Gobierno bajo presión
Rajoy se cree capaz de sortear en solitario la desconfianza creciente de los inversores
El Gobierno sostiene que España no tendrá que pedir un rescate similar al que se vieron abocados Grecia, Portugal e Irlanda después de diferentes etapas de recortes y reformas internas. España saldrá de la crisis "sin la ayuda exterior", le ha dicho al periódico ‘Frankfurter Allgemeine’ el ministro de Economía, Luis de Guindos, convertido en el portavoz de guardia de un Ejecutivo presionado por los inversores y las autoridades europeas. Según esa lógica, la hipótesis de un contagio a España no tiene sentido, porque el Gobierno de Mariano Rajoy continuará tomando por sí mismo todas las medidas que hagan falta.
El Ejecutivo retrasó demasiado la presentación del proyecto de Presupuestos del Estado, tras permitirse un forcejeo con la Comisión Europea sobre el objetivo de déficit para este año. Visto que el anunciado esfuerzo de rigor presupuestario no ha impresionado lo suficiente, ahora quiere apretar el acelerador de otras reformas, fiándolo todo a su mayoría absoluta parlamentaria. El método desde luego es rápido, pero la falta de consenso interno puede convertirse en un factor más de desconfianza. Esta era la hora de sólidos pactos frente a las presiones ejercidas por dirigentes internacionales, desde Mario Draghi, presidente del BCE, al jefe del Estado francés, Nicolas Sarkozy, empeñado en ver en la misma fosa a Grecia y a España —por más que sus declaraciones al respecto se hayan producido en el contexto de una campaña electoral—. En vez de encontrarse ante una demostración de unidad y firmeza, tanto el BCE como la Comisión parecen simplemente a la espera de que Rajoy reaccione a la subida de la prima de riesgo, récord durante el tiempo que lleva de mandato, y a la desastrosa semana de la Bolsa.
El problema es el tipo de reformas en proyecto. Ahora toca aplicar el bisturí a los servicios públicos de sanidad y educación. A falta de detalles, ambas iniciativas incluyen el peligro no solo de nuevas tensiones entre el Gobierno y la oposición en el Congreso, sino entre aquel y las autonomías encargadas de prestar los servicios esenciales de la educación y la sanidad, sobre todo Cataluña, Andalucía o Canarias, cuyos Gobiernos no son del PP. Y además, Rajoy quiere culminar a paso de carga las reformas más impopulares, desde la laboral a la amnistía fiscal, amén de la Ley de Estabilidad Presupuestaria, un caso que deja en evidencia la falta de consenso sobre una norma que nació, precisamente, de un pacto alcanzado por Rajoy y Zapatero.
Mientras se plantea este escenario de combates políticos e ideológicos, el nudo gordiano que atenaza a la economía española sigue sin desatarse. En el sistema financiero se concentran los excesos del endeudamiento contraído por familias y empresas. Sin la reforma del sistema financiero es improbable que los inversores recuperen la confianza en España, por más medidas unilaterales sobre el gasto público que se les anuncie.
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