El golem
La creación de vida artificial se pone a tiro de piedra con la síntesis de un cromosoma
En las leyendas medievales del golem, un hombre sabio podía insuflar vida a la materia inanimada mediante una combinación de letras que formaban una palabra sagrada, tal vez uno de los muchos nombres ocultos e impenetrables de la divinidad que la cultura humana había perdido con el paso de los siglos. En los mitos a menudo reverberan las más ancestrales aspiraciones humanas, y pocas lo son tanto como crear vida de la nada y emular así la pericia más eminente de Dios, su arte más recóndito y sublime.
No es el mito, sin embargo, sino la ciencia quien está acariciando más de cerca ese sueño en estos albores del siglo XXI, y el avance que hemos conocido esta semana se puede calificar sin exageración de sobrecogedor. Un grupo internacional de científicos liderados por la Universidad de Nueva York ha conseguido sintetizar a partir de sus meros componentes químicos un cromosoma de la levadura, un hongo unicelular que —pese a su apariencia modesta y su familiar presencia en la cocina, la panadería y la industria cervecera— cae a nuestro lado de la barrera en la gran frontera que separa a los seres vivos en dos grandes reinos, las bacterias y los organismos superiores o eucariotas. Cada neurona de nuestro cerebro es una célula eucariota no muy distinta, en el fondo, de las que forman la levadura. Lo que se puede hacer con este hongo microscópico se podrá hacer algún día no muy lejano con la especie humana. De ahí el vértigo que suscita esta proeza científica y tecnológica.
La síntesis en el laboratorio de un cromosoma eucariota —un paquete de información genética como los que constituyen nuestro genoma— derriba uno de los grandes obstáculos técnicos para abordar proyectos que hasta ahora parecían sacados de Parque Jurásico, la premonitoria novela de Michael Crichton llevada al cine por Spielberg. Entre ellos estará algún día la resurrección de especies extintas como el mamut o el neandertal, cuyos genomas ya han sido secuenciados a partir de sus restos fósiles. Por el momento hay que conformarse con aplicaciones más terrenales como mejorar los biocombustibles, los antibióticos o las vacunas de la hepatitis.
Una vez abierta la lámpara de Aladino, sin embargo, ya es muy difícil que alguien pueda detener al genio. El golem está llamado a cobrar vida.
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