Dale una caña… y un pez
“Dale un pez a un hombre y comerá hoy, dale una caña y enséñale a pescar y comerá el resto de su vida”. Ya, pero los proverbios chinos encierran a veces grandes mentiras. La pobreza extrema encierra a la gente en un círculo vicioso tan perverso que resulta casi imposible romperlo. Ganando un euro al día no puedes ahorrar para afrontar los imprevistos; tampoco tienes acceso a la información, ni tiempo para estudiar las oportunidades que podrían mejorar tu situación; al no poder alimentar bien al niño su salud se resiente, y al final tienes que vender la caña para comprar las medicinas al niño. Enseñar a un pobre a ordeñar una vaca no basta: falta la vaca.
El experimento a gran escala organizado por el MIT y otras universidades de Estados Unidos y Francia ofrece unos datos sólidos que pueden ser muy útiles para reconducir las políticas de ayuda internacional de los gobiernos y las ONG occidentales, por lo general bien intencionadas pero poco eficaces.
Enseñar a un pobre a ordeñar una vaca no basta: falta la vaca
Un programa típico para una familia incluye, como en el ejemplo anterior, facilitarle un poco de ganado y la formación necesaria para gestionarlo; también una pequeña cantidad de dinero (unos 50 euros al mes) para ayudarles a alimentarse, o su equivalente en comida; un plan de ahorro obligatorio; una mínima educación en salud y prevención de enfermedades, un mínimo acceso a algún servicio sanitario y una visita semanal del personal de asistencia social para revisar los resultados del programa y solventar los problemas que vayan surgiendo. Toda esta acción coordinada no solo tiene un coste asumible, sino que a la larga resulta hasta rentable.
Las catástrofes naturales como el terremoto de Nepal demuestran que buena parte de la población de cualquier país occidental está dispuesta a aportar dinero para aliviar las crisis humanitarias. Pero la situación de los mil millones de habitantes del planeta en situación de extrema pobreza se puede considerar una crisis humanitaria permanente, y es una que no puede resolverse con parches y limosnas gubernamentales. Se requiere una acción coordinada, inteligente y sostenida en el tiempo. Si las poblaciones occidentales y sus gobiernos se convencen de que hay una metodología eficaz para romper el círculo vicioso de la extrema pobreza, es probable que los fondos necesarios acaben llegando. Si los programas funcionan, el dinero se podrá considerar una inversión para el futuro.
La gran fuerza del experimento del MIT y sus socios académicos es que es ciencia seria
La gran fuerza del experimento del MIT y sus socios académicos es que es ciencia seria. No es solo el tamaño de la muestra –21.000 personas en seis países—, sino que las intervenciones se han hecho con una metodología importada de la epidemiología y las investigaciones de salud pública, con ensayos randomizados y los grupos de control necesarios.
Junto a la población intervenida siempre ha habido otra abandonada a su albur, y los datos se han extraído de ambas en paralelo. Las evidencias sobre la eficacia del programa son por tanto científicamente impecables. A partir de ahora la pregunta debe ser: si disponemos de una herramienta eficaz y costeable para extraer a la gente de la miseria, ¿qué argumentos hay para no usarla?
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