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El ordenador que predice qué tiempo hará dentro de 80 años

Un grupo de científicos computacionales y del clima explotan el 'big data' para controlar los efectos del calentamiento global

Vídeo: PAU SANCLEMENTE

Predecir las consecuencias del cambio climático con la mayor exactitud posible se ha convertido en la prioridad de los climatólogos. Si en su mano no está combatirlo, sí quieren, al menos, detectar sus efectos antes de tiempo y prepararse para ellos. Un Mediterráneo con menos lluvias y siete grados más de temperatura es el paisaje que vislumbran, por ejemplo, los expertos del Barcelona Supercomputing Centre (BSC) de aquí a final de siglo. Es la predicción que resulta del modelo climático que ha desarrollado el equipo multidisciplinar de científicos del clima y computacionales del BSC. Para lograr la proyección, estos investigadores han empleado los cientos de miles de datos recogidos en la ingente memoria del Marenostrum, el superordenador que se guarda en el BSC. Estudiar e interpretar estos datos les ha permitido desarrollar su simulación de lo que ocurrirá de aquí a 80 años.

Un Mediterráneo con menos lluvias y siete grados más de temperatura es lo que proyectan los investigadores climáticos del BSC

La alianza entre el big data y la climatología se ha vuelto imprescindible para estudiar con precisión las consecuencias del calentamiento global a largo plazo. Cientos de miles de datos climáticos discurren ahora mismo por el planeta, desde la predicción meteorológica en la televisión hasta la información que recoge un pluviómetro de una agencia cualquiera. Datos y más datos que esconden la predicción perfecta del clima futuro. Saber gestionar y estudiar esta cantidad ingente de información para predecir las consecuencias del calentamiento global es lo que han decidido explotar en el BSC de la mano de su superordenador —la capacidad de disco es de cinco petabytes, 5.000 veces la de un ordenador doméstico—. “Estamos intentando crear una red, a nivel estatal, para la aplicación de las herramientas de big data en el campo de la meteorología, la climatología y la calidad del aire”, explica el investigador Francisco Doblas, director del departamento de Ciencias de la Tierra del BSC.

“Ahora estamos con la organización de la red. Queremos asegurarnos de que se conecta de la mejor manera posible con otras redes similares establecidas a nivel europeo y a nivel global”, apostilla Doblas. Cada agencia meteorológica y cada grupo de investigación crea, desarrolla y perfecciona su propio modelo climático. Facilitar el acceso a todos ellos, comparar los millones de datos que generan y reordenar sus conclusiones es el papel de los equipos de climatólogos y científicos computacionales.

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Por ejemplo, explica Doblas, la COP 21 de Paris, la gran cumbre climática mundial que se celebrará en diciembre, contará con un gran informe intergubernamental sobre el cambio climático que se realizó con varias simulaciones climatológicas realizadas por una treintena de instituciones de todo el mundo. “Estas simulaciones generaron unos cinco petabytes de datos. Si un solo investigador necesita acceder a todos estos modelos, precisará una cantidad ingente de datos, decenas o centenares de terabytes, y tiene que viajar alrededor del mundo para que esta persona pueda realizar su investigación. La parte de big data que resuelve este problema consiste en desarrollar una serie de portales que están distribuidos por el mundo, que replican los experimentos que han realizado los investigadores en distintos países. De esta manera, se facilita el acceso de los investigadores a los datos de una manera más rápida y eficaz”, explica.

La combinación de climatólogos y científicos computacionales dentro de las mismas instalaciones ha animado al BSC a trabajar en un modelo único de simulación climática. “Podemos hacer un solo modelo del sistema climático a escala global —un modelo comunitario europeo en el que jugamos un papel bastante relevante—, y somos, además, una de las pocas instituciones en Europa que tienen la capacidad para que este modelo ejecute sus simulaciones de manera más rápida”, apunta Doblas.

“Estamos intentando crear una red, a nivel estatal, para la aplicación de las herramientas de big data en el campo de la meteorología, la climatología y la calidad del aire”, explica el investigador Francisco Doblas

Desarrollar un modelo climático con las mejores observaciones a su alcance y mejorar los procesos que den resultados menos fiables, es el día a día del equipo del BSC. La simulación para el informe climático que se presentará en la cumbre mundial de Paris, la más desarrollada hasta ahora comparando diversos modelos de todo el mundo, ha confirmado que la temperatura media de todo el globo en la superficie, puede aumentar entre dos y cuatro grados de aquí a fin de siglo. “Esa horquilla se refiere a los diferentes escenarios socio-económicos y a las incertidumbres que tenemos con respecto al conocimiento del sistema climático”, matiza Doblas.

A escala regional, en la parte occidental del Mediterráneo, el investigador explica que, “debido al aumento de temperatura, la evaporación del agua del suelo será muy superior a la reducción de precipitaciones”. Las consecuencias, a nivel humano, apunta, es que “olas de calor como las que vivimos el pasado junio y julio, serán tan frecuentes que podrán ocurrir todos los años.”. “Es un escenario bastante preocupante”, alerta.

El investigador del BSC asegura que la existencia del cambio climático y su origen antropogénico es "innegable"

Doblas admite que “la certeza absoluta no existe” y hay muchos elementos vinculados al cambio climático que todavía desconocen. Sin embargo, advierte, poner en duda la existencia del calentamiento global es un peligro. “Hay mucho en juego como para no tener información de cómo va a evolucionar el clima. El cambio climático no está resuelto y no lo vamos a resolver en los próximos 50 años, pero eso no quiere decir que la información que existe actualmente no sea lo suficientemente fiable como para no actuar”, señala. El cambio climático es un hecho y su origen antropogénico, apunta, “es innegable”. “Seres humanos y ecosistemas tendrán que adaptarse a un tipo de tiempo muy diferente del que conocemos en este momento”, concluye.

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