Los misteriosos humanos del golfo de Bengala
El genoma de los habitantes de las islas Andamán revela su pertenencia a la gran migración fuera de África que pobló el mundo, y sus antiguos cruces con una enigmática especie arcaica
Quedan pocos, no exactamente porque se hayan extinguido, sino porque la mayoría de ellos se han reabsorbido entre las poblaciones vecinas. Pero esos pocos andamaneses que quedan en su estado inmaculado están resultando un tesoro para la ciencia, como puedes leer en Materia. Son los habitantes aborígenes de las islas Andamán y Nicobar, en el golfo de Bengala, y quedan solo unos 500 o 600 que conservan su cultura, y de ellos solo medio centenar que hablan su lenguaje ancestral. Estas poblaciones, como los jarawa y los onge, viven aún de la caza y la recolección, siguen cazando los peces con arco y flecha desde sus canoas, y conocen las artes alfareras y la metalurgia del hierro. Su lenguaje carece de un sistema de numeración, y se tienen que apañar con dos palabras numéricas: “uno” y “más de uno”. Son bajos de estatura, y más oscuros que las poblaciones indias que les rodean.
El misterio de los andamaneses se ha disipado, pero también profundizado, con el primer estudio genómico amplio, dirigido por Jaume Bertranpetit, seguramente el especialista en genómica humana más relevante de España, y uno de los más activos del mundo. Como ya ocurrió con las poblaciones europeas, que llevan fragmentos de ADN neandertal en sus genomas, y con las asiáticas y australianas, que los llevan de ADN denisovano, los andamaneses también han revelado ahora signos de antiguos cruces con otra población arcaica, en este caso desconocida. O, mejor dicho, solo conocida por los segmentos de ADN que se dejó en el actual genoma andamanés. Un nuevo enigma, y bien interesante.
El estudio también aclara otras cuestiones de gran importancia. Los andamaneses son tan distintos de las demás poblaciones del sur de Asia que varias investigaciones anteriores, empezando por las del mismísimo Huxley, el bulldog de Darwin, en 1870, y acabando por otras muy recientes, habían concluido que esas poblaciones de baja estatura y color oscuro eran producto de una migración fuera de África distinta e independiente de la que pobló el resto del planeta hace algo más de 50.000 años. Bertranpetit y sus colegas demuestran ahora que no es así: su color es el mismo que teníamos todos cuando salimos de África, y su baja estatura es producto de un intenso proceso de selección natural, como ha ocurrido con otras especies isleñas.
En cuanto a sus misteriosos compañeros de alcoba, no faltan candidatos: el Homo erectus, el Homo heidelbergensis, el Homo antecesor de Atapuerca o incluso el ya de por sí enigmático hobbit, u Homo floresiensis, de la isla de Flores. Como todo gran descubrimiento, el genoma andamanés plantea no menos grandes preguntas.
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