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EL PULSO
Columna
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¿Sueñan los protones con arte?

El CERN es una máquina de producir novedades, tanto en el ámbito del conocimiento científico como en el de la producción humanística y artística

'Quantum', del coreógrafo Gilles Jobim, intenta reproducir con la danza el Big Bang.
'Quantum', del coreógrafo Gilles Jobim, intenta reproducir con la danza el Big Bang. Gregory Batardon

El Gran Colisionador de Hadrones del CERN es un hipódromo salvaje: las partículas dan la vuelta a esos 27 kilómetros 11.000 veces por segundo. Por ello el artista italiano Gianni Motti caminó la misma distancia a 5 kilómetros por hora, en la performance Higgs, en busca del anti-Motti, porque son distintas las velocidades de la ciencia y del arte, de la técnica y del ser humano. Las imágenes comunican angustia. El artista nos da la espalda mientras camina, el casco blanco, todo el peso del acelerador, toda su claustrofobia, presionando esa semiesfera blanca que lo protege simbólicamente de las toneladas de imanes y del derrumbe de nuestras certezas.

El coreógrafo suizo Gilles Jobim también ha sido becado por el Arts@Cern, que coordina las estancias de artistas en el lugar, para traducir en su propio lenguaje (cuerpos, luz y movimiento) lo que ocurre cada vez que los físicos reconstruyen lo que pasó en las cercanías del Big Bang. Quantum, que pudo verse recientemente en el Mercat de les Flors de Barcelona, pone en escena a tres parejas de bailarines bajo el halo macizo de focos industriales. Más cerca del movimiento cotidiano que de la danza sofisticada, los abrazos de aquellos jóvenes, sus carreras por el escenario, sorprendentemente susurraban monotonía.

Pareciera, a juzgar por esas dos obras, que la épica y el drama son más propios del periodismo científico que del arte que representa la misma investigación cuántica y extrema. Pero en nuestros días es casi imposible identificar tendencias mayoritarias, y entre las decenas de proyectos artísticos vincu­lados con la Organización Europea para la Energía Nuclear encontramos varios que sí son a todas luces espectaculares y dramáticos. El data artist Ryoji Ikeda, por ejemplo, en Supersymmetry realiza un ejercicio de ciencia-ficción, llevando el Modelo Estándar a donde todavía el progreso tecnológico no ha sido capaz de llevarlo e imaginando estéticamente ese futuro en blanco y negro.

El nombre del programa es Colisiones creativas: Entre las artes y la ciencia. Que el primer término lo hayan escrito en plural y el segundo en singular, como si ciencia no hubiera más que una, está en sintonía con el lema, que es de Einstein: “El conocimiento es limitado, pero la imaginación abraza el mundo entero”. El CERN, que cuenta ya con más de 60 años de vida y que fue la primera estación espacial, pues aunque esté en territorio franco-suizo en realidad es una zona internacional, gobernada por los 21 Estados que integran el proyecto, es una máquina de producir novedades, tanto en el ámbito del conocimiento científico como en el de la producción humanística y artística. Sólo si se tienden puentes que aceleren las partícu­las elementales de ambos y las hagan, no solo chocar, sino fecundarse, la herencia de Albert Einstein –de cuya teoría de la relatividad se cumplen ahora 100 años– tendrá realmente sentido.

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