Lima y los emigrantes
Tras leer el reportaje ‘Las mil caras de Lima’ en El País Semanal del 10 de marzo, una de las primeras cosas que me vienen a la mente son los millones de personas que cada año se ven obligados a abandonar su país de origen. La emigración es la vía que encuentran para aumentar sus ingresos económicos y mejorar con ello las perspectivas de sus hijos en un futuro. Así lo refleja el Informe sobre desarrollo humano publicado en 2012. En un mundo globalizado como el de hoy, donde los emigrantes no tienen un único perfil –encontramos tanto temporeros de la fruta como académicos o programadores informáticos–, facilitar la movilidad de estas personas es el punto clave para su propio desarrollo humano. Se ha hecho mención a la función que debería desempeñar el Estado, aunque obviamente también ha lugar a incluir a las personas que actúan como anfitriones de los que emigran. La ayuda particular y la motivación hacia aquellos que pueden sentirse más desfavorecidos son actitudes que deberían evidenciarse en el día a día. Las personas que emigran cambian su lugar de origen para buscar otras oportunidades. Todos, los que tienen preparación y los que, por el contrario, no tienen tanta suerte con su talento, deberían ser objeto de recursos. La variedad cultural y de experiencias interpersonales hace mejorar la condición humana sin objeción alguna. A partir de sus habilidades, primeras o adquiridas posteriormente, podrían decidir qué pasos seguir para ascender en la escala del desarrollo humano. Los derechos fundamentales quedarían equiparados entre unos y otros.
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