Un toque ‘hipster’ para la inquina humana
En los restaurantes de Estados Unidos ha nacido el 'troleo' analógico, consistente en dejar notas desagradables en las cuentas de los restaurantes
Las opiniones sobre restaurantes en Internet se han convertido en el nuevo desagüe emocional del cliente amargado. Los que antes no podían más que tragarse su mal humor, farfullar o, a lo sumo, soltar alguna fresca, vuelcan ahora su inquina contra todo establecimiento que no les haya gustado en plataformas como Trip Advisor, Yelp, 11870 o cualquier otra que permita comentar y puntuar. No me refiero a las críticas razonables, sino a las que claramente obedecen a las malas pulgas, las pretensiones absurdas o a la actitud abusona que tantos aspirantes a tiranos creen justificada cuando pagan por una comida.
Como soy de verle el lado bueno a todo, tiendo a pensar que dichos comentarios cumplen su función como válvula de escape social, y que esa gente podría estar practicando el canibalismo por ahí de no estar centrada en la crítica online del trabajo ajeno. Además, desde mi posición de aspirante a moderno, miro a estos opinadores enfurecidos con desdén, puesto que no se han enterado de que lo que va a molar en breve es dejar de soltar su mierda con el teclado y empezar a hacerlo con el boli.
¿Qué me lleva a pensar semejante disparate? Pues cierta tendencia que he detectado en el lugar donde surgen casi todas las tendencias, que es Estados Unidos. En un fenómeno de regresión hipster paralelo al de la vuelta de los casetes o del tejer a mano, en los restaurantes de aquel país ha nacido el troleo analógico, consistente en dejar notas desagradables en las cuentas de los restaurantes.
Uno de los primeros casos se dio en un local de Tennessee, donde un cliente le escribió el insulto “nigger” a una empleada negra. Poco después, un pastor de Kansas explicó por qué no dejaba la propina aconsejada en el tique con una frase lapidaria: “Doy a Dios el 10%. ¿Por qué debería darte a ti el 18%?”. En el mismo Estado, una pareja muy pía le soltaba esto a un camarero en un recibo: “Gracias por el servicio, ha sido excelente. Pero tu estilo de vida gay es una afrenta al Señor”. Una escena idéntica se vivió la semana pasada en Nueva Jersey, solo que la afectada era una exmarine de pelo corto (y por tanto lesbiana a ojos de una familia de friquis de Jesús).
Racismo, homofobia, fanatismo, mezquindad... Nótese que las mismas bondades del ser humano que afloran como rosas en los comentarios anónimos de Internet vuelven al papel por esta curiosa vía pasiva agresiva. Mi pésame para los camareros: como esta moda cuaje, no saben la que se les viene encima.
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