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Homenaje a Whitney Houston

De Blancanieves torera y muda a cristiana de voz prodigiosa. Macarena García protagoniza el musical 'La llamada', con canciones de Whitney Houston. Aquí la actriz rinde tributo a las portadas de la diva ‘soul’

Juan Gatti

U na tarde de falso otoño, apoltronada en una butaca del teatro Lara, en pleno corazón de Madrid, Macarena García –sonrisa de niña, mirada radiante– se abanica la cara con la mano derecha y suspira después de un ensayo. Son los últimos preparativos para el regreso del musical La llamada, escrito y dirigido por Javier Calvo y Javier Ambrossi. Macarena García de la Camacha Gutiérrez-Ambrossi –Macarena García para el público, Maca para sus amigos y familiares– es una chica de 25 años a la que desde hace uno todo el mundo le augura un gran futuro en la actuación. Después de participar en series de televisión, interpretó a una Blancanieves torera, flamenca, muda y en blanco y negro, y obtuvo la Concha de Plata a la mejor actriz del Festival de Cine de San Sebastián y el Goya como mejor actriz revelación.

No hace mucho, su hermano Javier Ambrossi y su amigo Javier Calvo, un par de actores flacos y (muy) atrevidos, le dieron a leer el libreto de una obra musical sobre la fe, la madurez, la amistad, el derecho a cambiar y a seguir el camino que cada uno se proponga sin perder la personalidad. Ella iba de una página a otra, entre conmovida y divertida, mientras pensaba: “A saber qué va a salir de aquí”. Luego, los noveles dramaturgos pulieron el argumento, y lo que salió al final fue “una historia entretenida, respetuosa y, al mismo tiempo, profunda”, dice ahora esta menuda mujer que quiso ser psicóloga de niños, muy cerca de una escalera de aluminio por la que en las próximas noches teatreras bajará Dios, y que –ya en confianza– suelta:

–Yo fui payasa.

Un puñado de chicas adolescentes integra el campamento cristiano La Brújula. La monja Bernarda les canta Viviremos firmes en la fe. Milagros, una novicia con dudas sobre su vocación religiosa, confiesa lo mucho que le gustaban las canciones del grupo Presuntos Implicados. María y Susana, dos amigas que comparten habitación en el campamento, son reguetoneras porque son rebeldes y tienen un grupo llamado Suma Latina. Pero su afición al perreo se tambalea cuando, noche tras noche, Dios se le aparece a María para decirle que a él le gusta Whitney Houston y, de paso, le canta las canciones de “esa negra que se murió”. ¿Qué se fumaron para llegar a esto? “Nada”, responden entre risas y al unísono los dos actores, convertidos ahora en autores y directores.

Están sentados sobre las sábanas azul marino de una angosta litera que forma parte de la escenografía de La llamada. Ellos mismos la compraron en eBay y la trajeron a la entrada del teatro Lara, donde la obra se representó durante los pasados meses de mayo y junio “con lleno total”. Por eso ahora les han dejado el escenario principal y estrenan el próximo 18 de octubre.

El mundo cristiano no es ajeno a Macarena García porque fue alumna de un colegio del Opus Dei. Como sus compañeras, era una niña que rezaba antes de comenzar las clases, iba a misa todos los domingos y se confesaba cada mes. Conoce a chicas que, tal vez influidas por ese tipo de educación, le han contado que han recibido la llamada de Dios y hoy son monjas. Varias experiencias de aquella época le han servido para preparar el personaje estelar de La llamada, María, la muchacha a la que Dios se le aparece.

La madre de una de sus mejores amigas tiene un grupo de animadores de fiestas infantiles y un día Macarena se sumó al equipo. “Siempre me han encantado los niños y mi amiga y yo íbamos a sus fiestas”, recuerda con entusiasmo. Los sábados y los domingos se ponía un peto con unos lunares blancos enormes y un lazo gigante y organizaba juegos y bailes y cantaba y contaba cuentos. “Era muy divertido ser payasa”, afirma con una sonrisa. Luego empezó a cuidar a una niña que era su vecina. “Ella tendría unos diez años o así, y todo el rato estaba loca con High School Musical. Un día mi hermano me dijo: ‘Maca, hay un casting para High School Musical’. Y yo: ‘¿Me atrevo o no me atrevo?’. Al principio me negué. Pero después fui. Y me cogieron”.

Para entonces, Macarena había comenzado a estudiar Psicología. Dice que ser actriz no estaba en sus planes. Pero después de aquel musical llegaron las series de televisión y lo de ser psicóloga pasó a segundo plano. Sus “inesperados” éxitos como intérprete, dice, se los debe a su hermano. “Porque ha sido él quien me avisaba de las pruebas, quien me insistía en que las hiciera porque yo no estaba segura, quien me ayudaba a prepararlas, quien siempre ha confiado en mí”.

La chica que fue payasa, sin embargo, no ha podido librarse de su continua inseguridad. “¡Oye, qué vergüenza! ¿Cómo lo sabes? Sí, siempre me pasa. Cuando voy a empezar un proyecto siento que no puedo. Siempre me da miedillo, hasta que me voy acostumbrando.”

Para memorizar sus diálogos, Macarena pasa varias horas encerrada en su habitación. De vez en cuando, su madre abre la puerta: “Oye, Maca…”. Entonces, de repente, su hija le espeta algunas frases del guion. “¡Ya no te quiero!’, le grito. Y ella: ‘¡Pero a qué viene esto!’. La pobre entra en un caos y yo pienso: ‘Vale, la cosa va bien. Suena natural y se lo ha creído”. Y cuando dice esto, Macarena García se carcajea.

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