lucha se reunieron con Kabila. Después se enfrentaron a todo tipo de críticas, algunos pusieron el grito en el cielo, se interpretó como una rendición, como la capitulación de un movimiento que ha puesto en evidencia a las organizaciones convencionales de la oposición.

Hablando hasta con Kabila

El propio Bauma decodifica semejante encuentro: “Es curioso, pero nadie nos ha criticado cuando nos hemos reunido con la oposición institucional. No hubo ninguna negociación secreta con el gobierno. Fuimos los primeros en explicarlo. Los compañeros se pusieron delante del presidente para poder decirle directamente lo mismo que hemos dicho siempre públicamente. Nos reunimos con él para poder decirle que queremos que deje el poder. No somos extremistas y siempre estamos dispuestos a hablar con todos los actores”. A partir de esa reunión se activaron las medidas de “descrispación” que llevaron a la liberación de algunos de los militantes presos, aunque Lucha siempre ha rechazado cualquier tipo de condición y algunos de esos detenidos, incluso, se han negado a ser liberados sin el reconocimiento de su condición de presos de conciencia.

Nosotros hemos aplicado siempre la no violencia y nos han tratado como a terroristas, mientras que el gobierno ha negociado con grupos que han aterrorizado a la población

La gran reivindicación de Lucha ha sido la celebración de elecciones en la República Democrática del Congo. Kabila continúa demorando la celebración de unas elecciones a las que no podría comparecer por la limitación de mandatos. Los militantes de Lucha, sin embargo, plantean sus reivindicaciones de una manera descarnadamente sencilla: exigen el cumplimiento de la Constitución. Simplemente. “Nuestra exigencia es que Kabila deje el poder antes de final de año, para dejar el sitio a un presidente electo”, reclama Bauma después de haber recuperado una precaria libertad condicional.

“Hay que evitar al máximo las situaciones en las que el país puede resbalar hacia la violencia y la represión. Los actores políticos tienen que evitarlo. Está en su mano”, advierte Bauma. Ahora las autoridades descartan celebrar estas elecciones inmediatamente y cuentan con el beneplácito de una parte de la oposición. Lucha, sin embargo, se mantiene firme y Bauma lanza un aviso preocupante: “Lo que pase depende de todos los actores, incluida la comunidad internacional. La RDC se puede deslizar hacia una inestabilidad diez veces peor que la que se ha visto en Burundi. Si no hay elecciones, los ciudadanos saldrán a la calle a manifestarse. Eso es inevitable”.

A pesar de la aciaga experiencia de los 18 meses de detención y las perspectivas pesimistas que aparecen en el futuro inmediato, este joven militante por la democracia afirma que su “sueño es una sociedad con todos los derechos y en la que no seas reprimido por defenderlos”. “Sueño con la posibilidad de tener un futuro y no con una situación de bloqueo, una sociedad igualitaria, con una justicia que funcione y donde los derechos humanos sean respetados”, concluye Fred Bauma.

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Sobre la firma

Carlos Bajo Erro
Licenciado en Periodismo (UN), máster en Culturas y Desarrollo en África (URV) y realizando un doctorando en Comunicación y Relaciones Internacionales (URLl). Se dedica al periodismo, a la investigación social, a la docencia y a la consultoría en comunicación para organizaciones sociales.

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