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Perspectivas económicas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El invierno que no llega

Si la marcha de los precios no se deteriora, las correcciones positivas de las previsiones de crecimiento serán la norma

Precios
Maravillas Delgado

Encaramos un final de año mejor de lo esperado. Las previsiones de crecimiento para lo que resta de curso son mucho mejores que aquellas que se realizaran a finales del verano. Entonces nos enfrentábamos a un riesgo elevado de colapso de las economías del centro de Europa por unos precios del gas que alcanzaron máximos a finales de agosto y cuya onda expansiva sentiríamos irremediablemente. Mientras, en territorio propio, se dejaban notar los efectos de la inflación desbocada y del ya acuciante aumento del euríbor y que presionaron a la baja a un consumo cuyos datos no eran los mejores. Con el calor y el sol nos salvaron los turistas, además de alguna que otra partida del cuadro macroeconómico, pero el futuro no parecía el más halagüeño.

Y de repente, el gas bajó. Para que nos hagamos una idea, el precio del gas TTF, mercado de referencia para buena parte de las compras y ventas de este combustible a lo largo de Europa, pasó de 340 euros el megavatio por hora a un mínimo a finales de noviembre por debajo de los 100. Después de esto, la llegada definitiva del invierno y el anuncio, también definitivo, de que Nord Stream no se abrirá en lo que resta de meses de frío hizo que rebotara, aunque moderada y parcialmente, hasta una media de los últimos días de 130 euros. A pesar de esta nueva subida, el precio del gas sigue muy por debajo de lo que nos imaginábamos a inicios de otoño. A esto sumen un tope al gas que, en cuanto a su objetivo que es evitar males mayores en los precios de la electricidad, está más o menos funcionando; además de una caída del precio del crudo brent a niveles de enero pasado. Finalmente, el precio de muchas otras materias primas retornó a niveles de 2021, así como el precio en origen de muchos alimentos, lo que debería tener reflejo en los precios finales en un futuro inmediato. Añadamos a este cóctel la apreciación del euro, que ha ayudado aún más a reducir la presión de los precios importados.

A todo ello debemos sumar un aumento de las inversiones motivadas por la aceleración de la ejecución de fondos europeos, que, aunque aún marginal, ya debe estar aportando crecimiento. Todo ello ha sucedido en el margen de muy pocas semanas, provocando por ello que las perspectivas de futuro de la economía española hayan mejorado sustancialmente.

Debido en parte a esto, desde finales de agosto los indicadores que mayores sorpresas positivas han provocado han sido los que esperábamos que fueran a aportar decrecimiento a la economía: los de comercio y consumo. En particular, estas sorpresas han sido sustancialmente positivas para el mes de octubre. Pero, junto a ellos, indicadores asociados a la evolución del mercado de trabajo han sido particularmente positivos, en especial en el mes de noviembre. Así, con pocos indicadores puede explicarse buena parte del cambio en las estimaciones de crecimiento. En septiembre el consenso se situaba en una contracción de algunas décimas para el PIB del cuarto trimestre de este año, concretamente entre medio punto y dos décimas. Sin embargo, hoy, este mismo consenso apuesta por una expansión, incluso mayor que en el tercer trimestre, y situado en estos días en unas cuatro décimas. Es cierto que el trimestre aún no ha acabado y que estas estimaciones cambiarán en cuanto se actualice la información, pero la evolución de negativo a positivo da a entender la existencia de cambios subyacentes acaecidos en nuestra economía en estas últimas pocas semanas.

Esta mejoría ha contaminado además las perspectivas para 2023. Ya la pasada semana el servicio de estudios del BBVA Research mejoró las previsiones de crecimiento para la economía española para dicho año. Hasta esa publicación, todas las anteriores habían castigado con correcciones en negativo. Así, si nada cambia, es muy probable que, si la evolución de los precios antes mencionada no se deteriora sustancialmente, dichas correcciones positivas serán la norma durante, al menos, algunos meses.

Sin embargo, hay que mantener la contención y la prudencia. Vivimos tiempos de grandes incertidumbres y la volatilidad de buena parte de los precios es muy elevada. Dicha volatilidad no es la mejor para estabilizar la economía y cualquier accidente puede devolvernos al pesimismo. Por otro lado, el endurecimiento de las condiciones financieras va a perdurar y, finalmente, la corrección de los precios no nos llevará para el conjunto de ellos a los niveles de mediados de 2021, por lo que las consecuencias en la actividad productiva, en particular las manufacturas, seguirán siendo negativas. Sin embargo, al menos, y de momento, parece que el invierno (económico) aún no llega.



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