Innovación, transición verde y formación: ¿puede tu futuro estar en el campo?
De aquí a 2035, el sector generará casi 310.000 oportunidades de empleo solo por reemplazo. La formación en competencias tecnológicas y en agricultura eficiente será clave
El del campo es, quizá, uno de los sectores productivos más desprestigiados y, sin embargo, fundamentales para el sustento de cualquier sociedad. Un ámbito enfrentado a una elevada temporalidad e incluso una importante brecha de género, pero que también es víctima de una imagen arcaica y desactualizada de lo que es y las oportunidades que representa: solo por reemplazo (es decir, para sustituir a aquellos que se jubilan), harán falta casi 310.000 personas de aquí a 2035, según el Observatorio de la FP de la Fundación CaixaBank Dualiza.
Cubrir esas vacantes futuras (y, de paso, luchar contra la despoblación rural) pasa, sin embargo, por saber visibilizar esas oportunidades y por ser consciente de la forma en que la innovación tecnológica y la transición hacia modelos más sostenibles están cambiando la realidad del mundo agroalimentario. Y es que, según Naciones Unidas, el sector de la alimentación representa aproximadamente un 30 % del consumo de energía en el mundo, y es responsable de un 22 % de las emisiones de gases de efecto invernadero. Aspectos que, de por sí, ya evidencian la necesidad de que los profesionales accedan a conocimientos y capacidades que faciliten un uso sostenible de los recursos naturales, adaptándose así a los requisitos marcados tanto por el Pacto Verde Europeo como por la estrategia De la granja a la mesa, de la Comisión Europea.
“Es crucial saber usar, gestionar y monitorizar técnicas, herramientas y dispositivos vinculados a la eficiencia energética, la gestión de recursos y el manejo eficiente de productos fitosanitarios y antibióticos. Los perfiles profesionales han de ser cada vez más verdes y más digitales”, explica Mónica Moso, responsable del Centro de Conocimiento e Innovación de CaixaBank Dualiza. Para fomentar las vocaciones del campo y visibilizar tanto el papel de la innovación y la tecnología como el rol central de la Formación Profesional en su modernización y desarrollo, CaixaBank Dualiza y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación han lanzado una campaña conjunta a través de la historia de Ferrán, un joven valenciano al que el campo y la FP le cambiaron la vida y que hicieron posible que hoy se encuentre estudiando un doctorado.
Una transición digital y verde
Para Ferrán Fernández Alemany, que así se llama, la educación tradicional no funcionaba, y bajo cualquiera de sus parámetros él era el estereotipo perfecto de estudiante fracasado. Dejó los estudios, probó a trabajar... nada funcionaba, hasta que llegó la FP. “En el instituto nunca me fue bien. La metodología de estar sentado en una silla no era para mí; yo necesitaba aprender haciendo. Así que decidí estudiar una FP del mundo agrario y volver a mis raíces, porque mis abuelos eran agricultores”, explica. Y todo cambió.
“Antes, yo veía la Física, la Química, las Matemáticas como algo para otro tipo de cerebros, para personas más inteligentes y evolucionadas”. Pero aquella FP en Explotaciones Agrarias Intensivas (algo que, apunta, hoy está ya superado porque se va hacia un modelo distinto) le demostró cuán equivocado estaba, le apasionó desde el primer minuto y le dio las herramientas que necesitaba. Después de aquel ciclo llegaron el acceso a la universidad para mayores de 25, experiencias laborales y de emprendimiento, un grado en Ingeniería Agrónoma, un máster en Física, estudios de programación y un doctorado (en curso). Nada mal para alguien “que no valía para estudiar”.
Hoy, Ferrán es experto en agrotech, o lo que es lo mismo, la aplicación de la tecnología a la agricultura, y realiza modelos predictivos para una explotación eficiente del agua en los cultivos. “La agricultura es una ciencia de parámetros: la temperatura ambiente, la humedad del suelo, el nivel de sales... Hay muchos. Si podemos medir todo eso y darle a la planta lo que necesita de cada uno de esos parámetros, conseguiremos tener un cultivo supereficiente; ahorraríamos agua y nutrientes, y la producción sería muy alta”, explica. Mediciones que, añade, se miden a través de sensores, drones o satélites. Y no se olvida de la inteligencia artificial, donde también tiene cabida (y de qué manera) el popular Chat GPT: “Ha cambiado el paradigma de toda la gente que trabaja con código”, sostiene. “Yo le digo que quiero hacer una función que me coja un valor entre tanto y tanto, de tanta temperatura, y con mis propias variables, y Chat GPT me devuelve un bloque de código que yo le he pedido que haga con palabras”.
Sobre la importancia de la innovación en el sector primario saben mucho en el Centro Integrado de Formación Profesional Aguas Nuevas, en la provincia de Albacete. Entre los proyectos que allí desarrollan está, por ejemplo, la aplicación de la tecnología del Internet de las Cosas (IoT) en la agricultura de precisión: “Nosotros fuimos capaces de domotizar cientos de hectáreas de plantaciones de viñedo, por medio de sondas insertadas en los cultivos (cuantas más, mejor). Estos dispositivos miden el grado de humedad relativa que tiene el suelo y lo convierten en una señal electromagnética que, a través del GPS, le llega al móvil del agricultor. Y si este lo tiene automatizado, podrá, desde el móvil, activar el riego por goteo y por sectores, allí donde esa humedad relativa esté bajando”, cuenta Juan José González, director del centro y vocal coordinador de FPEmpresa en Castilla-La Mancha.
Otro de los proyectos aprobados en el centro consiste en un estudio de estrés hídrico y genético de distintas variedades de pistacho (en un área que, además, es altamente estratégica en este tipo de cultivo a nivel mundial). En colaboración con dos empresas y la Universidad de Castilla-La Mancha, se han plantado varias hectáreas de pistacho que servirán para realizar estudios de producción según varios parámetros, generando además numerosos recursos de contenidos para los alumnos del centro en años venideros.
“La investigación e innovación en el ámbito agrario es de gran relevancia, porque son motores de adaptación a un nuevo modelo energético, a un mejor uso del agua y a fomentar una economía acorde a un modelo de crecimiento sostenible”, esgrime Moso. Y es que, como recuerda Isabel Rodríguez, decana de Veterinaria de la Universidad Alfonso X el Sabio, “la innovación ha llegado al mundo rural antes de lo que percibe la sociedad. Los agricultores y ganaderos ya manejan aplicaciones de Big Data para la gestión de la producción y el bienestar de sus animales, tractores con GPS y algoritmos predictivos o robots de ordeño automatizados”.
La formación, fundamental
Decir que la formación es un factor esencial podría no ser decir demasiado si no fuera por las características del sector, ya que casi dos de cada tres trabajadores no disponen de un nivel formativo superior a la ESO (concretamente, el 64,8 %, según CaixaBank Dualiza). Y ahí radica precisamente uno de los mayores retos del campo: la escasa vinculación del sector con la formación de sus trabajadores se traduce en la inexistencia de una cultura para invertir en ella (tanto por parte de las empresas como de los trabajadores), así como en un desconocimiento severo de la oferta formativa actual de la FP relacionada, según señala el informe Propuestas de actuación para impulsar la Formación Profesional en el sector agroalimentario (CaixaBank Dualiza, 2021).
La acreditación de competencias profesionales, auspiciada y potenciada en la nueva ley de la FP, puede ser clave a la hora de reconocer los conocimientos adquiridos a través del ejercicio profesional, además de facilitar cualquier formación posterior y una mayor protección en caso de desempleo. Y aunque, según recuerda el SEPE, la integración de la tecnología en el sector primario es uno de los factores que influyen en la caída de empleo (debido a la mecanización de los procesos y control de cultivos y a la introducción de nuevos modos de gestión), también sirve de recordatorio acerca de la necesidad de desarrollar perfiles más cualificados que contribuyan a acometer esos cambios y obtener una rentabilidad mayor. Porque oportunidades, como se ha señalado ya, existen.
“La FP juega un papel fundamental, porque estamos en un sector donde no es que haga falta gente; es que faltan ejércitos. En España, por el clima, por la cultura y por el tipo de territorio que es, el sector agrícola es gigantesco. Y no hay gente: es casi imposible encontrar cuadrillas en el campo; y a nivel de técnicos y capataces, no se encuentran tampoco (...). La única manera de conseguir un técnico hoy en día es que le pagues más que donde está para que se vaya y se incorpore a tu proyecto”, recuerda Fernández Alemany.
Un desafío enorme que, explica, lleva también implícita la solución, que pasa por prestigiar el campo a ojos de los más jóvenes: “El concepto que se tiene del campo es arcaico y los jóvenes no quieren saber nada. Uno de los reclamos más potentes (a la vez que una necesidad) es la tecnología. Hay que hacer más atractiva, desde el punto de vista tecnológico, todo lo que es la formación agraria, porque además en el campo necesitamos que toda esa tecnología entre; vamos muy retrasados con respecto a otras industrias”, reivindica.
¿Qué estudiar para trabajar en el campo?
A la hora de cubrir las vacantes disponibles en el sector de la agricultura, ganadería y pesca, conviene recordar, como hemos señalado, la importancia de la Formación Profesional. De hecho, “se espera que, en el conjunto de sectores, uno de cada cuatro puestos de trabajo requiera de un perfil titulado en FP; un porcentaje que, en el ámbito específico del sector primario, se sitúa en el 19 %”, sostiene por su parte Moso. Ahora bien, ¿cuáles son los ciclos más demandados?
De acuerdo con los expertos consultados para este reportaje, los ciclos con mayor futuro son los siguientes:
- FP Básica en Agrojardinería y Composiciones florales (17,4 % del total de matriculaciones en esta familia).
- Grado Medio en Producción Agroecológica, producto del aumento progresivo de este tipo de producción, que ha visto como ha aumentado en un 10,8 % su superficie agraria útil.
- Grado Medio en Panadería, Repostería y Confitería (43 % de los matriculados en ciclos pertenecientes a las industrias alimentarias).
- Grado Superior en Gestión Forestal y Medio Natural. Uno de cada cuatro estudiantes de los ciclos formativo de la familia agraria en el curso 2021-2022 optó por estos estudios, que dan además acceso al empleo público de guardias forestales.
- Grado Superior en Ganadería y Asistencia a la Sanidad Animal, un grado que, según apunta González, disfruta de un alto grado de empleabilidad: “Muchos son alumnos y alumnas que no pudieron entrar en los estudios universitarios de Veterinaria, por la nota de corte, y que hacen este ciclo como paso intermedio antes de ir a la universidad”. Y, a su vez, recuerda el feedback que después reciben de las universidades: “Los alumnos que provienen de este ciclo consiguen unos porcentajes altísimos de aprobados, porque tienen un bagaje experimental o práctico muy amplio”.
- Grado Superior de Paisajismo y Medio Rural.
En cualquier caso, conviene recordar que la universidad también aporta profesionales altamente cualificados. Profesionales que, además, tienen unas altas tasas de afiliación a la Seguridad Social a los cuatro años de finalizar sus estudios (concretamente, el 82 % de los egresados en agricultura, ganadería y pesca, y el 75 % de los titulados en Veterinaria), según el estudio Datos y cifras del sistema universitario español. Publicación 2022-2023, elaborado por el Ministerio de Universidades. “El campo requiere de perfiles técnicos y especializados como ingenieros agrónomos o veterinarios, pero también de FP, legislativos, económicos, empresariales, de marketing y comunicación, medioambientales y de tecnología que conozcan la realidad rural”, afirma Rodríguez.
El reto de la brecha de género
A la hora de señalar los desafíos de futuro, no puede obviarse el de la brecha de género, en un sector donde el 72 % de los trabajadores son hombres. Una desigualdad que, en los pueblos y aldeas, se manifiesta en aspectos concretos como el de la conciliación, “dado que estamos en un entorno en el que el trabajo agrícola, en el caso de las mujeres, se debe combinar con el cuidado de hijos y personas mayores y el trabajo en el hogar, que sigue estando fundamentalmente feminizado”, explica Carmen V. Valiña, doctora en Historia Contemporánea y directora de Periféricas. Esta “escuela de feminismos alternativos”, como se denomina, lleva desde 2015 aprovechando las ventajas de lo online para ofrecer, desde Baio, un pequeño pueblo de Costa da Morte, en A Coruña, formación con perspectiva de género para cualquier mujer, independientemente de su bagaje académico previo.
Y es que la tecnología, como ya hemos señalado, ofrece oportunidades económicas y laborales que hace unos pocos años ni tan siquiera existían y, por eso mismo, puede resultar clave a la hora de reducir la mencionada brecha de género. Porque no solo ha facilitado las oportunidades laborales en el campo: “También ha permitido mejorar la calidad de vida de muchas de las personas que allí habitamos; posibilita el trabajo en red e incluso la creación de comunidades virtuales para conocer lo que se está haciendo en otros pueblos y aldeas”, añade Valiña.
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