Consuelo Castiglioni, la madurez de una diseñadora inimitable
Tras 20 años practicando la “elegancia silenciosa”, ha convertido Marni en uno de los máximos exponentes de la moda y el lujo intelectual.
Consuelo Castiglioni (Lugano, 1959) lleva un jersey amplio de cachemir, falda recta y sandalias de apariencia ortopédica que combina con unos calcetines grises de canalé. Sentada en una esquina del Museo Marino Marini de Florencia, contempla el frenético deambular de una veintena de obreros y relaciones públicas. Por su aspecto, podría confundirse con la conservadora de este centro de arte contemporáneo. Aunque, paradójicamente, es la estética de las galeristas la que se parece a la de esta mujer menuda, y no al revés. El motivo no es ningún secreto: el guardarropa de las primeras es obra de la segunda o está inspirado en ella, en Marni. La marca que fundó hace 20 años sin poseer ninguna experiencia en el campo del diseño y que ha conseguido convertir en el epítome del lujo intelectual.
Que Castiglioni no puede definirse como una creadora al uso resulta indiscutible. Pero también su trabajo se percibe como un producto insólito dentro de una industria textil cada vez más homogénea. La marca italiana se jacta de ignorar las tendencias y despreciar las alfombras rojas. Conceptual y femenina. Austera e imaginativa. Atemporal y avant-garde. En esta era mediática, Marni defiende la “elegancia silenciosa”, como le gusta decir a su diseñadora.
Si crees en algo, debes tener paciencia y concederle una oportunidad a tu proyecto”
Además, esta empresa familiar ha logrado mantener su halo de exclusividad pese a una ambiciosa política de expansión internacional, que cuenta entre sus últimas acciones con la apertura de una nueva tienda en Madrid. Tampoco ha afectado a su exquisita imagen el hecho de que la mayor parte de la compañía fuera adquirida el año pasado por Only The Brave, el holding de marcas de lujo que Renzo Rosso erigió vendiendo vaqueros.
Queda claro que el éxito de Castiglioni reside en su talento para equilibrar conceptos antagónicos. Tanto creativos como empresariales.
Sin una corte de asistentes que la escolte ni rastro de nerviosismo en la voz, da sencillas indicaciones a su equipo florentino. En un par de horas presentará su colección masculina para el próximo invierno dentro de la feria Pitti Uomo, una de las más influyentes del sector textil. Después ofrecerá un cóctel en la segunda planta de la capilla del siglo XIV que alberga el museo. Porque el lujo intelectual no es incompatible con la fiesta, siempre que esté rodeada de arte.
Al contrario de lo que suele suceder hoy día, usted comenzó en la moda pasada la treintena y con dos hijos. Además, no tenía experiencia ni había estudiado diseño. ¿Pensaron que estaba loca? No, me apoyaron mucho. En realidad, todo fue muy fácil. La familia de mi marido, Gianni [CEO de Marni], tenía una empresa de pieles. Cuando empezamos se llevaban los abrigos impresionantes, y lo que hicimos fue tratar nuestra materia prima como un tejido más y teñirla con colores naturales. A nuestra manera. Era algo distinto y que en ese momento no existía en el mercado. Quizá por eso, o pese a ello, funcionó. Y no, no era una jovencita, pero nunca vi eso como un obstáculo ¿Por qué habría de serlo?
¿Siempre ha confiado en su instinto aunque fuese a contracorriente? Es parte de mi filosofía. Hay que darle tiempo a las ideas para que se conviertan en éxitos. A veces, nuestros conceptos no son fáciles ni rápidos de entender, pero si crees en algo, debes tener la paciencia para perseverar y concederle una oportunidad a tu proyecto. Merece la pena.
¿Es lo que pasó con los ugly shoes: esos zapatos con suelas enormes y pseudoortopédicos que usted lanzó en el año 2000 y que ahora lleva todo el mundo? ¿No se siente un poco culpable? Usted es la responsable de que todas parezcamos patizambas. [Se ríe a carcajadas]. Me encanta ese tipo de zapatos. Al principio, Gianni no los veía en absoluto, le parecían horribles, y es verdad que resultan difíciles de asimilar. Pero poco a poco la gente ha ido cayendo y, como además nos los ha copiado todo el mundo, han terminado convirtiéndose en una tendencia global absoluta.
Ustedes son una de las marcas más copiadas del mercado. Pueden encontrarse complementos inspirados en los suyos en casi todas las cadenas de pronta moda e incluso en otras marcas de lujo. ¿Cómo lo gestionan? Me lo tomo como un piropo. Significa que hacemos cosas bonitas.
Pero ¿no les resta ventas? Sus zapatos cuestan 400 euros, y versiones muy conseguidas en cadenas de alcance mundial, unos 100. Nuestros clientes son muy leales. Pero es verdad que para mucha gente joven el precio puede ser un obstáculo y por eso recurren a la copia. El problema es que para cuando te has dado cuenta de que te han plagiado, has consultado con el abogado y él consigue que los retiren, la marca que los ha hecho ya los ha quitado de las tiendas, pero ¡porque la temporada se ha terminado! Es muy complicado luchar contra este tipo de copias. Por eso prefiero centrarme en lo positivo: es mejor que te plagien a ti y no a otros. Significa que lo estás haciendo bien. Que a la gente le gusta tu diseño, que tu estilo vende.
Mi objetivo es crear prendas de las que no te quieras deshacer cuando termine la temporada”
¿Son los complementos la división más importante de la marca? El ready to wear es la división más importante, pero los accesorios también son muy fuertes, especialmente los zapatos. El hombre cada vez tiene más peso: temporada a temporada va creciendo y estamos muy involucrados en esta línea.
¿Es difícil encontrar ese comprador masculino que se encuentra a medio camino entre el hombre clásico y el adicto a las tendencias? Ese es nuestro nicho, y para ese tipo de personalidad los accesorios son muy importantes porque aportan un guiño sutil. Así que apostamos por jugar con materiales diferentes. Por ejemplo, nos gusta poner en un par de zapatos clásicos una pieza de goma blanca o azul en el tacón.
Dice que no le gusta la ropa sexy. No es la ropa la que debe ser sexy, sino la persona. Lo sexy es la forma en la que alguien se mueve, cómo habla. Eso es más importante que la piel que enseñas. No me gustan los vestidos apretados y escotados. No es lo mío.
Sus colecciones presentan pocas fluctuaciones de una temporada a otra. Algo que parece que va en contra de la naturaleza propia de la industria de la moda. Tenemos nuestra visión personal y creemos en lo que hacemos. Seguimos lo que nos gusta, no las tendencias. Mi objetivo es crear prendas de las que no te quieras deshacer cuando termine la temporada, sino que desees conservarlas. No compran nuestras piezas porque sea una necesidad, no es una barra de pan. Las adquieres porque te enamoras de ellas, y ese sentimiento dura más de seis meses; ¿qué clase de amor sería si no? Puedes ponerte un abrigo, por ejemplo, de muchas formas distintas. Y después de tres años en el armario, rescatarlo y volver a combinarlo de otra manera. No quiero que se tire nuestro trabajo cada seis meses.
¿Le frustra el componente efímero de la moda? Es un placer cuando veo a alguien en la calle con una de mis piezas de hace años, igual que cuando descubro a una mujer con un bolso de la última colección. Me encanta que no sigan al pie de la letra los estilismos que ven en los desfiles, sino que utilicen nuestras prendas en combinación con otras de su armario de la forma que a ellas les gusta y entienden que les funciona. Me gusta que sean independientes: a veces son más excéntricas que nosotros, otras más clásicas. Quiero que la clienta de Marni se sienta libre de reinterpretar nuestras colecciones. No nos gusta imponer una estética concreta.
¿Y qué le parece a su socio capitalista Renzo Rosso que usted prefiera que sus clientas no compren el look completo o que no deseen un falda nueva cada temporada? Él cree en lo que hacemos y en cómo lo hacemos. Y no nos presiona en absoluto. Trabajo exactamente igual que antes de que entrase a formar parte de la compañía.
El 31 de enero de 2013, el grupo Only The Brave (OTB) compró el 60% de Marni por 122,7 millones de euros. El conglomerado dirigido por Renzo Rosso es propietario también de Diesel, Maison Martin Margiela y Viktor & Rolf; y gestiona la producción y distribución de licencias para Just Cavalli, Dsquared2, Marc Jacobs, Vivienne Westwood y Hello Kitty.
¿Por qué decidieron vender la empresa precisamente a Rosso? Era una gran oportunidad. Llega un momento en tu compañía en el que tienes que crecer y expandirte. Ahora mismo el mercado es tan global que tienes que mimar cada detalle y atender todas las particularidades de cada país. Para hacerlo, contar con un socio que ya tiene la infraestructura y el conocimiento es realmente muy útil. Y Renzo sabe cómo hacerlo. Por eso le dijimos que sí tan rápido.
Vendimos parte de Marni a Renzo Rosso porque necesitábamos crecer y él sabía cómo hacerlo”
¿Cómo han cambiado las cosas? ¿Sigue la familia involucrada en la marca? Sí. Carolina, nuestra hija, se ocupa de los eventos. Este año, para nuestro 20º aniversario, organizó un mercado de flores en Milán que logró mucha repercusión mediática. Giovanni, nuestro hijo, está centrado en la distribución. En realidad, la forma en la que trabajamos prácticamente no ha variado.
¿El pequeño taller del que llevan saliendo las colecciones de Marni desde hace dos décadas no se ha ampliado o modernizado? Seguimos siendo un equipo muy pequeño, pero, pese a ello, me gusta que haya gente de todas partes: Italia, Reino Unido, Corea, Birmania, Polonia y también España. Hacemos todo en nuestra oficina, donde tenemos muy buenos patronistas. Eso nos permite volver sobre las piezas, modificarlas y adaptar cada pequeño detalle sobre la marcha. Es todo un work in progress [trabajo en constante evolución]. Somos muy afortunados de que nada se externalice.
El desarrollo de cada colección comienza con una investigación de materiales, no con un concepto o un referente estético como otras marcas. Trabajo de una forma muy intuitiva y siempre arranco con los tejidos. Experimentamos mucho y en Italia hemos encontrado a productores que nos pueden seguir, que les gusta arriesgar con nosotros y hacer hincapié en los acabados, siempre buscando darle una vuelta de tuerca a cualquier idea. Eso es realmente nuestra seña de identidad, lo que nos diferencia de otras marcas: el trabajo que hacemos con los estampados, las telas y los colores.
En Italia les gusta presumir de su saber hacer artesanal, pero ¿cuál es su relación con las nuevas tecnologías textiles? Me encanta probar materiales diferentes y, por supuesto, mezclar las técnicas tradicionales con nuevos conocimientos. Vivimos en un momento que es maravilloso si te gusta experimentar. Para tintar pieles con cualquier motivo, por ejemplo, empleamos un sistema que serigrafía con vapor. Aunque luego todo el tratamiento, la costura y los acabados sean artesanales.
En España está sucediendo algo curioso. Pese a la recesión, en los últimos cinco meses, grandes marcas de lujo como Louis Vuitton, Versace o ustedes han abierto nuevos y ambiciosos comercios. ¿Realmente perciben una mejora del mercado? No puedo hablar por los demás, pero para nosotros es muy importante estar en España, y la nueva tienda de Madrid está funcionando muy bien. Creo que es un país que sabe apreciar los valores de nuestra marca.
¿Hay lugares donde cuesta más? No es una cuestión geográfica. Tiene que ver con el tipo de mujer. Y esa mujer existe en Europa, pero también en Japón o Corea. En Estados Unidos, por ejemplo, tenemos ya tiendas en Nueva York y Los Ángeles, y ahora vamos a abrir en Miami y San Francisco.
¿Cuál es su política de alfombra roja? Prefiero que una actriz lleve algo nuestro porque se lo haya comprado que tratar de convencerla para que se lo ponga. Es un mundo muy extraño. Rosamund Pike o Diane Kruger han vestido de Marni. Van a la tienda con sus estilistas y resulta algo natural. La marca les gusta de verdad, no se trata de un negocio.
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