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El primer chapuzón no es tan saludable como piensa

El agua fría no tiene los beneficios que muchos proclaman. Motivos para respetar al que nunca se zambulle, "porque está helada"

Utilizar el agua para el bienestar del cuerpo era territorio reservado a los spas, las saunas y las termas hasta hace bien poco. Pero en los últimos años ha ido cobrando fuerza una corriente, la crioterapia, que promulga los efectos saludables del medio acuático y, especialmente, los del agua fría, en la recuperación de deportistas de alto nivel. Los estudios científicos avalan esta técnica, como el realizado el año pasado por los doctores Aguilerea e Ibacache, de la Universidad de Santiago de Chile, y publicado en la revista Medwave, que subrayó como recomendación “razonable” la inmersión en agua fría de los individuos con dolores musculares causados por deportes de alta intensidad.

¿Pero qué pasa con el común de los mortales? ¿Tiene algún efecto sobre nuestra salud el primer chapuzón del verano, normalmente, en agua helada? ¿Es cierto que estas refrescantes inmersiones alargan la vida de quien las practica? Después de obtener oxígeno, la prioridad para el cuerpo es mantenerse a 36.5 ºC (con un margen de variación de un grado arriba o abajo), y cualquier desviación, por pequeña que sea, representa una señal de alarma para el organismo. Para hacernos una idea, la temperatura media del mar Mediterráneo en agosto en Málaga es de 23 grados. Y hoteles, centros turísticos y comunidades suelen mantener el agua de sus piscinas entre los 28 y 30 °C para los huéspedes y los bañistas, según la compañía Advanced Water Ambassadors, especializada en el mantenimiento estas instalaciones.

Un 2% de las personas completamente sanas sufre arritmia cuando su cuerpo se sumerge en agua fría, según el fisiólogo Mike Tipton

En cualquier caso, si la temperatura exterior es de 40 grados (muy común en muchos puntos de España en verano), el cambio térmico es importante en el momento del baño: de 40 ºC a 23 ºC, cuando nuestro cuerpo busca los plácidos 36 ºC (por termoregulación, lo que es diferente de la temperatura exterior). "Al meterse en agua fría, el cuerpo detecta una situación completamente forzada y empieza a desarrollar defensas contra el frescor: contrae todo lo que puede la piel [se cierran los poros] y, esencialmente, concentra la sangre en los órganos vitales para no perder el calor. Ese es el mecanismo. Pretender que eso tenga beneficios para la salud es dudosísimo”, opina Antonio Ruiz de Elvira, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Alcalá de Henares. El experto desmonta de un plumazo la teoría de las virtudes del agua fría: “No es que se estimule la circulación sanguínea, es que el cuerpo trata de perder el mínimo calor posible. La idea de que el agua fría tiene algún estímulo para el cuerpo es lo mismo que si uno está medio dormido y alguien le pincha con una aguja o le da una bofetada. Pegará un salto, pero no tendrá ningún otro efecto que el de una reacción nerviosa, que en el caso del agua fría es la de protección y alarma, para que el cuerpo reaccione frente al peligro”. Habitualmente, los riesgos (como los beneficios) son nulos. Pero si usted no controla el momento en que puede abandonar el agua gélida, se impone la amenaza, pues, como apunta el catedrático, las bajas temperaturas harán mella en nuestro organismo ("un proceso de enfriamiento para el que no está preparado") una vez pasados entre una hora y 30 minutos, "cuando el cuerpo ya ha gastado la reserva de carbohidratos".

La velocidad del enfriamiento dependerá de la temperatura del agua, de si hay aislamiento mediante prendas o trajes específicos, del tamaño del sujeto y la configuración corporal, de la adiposidad y hasta del sexo (los hombres se enfrían a una velocidad que es 0,84 veces mayor que la de las mujeres), según el ensayo Medicina del ejercicio físico y del deporte para la atención a la salud, escrito por Ricardo Ortega Sánchez-Pinilla, médico y exrecord de España de maratón. Nadar puede ser hasta peor, porque, según la misma investigación, la rapidez de la congelación es de un 35 a un 50 por ciento mayor que en los sujetos que se mantienen agarrados a un objeto (ahora comprendemos por qué tardó tanto en fallecer Leonardo DiCaprio en Titanic). Anotación: esto solo ocurre en casos extremos. Cuando el frescor es moderado (como su primer baño en el mar), moverse sí ayudará.

El mito del corte de digestión

Mención aparte merece el debate sobre el corte de digestión, bestia negra de cualquier padre de vacaciones en la playa y de cualquier niño aburrido de esperar las dos horas debajo de la sombrilla. Como ya explicamos en BUENAVIDA, el shock que puede producirse, en realidad, no tiene que ver tanto con la digestión como con el fuerte impacto del cambio de temperatura al meterse en un agua fría. La cosa es peor cuando la inmersión incluye el cuerpo completo. Según estudios de Mike Tipton, fisiólogo de la Universidad de Portsmouth, una autoridad líder en Fisiología Ambiental del Departamento de Deporte y Ciencias del Ejercicio de la Universidad de Portsmouth y experto en supervivencia en el mar, un 2% de las personas completamente sanas sufre arritmia cuando su cuerpo se sumerge en agua fría, pero el porcentaje sube al 82% si meten, a la vez, cuerpo y cabeza. Su pronóstico, de leve a grave, depende del tipo de alteración de ritmo cardiaco, como expone la Fundación Española del Corazón. Pero no solo sucede en el mar, el agua helada de la piscina o la ducha provoca los mismos efectos.

El doctor Gordon Giesbrecht, de la Universidad de Manitoba, en Canadá, es uno de los grandes investigadores en inmersión en agua fría y ha realizado numerosos experimentos al respecto. Según sus averiguaciones, al zambullirnos en el agua a baja temperatura se produce una inspiración inicial profunda y repentina seguida por hiperventilación (exceso de respiración), que puede ser hasta un 1000% mayor que la frecuencia respiratoria normal. Esto ocurrirá en el primer minuto. Después llega la aclimatación ("la vasoconstricción o el temblor muscular ayudan a conservar calor").

En definitiva, es cierto que nuestro corazón siempre preferirá un baño en aguas templadas, pero un frlirteo con lo (casi) glacial tampoco nos hará daño. Siempre que, como argumenta la CDC, salgamos del agua cuando la cosa torne a desagradable y nos sometamos a una fuente de calor. ¿Y qué ocurre con la ducha matutina? Dejar que el último minuto sea más fría tiene beneficios estimulantes, reduce la fatiga e incrementa la alerta mental, según un estudio de Virginia Commonwealth University (EE UU). Pero no se exceda en el tiempo, pues como indica la doctora Elena de las Heras, dermatóloga del Hospital Ramón y Cajal y miembro de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), la dermis también se apunta al confort de las temperaturas medias (30 ºC).

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