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Su móvil no está vibrando

Cada español consulta el teléfono una media de 150 veces al día. La 'llamada imaginaria' es consecuencia de este abuso

Sea sincero y reconozca si se ve reflejado en alguna (o todas) de estas situaciones. Sale de casa, se le olvida el móvil y se plantea seriamente volver a por el aparato aunque esté en su destino. Está en el cine, acaba la peli y antes de que enciendan las luces ya está consultando sus notificaciones. En una cena, durante un periodo de tiempo no muy corto, está más pendiente del teléfono que de sus compañeros de mesa. Estos son solo algunos ejemplos de la infinidad de estampas que reflejan la dependencia a nuestros dispositivos móviles. Se llaman tecnopatías, enfermedades del siglo XXI que generan medidas tan curiosas como la de la ciudad china de Chongqing, en la que se ha habilitado un carril para peatones que utilicen su smartphone a todas horas.

Sin necesidad de caer en los excesos, si es cierto que este principio de siglo ha arrancando con un buen saco de nuevas patologías o síndromes psicológicos derivados del uso –y abuso– de la tecnología. De hecho, un dato ilustra esta realidad mejor que cualquier explicación. Según el último informe de la Fundación Telefónica sobre la Sociedad de la Información en España, consultamos el móvil la friolera de 150 veces al día. “El uso de la tecnología trae consigo cosas buenas y malas. Por un lado, nos está proporcionando un acceso instantáneo a personas e información. Pero, por otro, nos está deshumanizando. Todo lo circunscribimos a mensajes, whatsapp, tuits… y cada vez tenemos menos contacto directo y comunicación de tú a tú”, explica Ismael Dorado Urbistondo, psicólogo del Centro de Psicología y Fisioterapia Atlántida Ismael Dorado, en Madrid.

El doctor Juan V. Quintana, médico de familia y responsable de la sección de Desarrollo Profesional de semFYC, recuerda que en España más de 18 millones de personas se conecta a Internet cada día, y el 70 % lo hace desde un dispositivo móvil. Y es precisamente ese acceso fácil y extendido el que está aumentando “la frecuencia de casos de pacientes cada vez más dependientes de estos dispositivos”, según asegura. “El hecho de estar conectado a infinidad de herramientas para comunicarnos nos ha creado una dependencia que aumenta nuestros niveles de ansiedad y estrés. Lo que ocurre es que estamos pendientes de más cosas. Estamos con alguien y en vez de hablar, revisamos los mensajes, los whatsapp e incluso llegamos a ver si alguien se ha conectado o no y cuándo. Esto está derivando en un aumento enorme de adicciones puras y duras porque no comprendemos que el móvil o la tableta son una herramienta perfecta para muchas cosas, pero que tienen su momento y su lugar. Cuando no entendemos esto, entramos en el terreno de las adicciones”, agrega Dorado Urbistondo.

Protocolo telefónico

Sin llegar al nivel de una adicción, hemos creado un hábito que modifica conductas. El doctor Dorado pone dos ejemplos ilustrativos: “Estamos perdiendo las reglas de cortesía que antes había con el teléfono. Ahora te llaman o escriben a cualquier hora y sin pudor por un tema laboral. Incluso en vacaciones, que antes se respetaban. Igual que tampoco se descansa porque estamos por la noche mirando el móvil, te vas a la cama con el teléfono y al final no has desconectado”.

La forma de evitar esta dependencia pasa por establecer horarios. "Tener unas normas de comunicación y decir a partir de tal hora no se mira Internet, el ordenador o el móvil. Entender que si salimos a cenar, cenamos; si vamos a dormir, dormimos. Y si me han mandado un mensaje o tengo una llamada perdida no pasa nada. Si es algo urgente volverán a llamar o escribir”, dice el especialista.

Todo esto podría valer para explicar la adicción al móvil o a la tecnología, pero hay otras patologías de nuevo cuño que cada vez están más extendidas. La más conocida y que se funde con la adicción al móvil es la nomofobia (No-Mobile-phone-Phobia), o el temor y la intranquilidad que genera olvidarse el móvil en casa, quedarse sin batería o sin cobertura. “El problema surge cuando esta falta provoca estrés, irritabilidad, ansiedad…”, explica el doctor Quintana. “Es un miedo patológico que puede derivar en un trastorno psiquiátrico con un síndrome de abstinencia que no sería muy diferente del que despierta el alcohol o el tabaco”, agrega Dorado.

En China ya han creado el primer carril exclusivo para viandantes que caminan viendo su teléfono

Según los datos recabados por una encuesta de la firma OnePoll, el 66 % de los británicos padece nomofobia. Quintana señala que característicamente afecta más a mujeres y adolescentes, “las primeras por sus múltiples roles familiares y laborales, que las hacen más dependientes de estar informadas; y los segundos, por el hecho de requerir la aceptación y la relación con el resto del grupo”.

Para el doctor, la única pauta para capear este síndrome está en el autocontrol. “Hay que ser consciente de que cualquier información relevante ya nos llegará por otra vía o en cualquier otro momento”, asegura. “Nos olvidamos de que nosotros nos hemos criado sin móvil y no nos ha pasado nada. Somos muy normales”, remacha irónico Dorado. Algunos trucos pasarían por apagar el móvil por la noche, durante las reuniones con amigos y familiares, establecer horarios de uso especialmente para niños y adolescentes o, por ejemplo, cuando salimos a cenar con amigos tener el móvil bocabajo y el primero que lo gire, paga la cena. Pero más allá del juego, Dorado recomienda que tras un momento desconectado, cuando lleguemos a casa, escribamos cuántas cosas de las que teníamos en el teléfono eran realmente importantes. "Así llegaremos a la conclusión de que no ha pasado nada”, dice.

¿Oigo voces?

Otro de estos síndromes tech es el de la llamada imaginaria o de la vibración fantasma. También está relacionado con la dependencia y el uso elevado del móvil y consiste simplemente en ese instante en que notamos que el teléfono suena o vibra sin que sea cierto. Para Dorado este fenómeno se explica porque hemos añadido a nuestra vida nuevas obsesiones. "Si estamos pendientes y obsesionados con recibir un mensaje o una llamada, empachamos el proceso perceptivo y tenemos esa sensación”, explica.

No es nada de lo que preocuparse excesivamente más allá de volver a considerar que el móvil debe tener su espacio justo. “¿A que no te llevarías el coche a la cama? Pues es igual. Si interfiere en nuestra vida, convertimos el móvil en un ansiógeno. Hay que tener claro que es un medio que me sirve a mí, pero no al revés”, cuenta Dorado. Eso sí, según Quintana, cuando este síndrome de la vibración fantasma es muy recurrente y la persona está en constante alerta (con ánimo deprimido o ansiedad por la falta de mensajes), es necesario tomar medidas. “En los casos cotidianos y leves lo recomendable es cambiar de actividad, distraerse”.

El 66% de los británicos padece nomofobia, la ansiedad que genera  olvidarse el móvil en casa

Por último, podemos hablar de la cibercondria o hipocondría online, que no es otra cosa que buscar el presunto diagnóstico a una enfermedad en internet y darle toda la fiabilidad. “Es el gran problema de los profesionales. Antes teníamos el factor vecinal y ahora nos dicen eso de 'He leído en Google…”, narra Dorado. No hay datos estadísticos, pero el doctor Quintana explica que se podría estimar que entre un 1 y 5% de la población lo padece, al igual que ocurre con la hipocondría.

“Buscar respuestas en Internet a preguntas cotidianas es algo habitual e incluso recomendable, si se sabe dónde buscar. El problema, la cibercondria, aparece cuando esa búsqueda es fruto de una preocupación constante, excesiva, y además provoca unos razonamientos erróneos, porque la fuente de información no es fiable o lo leído no se ha entendido”, argumenta el doctor. “Puede provocar que el paciente cibercondriaco emplee demasiado tiempo en hallar explicaciones a sus dolencias, perciba nuevos síntomas a medida que lee sobre ellos, asuma que padece una enfermedad que posiblemente no está presente y que además se automedique equivocadamente o padezca ansiedad por creer que necesita determinada prueba diagnóstica o tratamiento”, agrega. También son signos distintivos desconfiar de la opinión del médico y cambiar constantemente de doctor.

Quintana aconseja para mitigar la cibercondria consultar páginas fidedignas y realizadas por profesionales cualificados, contrastar las dudas con el médico y tener siempre presente la premisa de que “lo más frecuente es lo más frecuente”. Además, recomienda para los casos más graves una terapia cognitivo-conductual, y que los profesionales sanitarios estén más presentes en Internet e incluso conviertan en habitual "la prescripción de enlaces de información certera”.

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