Situarse en el mundo
El rostro de esta niña descoloca porque se advierte en él más rabia de la común; más tenacidad de la normal; más desafío del que estamos acostumbrados
El pie de foto rezaba así: “Una niña yazidí es evacuada del monte Sinjar por tropas kurdas el miércoles pasado”. El miércoles pasado es ya un miércoles cualquiera. También la niña es cualquiera y cualquiera es asimismo el conflicto del que huye en la caja medio oxidada de un camión cualquiera. Medio mundo está en fuga. Hay quien huye de la guerra, quien del hambre, quien de las dictaduras, quien de las persecuciones religiosas, quien de las catástrofes naturales… En la mirada de los desplazados suele hallarse una mezcla de impotencia, de estupor, de miedo y conformismo. El rostro de esta niña descoloca porque se advierte en él más rabia de la común; más tenacidad de la normal; más desafío del que estamos acostumbrados. Todo ello se aprecia en la imperturbabilidad de su mirada, en el ligero gesto de desprecio de los labios, en las greñas de pelo sucio que cubren parcialmente su cara, pero también en el modo en que su cuerpo emerge sobre el de los demás como para situarse en el mundo y averiguar hacia dónde se dirige, quizá hacia dónde saltar.
¿Qué habrá sido de ella después de tantos miércoles (la fotografía se publicó en agosto), adónde habrá ido a parar con su único jersey, su única falda, su única ropa interior, sus únicos zapatos? ¿Estará enferma, sana, irá a la escuela, conseguirá comer todos los días? No sé, chica, si te hemos leído bien, si hemos sentido lo que deberíamos al contemplar tu foto, si este artículo es de los que se utilizan para empedrar el infierno de buenas intenciones. ¿Pero cómo pasar la página del periódico sin recortarte?
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