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LEÑA
Columna
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‘Bad trip’

La apremiante necesidad de un galón de petróleo ciega a los Gobiernos latinoamericanos

En los noventa, escuchábamos a Silvio Rodríguez con Rage Against the Machine y Bob Dylan para irnos de viaje, este llevaba a un lugar a donde todos tendríamos las mismas oportunidades y derechos, a donde líderes sensibles e inteligentes nos recordarían nuestro compromiso con un mundo justo, tolerante y productivo. Nuestros padres leían a Galeano suspirando, compartiendo con nosotros la violenta represión que habían vivido durante las dictaduras patrocinadas por el imperialismo yanqui. Echábamos lágrimas en una alcancía para comprar un tique a Cuba, el oasis comunista que sobrevivía un embargo cruel a golpe de patria o muerte, venceremos.

El primer día en la capital cultural del Caribe, después del ya famoso talento para la anécdota con el que un buen camarada cubano embellece la decadencia de La Habana, viene el reality check de todo mal viaje. Masticando una pizza de plástico y mirando a todos lados, nuestros amigos se atreven a decirnos lo que ya sabemos: el país se está cayendo a pedazos, trafican con carne de vaca y pasta de dientes, sus vecinos de toda la vida los delatarán enseguida, el hijo de uno estudió Física y se prostituye, y la mujer del otro, que es profesora, está en México –adonde desertó– limpiando casas. Ambos tiemblan cuando decimos algo negativo, en voz baja, de Fidel.

La desilusión, que Silvio penaliza en una de sus canciones, es lo único que ha dejado vivo la vocación dictatorial y fanfarrona de casi toda la izquierda latinoamericana contemporánea. Ahora que en Venezuela un hombre con muchas menos luces que los Castro timonea una revolución que nueva vez deja a la gente sin libertades y sin papel de inodoro, los Gobiernos aledaños hacen la vista gorda, ya no aferrados al idealismo hueco que sació Cuba durante décadas, sino a la mucho más apremiante necesidad de un galón de petróleo.

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