_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El futuro

Una juez argentina ha solicitado una orden de detención internacional contra cuatro conocidos torturadores españoles

Almudena Grandes

Desde que llegué a Argentina, recibo a diario preguntas a las que no puedo responder. No es una cuestión de ignorancia, al contrario, pero la exhaustividad de mi conocimiento tampoco es el problema. Podría pedirle a mis interlocutores que se sentaran, que se pusieran cómodos y pidieran una cerveza antes de escuchar una historia larga, fea y complicada, pero no lo he hecho. La razón es otra. Me da vergüenza contarles lo que sé, hablar de España.

La semana pasada, una juez argentina decidió solicitar una orden internacional de detención para cuatro ciudadanos españoles, conocidos —Billy el Niño incluso célebre— torturadores en los últimos años del franquismo. Voy a volver a escribir esa palabra: torturador. Cadenas, barras de hierro, toallas empapadas, descargas eléctricas en los pezones, en los genitales, bañeras donde sumergir a los detenidos hasta el límite del ahogamiento. Esa era la especialidad de estos señores. Eran, lo escribiré otra vez, torturadores. Su oficio consistía en provocar en sus semejantes todo el dolor que pudieran soportar, y lo ejercían en nombre, y al servicio, de una dictadura instaurada por un golpe de Estado fascista, cuyo parcial fracaso provocó una guerra civil. Eso era lo que ellos entendían por Estado español. El mismo Estado donde ahora un Gobierno democrático —voy a volver a escribir esa palabra: democrático— se resiste a colaborar con la justicia, y hace gestiones para que los cuatro imputados por María Servini de Cubría se ahorren el mal rato de declarar por videoconferencia.

Dirán que en España hay causas más urgentes, salir de la crisis, generar confianza, crear empleo... Yo les pido que piensen en el futuro, que es el más grave de nuestros problemas. Y que decidan si se puede hablar de regeneración democrática en un país donde el Gobierno le cubre las espaldas a los torturadores.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Almudena Grandes
Madrid 1960-2021. Escritora y columnista, publicó su primera novela en 1989. Desde entonces, mantuvo el contacto con los lectores a través de los libros y sus columnas de opinión. En 2018 recibió el Premio Nacional de Narrativa.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_